article-2401848-1B729126000005DC-122_964x605– Fuente: MailOnline / Alex Greig

Hace unos días la Asociación de las Cámaras del Libro de España –Industria del Libro para abreviar– presentó al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (el orden de los factores no altera el desastre) un Plan integral para el fomento del libro y la lectura, una chapuza indocumentada, mal argumentada y peor redactada que no consigue disimular su verdadero objetivo: hacerse con el dinero del contribuyente para perpetuar ideas marchitas y procesos obsoletos.

La Asociación de las Cámaras del Libro de España –supongo que se refieren a FEDECALI– reúne a los principales conglomerados institucionales de nuestra Industria del Libro: la Federación de Gremios de Editores de España, la Confederación Española de Gremios de Libreros, la Federación de Asociaciones de Distribuidores de Ediciones y la Federación Empresarial de Industrias Gráficas de España. Es una industria con piel de cultura y por eso no dudan en llamar a la puerta del ministerio equivocado. Sus problemas son industriales y comerciales pero insisten en su disfraz para pedir el dinero de cultura, un departamento algo más laxo, menos serio, que el de industria.

Un resumen apresurado: dinero, mentiras e incompetencia

Para los que quieran ahorrarse la lectura completa de este artículo (no les culpo) haré un breve resumen: basándose en mentiras y medias verdades el Plan pide 164 millones de euros. Pretenden destinar la mayor parte de ese dinero público –140 millones– a la compra de los libros que ellos mismos editan, imprimen, distribuyen y venden. A un precio medio aproximado de unos 14 euros, lo que pide la industria es que las Administraciones Públicas compren unos 10 millones de libros, obviamente de papel, para que todos se lleven su parte. 10 millones además de los que ya compran.

Otras medidas comportan un mayor gasto público directo o indirecto, como las deducciones fiscales a la compra de libros de texto. Antes de entrar en detalle veremos un caso de incompetencia en el uso de los datos que nos dejará boquiabiertos. Si quieren saltarse el rollo pasen directamente al apartado Conclusiones de este artículo.

Si han decidido seguir leyendo tomen pan y mojen, mojen.

Todo dato adecuadamente retorcido acaba diciendo lo que tú quieras

Los autores del Plan empiezan su argumentación con un “Resumen ejecutivo” cuya primera página (pág. 3) retuerce de forma desvergonzada varios datos. Apoyándose en el Barómetro del CIS de 2014 dicen que el 42% de españoles no lee “prácticamente” nunca pero hacen trampas al prescindir de la estructura de la pregunta de la encuesta. El desglose del Barómetro del CIS de diciembre de 2014 es este:


CIS 2014

De modo que los españoles que nunca leen son el 35%, no el 42% mencionado. Lo que tampoco dicen es que la tasa total de lectores ha aumentado los últimos años tal como muestra el Barómetro del CIS de 2009:

CIS 2009

La lectura crece de forma sostenida a un ritmo anual aproximado del 1%: en 2014 lee un 65% de la población española, un 5% más que en 2009. Ese dato casa mal con el descenso de la compra de libros y los autores del Plan prefieren decir lo contrario de lo que en realidad dice el Centro de Investigaciones Sociológicas. Mienten.

Otro dato que el Plan menciona es el grado de comprensión lectora en España medido por el Informe PISA 2012. Según el Plan (pág.3) la “comprensión lectora en España” es de “252 puntos. 21 puntos menos que la media de la OCDE”. Los datos que yo he encontrado en el Informe PISA 2012 no dicen eso y esconden algunas sorpresas (pág. 61 y 68):

PISA 2012. Programa para la evaluación internacional de los alu

PISA 2012. Programa para la evaluación internacional de los alu

Como se puede ver, el gráfico indica que España obtiene una puntuación de 488, no de 252. Además, la distancia con la media de la OCDE es de 8 puntos, no de 21, y España sólo está un punto por debajo de la media de la Unión Europea. Si todo esto no bastara para poner en duda la seriedad del Plan resulta que, según el Informe PISA, los suecos, que son los que más leen en el mundo, obtienen una puntuación de 483 en comprensión lectora, 5 puntos menos que los españoles. El Informe PISA 2012 agrega (pág. 60-61):

Entre los países europeos o norteamericanos que forman parte de la OCDE y alcanzan las puntuaciones más altas en lectura, como Finlandia (524), Irlanda (523), Canadá (523), Polonia (518) o Estonia (516), no hay diferencias significativas en cuanto al rendimiento en lectura. […]. A su vez, tampoco difiere significativamente de estos últimos el resultado obtenido en […] Madrid (511), C. Foral de Navarra (509), Castilla y León (505), Principado de Asturias (504) o Cataluña (501).  

[…]

La puntuación media de España en lectura (488) es significativamente inferior al promedio de la OCDE, pero no respecto al de la UE. Además, el alumnado español consigue en lectura un rendimiento similar al del alumnado de la misma edad de Estados Unidos (498), Dinamarca (496), República Checa (493), Italia (490), Austria (490), Hungría (488), Luxemburgo (488), Portugal (488), Israel (486), Suecia (483) e Islandia (483).

No entendí cómo era posible que el Plan mencionara unos datos tan diferentes y dediqué algo de tiempo a buscar la fuente, pero no he sabido encontrarla, no sé de donde han sacado sus datos. Con esto no quiero decir que los españoles seamos unos genios, pero no viajamos en el vagón de cola de lerdos y analfabetos en el que nos quieren embarcar los autores del Plan. Ese problema, en todo caso, parecen tenerlo ellos, incapaces de enlazar las fuentes de los datos sobre los que se apoyan. Vuelven a mentir.

El tercer dato retorcido por el Plan es el del volumen de piratería, un clásico que nunca puede faltar en estos pesebres. Este es el gráfico que muestra el Plan:

Microsoft Word - PLAN INTEGRAL PARA EL FOMENTO DEL LIBRO Y DE LA

No se rían por favor, este asunto es muy serio. Se supone que este Plan lo han redactado expertos en la materia con estudios superiores. Como el gráfico es incomprensible y no enlaza la fuente, leeremos lo que afirman en la página 4 del Plan:

[…] la flagrante piratería de la propiedad intelectual (en el año 2014 se realizaron 335 millones de descargas ilegales por un valor de 907 millones de euros) constituye una lacra social que dificulta la labor de los creadores y daña gravemente la capacidad editorial para la difusión de los libros y, por ende, la formación lectora y la creación de lectores.

335 millones de descargas a una media de 3€ la descarga explican esos 907 millones de euros ¿Qué tipo de descargas son? Dudo que sean libros o que todas lo sean ¿Se trata de todo el volumen de piratería en España? ¿Todo es piratería o una parte son obras libres de derechos y, por lo tanto, de libre descarga? ¿No tenían mejores datos? ¿De dónde los han sacado? Es posible que muchos periodistas culturales se crean estas cifras sin rechistar pero algunos nos tomamos algunas cuestiones lo suficientemente en serio como para hacer estas y otras muchas preguntas. Los autores del Plan son muy poco serios.

Fijémonos en las tres últimas líneas de mencionado párrafo. Aunque es cierto que la piratería perjudica en alguna medida las ventas del libro digital –aunque no en las bíblicas proporciones que los autores del Plan pretenden sugerir– es evidente que, con los datos del CIS en la mano, esa misma piratería no parece afectar a la capacidad lectora ni a la creación de lectores. Al contrario.

Para terminar con la bochornosa página 3 del Plan con la que se inicia el “Resumen ejecutivo” puede que alguien entienda de dónde sale esto y qué rayos significa:

Microsoft Word - PLAN INTEGRAL PARA EL FOMENTO DEL LIBRO Y DE LA

Yo no tengo ni idea. En este Plan empezamos. Y sólo estamos en la página 3…

Necedades y justificaciones

Tras el glorioso inicio que acabamos de ver el Plan nos presenta una “Introducción” (pág. 4) tan dramática como prescindible para luego resumir sus propuestas y castigarnos con unas estomagantes justificaciones de las cuales sólo destacaré los dos últimos párrafos (pág. 11):

En España, por una compleja concatenación de causas diversas, hemos sufrido un muy considerable retraso en la generalización de la educación y por tanto en la generalización de los hábitos culturales, el más importante de los cuales es el hábito de la lectura, lo que ha retrasado y ralentizado nuestro desarrollo económico. Y, en un bucle maldito, el menor desarrollo económico ha condicionado nuestro peor y menor desarrollo cultural, por la renuencia de los poderes públicos y de los actores sociales a reconocer que la educación, la cultura y la lectura no son un gasto, sino la inversión más rentable que puede hacer un país. La dura crisis económica y financiera iniciada en 2007, que ha vuelto a castigar severamente el desarrollo económico, ha significado también un muy duro castigo para el sector cultural y, especialmente, para la lectura, como lo pone de manifiesto la fuerte caída del mercado del libro.

Por todo ello, el PLAN INTEGRAL PARA EL FOMENTO DEL LIBRO Y DE LA LECTURA que ahora presentamos es un plan extraordinario, para intentar recuperar, al menos, el terreno perdido en los últimos años, plan que es perfectamente compatible con las políticas y acciones ordinarias de apoyo a la lectura y al libro que ya se vienen realizando, entre las que destacamos, sin ánimo de ser exhaustivos, el apoyo a la Feria Internacional del Libro (LIBER), a las Ferias Internacionales del Libro, a la edición de obras de difícil comercialización, etc.

“¿Una compleja concatenación de causas diversas?” Yo a ese retorcido eufemismo lo llamaría dictadura franquista, la que a golpe de nacional-catolicismo y oscuridad se llevó por delante las pocas medidas que la II República llegó a poner en marcha. Para entender lo que significa un “bucle maldito” recomiendo a nuestros prebostes industriales del libro la lectura de “El laberinto español”, de Gerald Brenan, y entenderán por qué actitudes como la suya son el fiel reflejo de nuestros males y una rémora para la cultura de nuestro país.

El segundo párrafo delata las intenciones de los promotores del Plan. El único “terreno que se ha perdido en los últimos años” ha sido de facturación y de inversión pública directa. Por eso es vergonzoso el final del primer párrafo, allí donde dicen que “ha significado también un muy duro castigo para el sector cultural y, especialmente, para la lectura, como lo pone de manifiesto la fuerte caída del mercado del libro”. Sí, se venden muchos menos libros pero, si aceptamos el mismo Barómetro del CIS que ellos intentan retorcer, la lectura no se ha visto perjudicada. En lo más crudo de la crisis –de 2009 a 2014– la proporción de lectores españoles ha subido cinco puntos. Cuando estos señores se llenan la boca de cultura babean industria.

Muchas medidas para tan poca imaginación

Tras veinte pomposas páginas de circunloquios, mentiras y medias verdades, el Plan entra en materia. Las medidas se dividen en cuatro bloques:

  • Medidas de fomento de la lectura
    • Fomento de la lectura y de las bibliotecas
      • Desarrollo y aplicación de los artículo 19.3 y 26.2 de la LOMCE
      • Desarrollo y aplicación del Artículo 113 de la LOMCE
      • El sistema de bibliotecas públicas
      • Las Bibliotecas Universitarias
      • Medios de comunicación
      • Barómetro de hábitos de lectura
    • Medidas Fiscales
      • Impuesto sobre el Valor Añadido
      • IRPF
      • Deducción por inversión cultural
    • Medidas relativas a la Propiedad Intelectual
      • Medidas relacionadas con la actividad editorial y el contrato de edición
      • Medidas que tienen que ver con la gestión colectiva de derechos
      • Medidas antipiratería
    • Medidas sobre la comercialización
      • Creación de líneas de crédito y aval
      • Digitalización de obras
      • Apoyo a la creación, conservación y desarrollo de las librerías de fondo
      • Sello de calidad para las librerías
      • Bono cultura
      • Formación especializada de libreros

Parece completo pero sólo es un batiburrillo de brindis al sol, ideas de otros y buenas intenciones. No hay ninguna idea original. Ninguna.

Medidas de fomento de la lectura

Las “Medidas de fomento de la lectura” contienen las mayores exigencias de dinero. En “Desarrollo y aplicación de los artículo 19.3 y 26.2 de la LOMCE” se limitan a exigir que se cumpla una ley que se ha ganado la animadversión de varias Comunidades Autónomas y cuyo desarrollo completo es más que dudoso antes que el próximo Ejecutivo de un color distinto al actual la modifique. La medida más concreta es el desarrollo de las bibliotecas escolares para libros de papel, pero el Plan no se atreve a pedir ninguna cifra.

La idea es imprudente. Con Ebiblio, el nuevo sistema de préstamo de libros digitales que empieza a andar en (casi) toda España, ¿no sería mejor exigir un buen sistema de préstamo digital accesible desde las escuelas? La cantidad de familias que ya disponen de conexión a Internet de banda ancha y de varios dispositivos es cada vez mayor. Sería más provechoso que los pocos recursos disponibles se dedicaran a la alfabetización digital de aquellos que no pueden permitirse pagar la conexión ni los dispositivos. No dupliquemos el sistema de bibliotecas físicas en las escuelas, hagamos que la biblioteca digital sea ubicua en todas ellas.

El segundo punto, “Desarrollo y aplicación del Artículo 113 de la LOMCE”, va de lo mismo, insiste en el fomento de los hábitos de lectura en las escuelas y sus bibliotecas, pero incluye la primera exigencia económica (pág. 23):

[…] Para ello creemos que el MECD debe asumir el liderazgo de la implementación del Artículo 113 de la LOMCE, mediante el desarrollo normativo del mismo, y establecer un programa extraordinario cuatrienal, dotado, al menos, con 25 millones de euros al año, para la creación, dotación y atención de las bibliotecas escolares y exigir y vigilar su cumplimiento por parte de las CCAA.

¿Cómo se llega a la cifra de 100 millones de euros en cuatro años? El Plan no lo explica. La intención es buena, pedir que se cumpla cualquier ley es irreprochable pero es muy triste que el único recurso sea pedir dinero sin atisbo de imaginación.

El tercer punto de las medidas de fomento de la lectura se ocupa de la red de bibliotecas públicas. Tras glosar una lista de medidas muchas de las cuales ya se están cumpliendo –o están en vías de cumplirse– en varias Comunidades Autónomas, el Plan vuelve a pedir dinero (pág. 26):

Para alcanzar modestamente algunos de estos objetivos, sería necesario establecer la adecuada dotación presupuestario, dentro de un plan cuatrienal acordado con las CCAA, que proponemos que se cifre en, al menos, veinte millones de euros anuales por parte de la Administración General del Estado y de otros tantos por parte de las comunidades autónomas.

Ya tenemos otros modestos 40 millones de euros más. ¿Para qué? No se detalla pero el cariz de las medidas indica que la mayor parte del dinero iría destinada a la compra de libros. De papel, obviamente.

Como hemos visto a los autores del Plan no les importa la existencia del ya mencionado Ebiblio. La única mención a lo digital está al final de este apartado y contiene una buena dosis de ambigüedad (pág. 26):

Las bibliotecas públicas deben ampliar la paleta de servicios que ofrecen a sus ciudadanos, generalizando el préstamo y consulta en todos los soportes y el acceso a Internet, para lo que deben disponer de los equipos TIC adecuados.

“Todos los soportes”, “equipos TIC”, “acceso a Internet”; se ven obligados a mencionar el préstamo digital con la boca pequeña porque es una opción más eficiente que el préstamo en papel, rinde menos beneficios y, sobre todo, descuelga del negocio a distribuidores e impresores. Puede que incluso a libreros. Lo saben y no les gusta.

El Plan es todavía más vago cuando habla de las bibliotecas universitarias; se limita a decir que todo lo dicho acerca de las bibliotecas escolares y públicas es válido para ellas, recordando que la dotación del fondo es insuficiente ¿Alguna política concreta? Comprar más papel. Más dinero.

Tras decir cuatro naderías acerca de los medios de comunicación (pág. 27) el Plan menciona el Barómetro de Hábitos de Lectura (pág. 28):

El desarrollo de las distintas acciones de fomento de la lectura y del libro ha de ir acompañado de un seguimiento. Los barómetros de hábitos de lectura que la Federación de Gremios de Editores de España realizó en el pasado, en colaboración con el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, son un instrumento de gran utilidad a la hora de analizar si las acciones desarrolladas están dando los resultados esperados y si es necesario poner en marcha otras acciones.

¡Almas de cántaro! Ya ha quedado claro que ninguna de estas propuestas es necesaria para fomentar la lectura ¡Si desde 2009 la tasa de lectura ha subido un 5% sin ninguna de sus geniales ideas! Lo que ha bajado son las ventas de libros y para saberlo no necesitamos más Barómetros de Hábitos de Lectura.

Medidas fiscales

La imaginación también está ausente de las medidas fiscales. Rescatando los grandes éxitos de ayer, hoy y siempre, el Plan pide la equiparación del IVA al 4% para los libros digitales y, de paso, la armonización europea al 0%. Qué fácil es pedir lo que tu interlocutor no puede conceder sin una ardua negociación en Bruselas de muy dudoso éxito.

Las medidas sobre el IRPF están tan manoseadas y son de un impacto tan marginal que se limitan a copiar la deducción aplicable sobre los libros de texto del Gobierno de Aragón (pág. 30):

Aragón, en el Artículo 110-1 del Decreto Legislativo 1/2005 de 26 de septiembre, establece una deducción de la cuota íntegra autónoma por la adquisición de libros de texto y material escolar, cuyo contenido recogemos en nuestra propuesta.

Copiar y pegar. Estos perezosos pedigüeños ni siquiera han intentado mejorar el sistema aragonés y han incluido el Decreto Legislativo 1/2005 en un Anexo (pág. 45). El problema es que el Decreto establece que para tener derecho a algún tipo de deducción hay que ser realmente pobre. Cualquier unidad familiar con rentas anuales conjuntas mayores de 25.000 euros o individuales mayores de 12.500 euros no tiene derecho a deducirse nada. Las cantidades son más altas en caso de familias numerosas, pero ya sabemos que los hijos dejaron de llegar con un pan bajo el brazo cuando este país entró en el Primer Mundo y se acabó el trabajo infantil. No entiendo qué pretende el Plan proponiendo este tipo de medidas si no es hacerse perdonar los precios abusivos de los libros de texto. Ni siquiera saben copiar bien, es decir, a la japonesa, mejorando el original.

La última de las medidas fiscales muestra esterilidad intelectual. Hasta hace cuatro días la industria editorial disfrutaba de una deducción del 5% en aquellas “inversiones efectivamente realizadas en las ediciones de libros que permitan la confección de un soporte para a la producción editorial seriada”. Es decir, que por el simple hecho de fabricar libros y no cafeteras la Agencia Tributaria les descontaba el 5% de dichas inversiones del Impuesto sobre Sociedades.

Alguien en el Ministerio de Hacienda cayó en la cuenta que estaban subvencionando la normal producción de bienes de consumo y aprovechó para eliminar la mencionada deducción, antes contenida en el Artículo 36, en la reforma de la Ley 27/2014 de 27 de noviembre del Impuesto sobre Sociedades. Aún así el mismo artículo reformado mantiene deducciones mucho mayores para “inversiones en producciones cinematográficas, series audiovisuales y espectáculos en vivo de artes escénicas y musicales”. A los autores del Plan esto les parece injusto y aducen lo siguiente:

Siempre hemos reivindicado no solo el mantenimiento de la deducción por inversión cultural para la edición, sino también su equiparación con la del cine y el audiovisual, equiparación más necesaria, si cabe, en estos momentos de transformación de la industria editorial, dados los nuevos sistemas digitales de producción digital, la digitalización de obras impresas, la edición de libros digitales y la creciente aparición de obras multimedia, en cualquier sector de actividad editorial, que exigen, para poder mantener la competitividad, cuantiosos recursos de inversión. Sobre todo, habita cuenta del extraordinario parecido que guardan los libros digitales, las obras multimedia e incluso las analógicas con las obras audiovisuales. Hecho que parece avalar y justificar nuestra petición y propuesta.

Una vez más estamos ante “el dilema de Belén Esteban”: ¿debemos fomentar la producción de cualquier contenido mediante deducciones fiscales aunque lo producido sea basura? No es la primera vez que afirmo que la subvención directa a la producción es pan para hoy, hambre para mañana y el medro de redes clientelares de dudosa productividad. El Plan pierde una gran oportunidad de pedir fuertes estímulos fiscales e incluso ayudas directas a la reconversión industrial del sector y se limita a reclamar la restauración de un privilegio perdido. En vez de inventar, de imaginar, de crear, se contentan con mirar al pasado. Cerriles.

Medidas de propiedad intelectual y de comercialización

El resto del Plan es un revoltijo de apresuradas ideas dispersas en las que no nos detendremos demasiado por su inconsistencia y porque, en su mayoría, se alejan del núcleo de la cuestión. Sólo mencionaremos las más relevantes.

En la página 34 se nos dice:

Es urgente la reforma, en profundidad, del contrato de edición ya que el vigente no incorpora las nuevas realidades tecnológicas y además se reconozca, explícitamente, el carácter creador del editor.

¿”Urgente”? ¿”Nuevas realidades tecnológicas”? Hace ocho años, cuando el libro digital empezaba a asomar y la industria de la música ya había pasado su propio viacrucis los industriales del libro, los mismos autores del Plan se conformaron con una Ley del Libro corta de miras que nació obsoleta y agonizante. Ni se acordaron del contrato de edición. Lo del carácter creador del editor me parece un mal chiste, una anécdota que sólo sería relevante si el resto de cuestiones estuvieran resueltas.

En la página 38 se acuerdan ¡por fin! que algún día habrá que ponerse en serio con el libro digital:

Fomento de los procesos de digitalización de los fondos bibliográficos y de la creación de plataformas de distribución de contenidos digitales, con capacidad competitiva y de dimensiones adecuadas. Digitalizar los fondos bibliográficos es un proceso caro, que requiere, además, el mantenimiento de una importante infraestructura tecnológica, que, hoy por hoy, tiene un coste excesivo para los recursos financieros y estructurales del mundo del libro. Con todo, las editoriales están haciendo esfuerzos por sumarse a este proceso, como lo demuestra su participación, con éxito, en las convocatorias de los programas de la Sociedad de la Información. Pero, estas convocatorias están referidas, casi exclusivamente, a actividades de I+D, lo que plantea exigencias no siempre asumibles. Lo que el sector del libro necesita es que se apoye el proceso de digitalización en sí mismo, pero los fondos que el Ministerio de Cultura destina a ese fin, que no requieren las exigencias de I+D, son escasísimos, puramente testimoniales.

¿“Creación de plataformas de distribución de contenidos digitales, con capacidad competitiva y de dimensiones adecuadas”? A ver, queridos autores del Plan, repitan conmigo: L-I-B-R-A-N-D-A. Fuimos unos cuantos los que dijimos, hace ya mucho tiempo, que Libranda era un buena idea mal planteada, peor ejecutada y cuya explotación frena más que promueve la reconversión industrial del sector. El tiempo nos ha dado la razón y ahora ustedes quieren dinero público para volver a equivocarse. Yo no tengo ningún problema pero, en tal caso, ¿están dispuestos a que esas nuevas plataformas formen parte de una Reconversión Industrial más ambiciosa? Tengo serias dudas que así sea.

Afirmar que “digitalizar los fondos bibliográficos es un proceso caro, que requiere, además, el mantenimiento de una importante infraestructura tecnológica” demuestra lo lejos que están de realidades como la de decenas de pequeñas y medianas editoriales que digitalizan libros cada día, en su mayor parte novedades y poco a poco también fondo. Sin importantes infraestructuras, sin grandes –ni medianos– recursos financieros pero con el talento y las ganas de que carecen los autores del Plan.

El Plan descubre que las convocatorias de I+D son para investigación y desarrollo y no se ajustan al proceso de digitalización. Por supuesto que no: la I+D no está pensada para la producción de bienes, sino para el desarrollo de mejores procesos productivos o nuevos modelos de negocio, algo en los que la gran industria del libro lleva durmiendo demasiados años y que demuestra, una vez más, que se equivocan de ventanilla y deberían dirigirse al Ministerio de Industria.

Para todo esto también piden dinero (pág. 38-39):

Nuestra propuesta es que se cree, para el próximo trienio, una consignación presupuestaria dotada razonablemente, en la que participen conjuntamente los Ministerios de Industria, Energía y Turismo, Economía y Competitividad y Educación, Cultura y Deporte destinada al libro, que permita un salto cualitativo y no solo cuantitativo en los procesos de digitalización. Dicho fondo tendría que moverse en torno a una cuantía de siete millones de euros por año.

Por qué pasamos de planes cuatrienales a trienales es un misterio con el que no voy a perder el tiempo. Pedir 21 millones de euros en total sin justificar cómo y para qué ya habla de la solidez de la propuesta. Pero pretender que tres ministerios tan diferentes se pongan de acuerdo me hace dudar de la sensatez de los autores del Plan. De su incompetencia ya no me cabe la menor duda.

Para terminar, veamos qué dice el Plan acerca de las librerías en la página 39, por qué propone la creación de un sello –selectivo– de calidad y que se tomen medidas de protección de librerías como las que se aplican en Francia:

Es un tópico afirmar que en España hay demasiadas librerías, lo que es fruto de una clara confusión y un manifiesto error. En España hay muchos, nunca demasiados, puntos de venta de libros o, al menos, de cierto tipo de libros, pero no hay muchas librerías. Las buenas librerías de fondo son más bien pocas y están sufriendo un muy duro castigo por la crisis económica. Sin embargo estas librerías de fondo son imprescindibles para el desarrollo cultural, porque son las que aseguran la difusión de los libros imprescindibles y necesarios y garantizan la pluralidad cultural.

La propia CEGAL, cómplice del Plan, es quien afirma en su Mapa de Librerías (2013 y 2014) que en España hay casi el doble de librerías por 100.000 habitantes que en Suecia. Y las llama librerías, no “puntos de venta de libros”. Ya demostré en su momento que la red española de librerías es demasiado grande y está ineficientemente distribuida y corremos el peligro de perder las buenas, las de fondo. Ahora estos señores se despiertan y se dan cuenta que cualquier punto de venta de libros no es una “buena librería de fondo”. Mientras los editores se dedicaban a inundar el mercado de títulos de alta rotación y los libreros hacían malabarismos no se mostraron tan escrupulosos con las definiciones. ¿Debo recordar que esos mismos editores reunidos en torno a la FGEE mandaban palés llenos de libros al Carrefour y otras grandes superficies? ¿Debo recordar que los descuentos que siguen haciendo esos mismos editores a las grandes superficies son mucho mayores y más ventajosos que los que ofrecen a las tan necesarias librerías de fondo? ¿Saben en la FGEE que hay grandes editores que incluso se niegan a mandar sus libros a muchas nuevas librerías porque las consideran demasiado pequeñas?

La última perla de tan deprimente collar está relacionada con una de las pocas medidas acertadas que la Industria del Libro ha sabido tomar los últimos años. Desde el cambio de siglo diferentes entidades como FGEE, CEGAL y FANDE han ido poniendo en marcha herramientas de conocimiento de la cadena de valor del libro, útiles para el libro de papel y que también lo son para el libro digital: DILVE, LibriRed –basada en el LibriData catalán– y SINLI, entre otras. El nexo a todas ellas es –o era– DILVE, una herramienta de intercambio de información para todo el ecosistema del libro tanto en España como en Latinoamérica. Gratuita hasta no hace mucho, ahora es de pago porque la FGEE, atenazada por la crisis y el desplome de la subvención se mostró incapaz de seguir sufragándola y eso que, tal como demostró Manuel Gil en su momento, al menos hasta 2014 recibía subvención. Ahora sus usuarios deben pagar por ella y eso es un error. Lejos de pedir al ministerio que se haga cargo del coste –de mantenimiento, porque el desarrollo está ya amortizado– el Plan pide:

La creación de una línea de crédito o aval, con financiación pública, que facilite la implantación de estas herramientas hasta en el más pequeño punto de venta. Esa línea de crédito sería por tres años, de una sola vez, y por un total de tres millones de euros.

Pierden la oportunidad de pedir la subvención completa del sistema, una subvención que no puede ser indefinida pero que se justifica si la entendemos como uno de los ejes básicos de la reconversión industrial del libro. Permitir que todos los actores del libro dispongan libremente de estas herramientas es fomentar el desarrollo tecnológico del sistema y, con él, su reconversión. Los autores del Plan no lo piden por dos razones: en primer lugar por la patente falta de imaginación del documento pero, todavía más importante, porque con el fin de la gratuidad de DILVE la FGEE ha visto abrirse una línea de financiación que no depende de recursos públicos.

Sucedió lo mismo con la privatización de la gestión del ISBN –también en manos de la FGEE– que pasó a ser una fuente de financiación sin que el servicio mejorara, una fuente, además que prima a los grandes consumidores de números de ISBN –las grandes editoriales– y castiga a las pequeñas y a los autores autopublicados.

Nada sucede por casualidad.

Conclusiones

Mucho dinero y más de los mismo. Así podría resumirse el Plan. Mucho dinero para mantener el statu quo y las estructuras que lo hacen posible, casi ninguna idea que permita reformar un sistema que amenaza ruina.

Al “Plan integral para el fomento del libro y de la lectura” le faltan demasiadas cosas. La primera es honestidad; es de fomento del libro, pero sólo del libro de papel; no fomenta la lectura –eso es algo que los españoles ya están haciendo por sí mismos– y se siguen envolviendo con la prestigiosa toga cultural, un pernicioso lastre. La cultura de verdad la hacen los autores, ellos los asisten, la procesan, industrializan y venden. Que cada palo aguante su vela.

Le falta valentía, espíritu de reconversión y visión industrial. Siguen poniendo el acento en la subvención a la producción –vía compra institucional– y no en la subvención al desarrollo de nuevos medios de producción y nuevos modelos de negocio, estrategia que les permitiría tener opciones de supervivencia. Otras industrias españolas, como el textil, pasaron momentos parecidos; no todo el problema fue de deslocalización: ésta pilló a la mayoría de empresarios textiles adormecidos en un mercado proteccionista que les había disuadido de emprender la necesaria modernización del sector. Su problema era de costes, procesos y productividad. Parecidos problemas de eficiencia tiene la Industria del Libro española, dentro de su contexto.

El Plan carece de lo que carecen las instituciones que lo firman: talento e imaginación. Ya hemos visto cómo tratan los datos en los que se apoyan y los argumentos en los que se basan. Ni siquiera ha sido necesario un análisis profundo, ha bastado una mirada crítica para desmontarlos todos. Cuando este Plan aterrice en la mesa de cualquier técnico ministerial con dos dedos de frente y cuatro ideas claras acerca del libro van a quedar retratados. Luego los subsecretarios, secretarios y ministros harán lo que quieran –nada diferente de lo que han hecho hasta ahora y deberíamos preguntarnos por qué– pero más de uno se habrá reído con ganas en los pasillos de la Administración. Se habrá reído de ellos, de los autores del Plan.

¿Hasta cuándo abusará la Industria del Libro de nuestra paciencia? Sospecho que hasta que el hundimiento de los más grandes haga desaparecer los intereses creados que mantienen en pie, prietas las filas, a los sarcófagos institucionales en los que se han convertido FGEE, CEGAL y FANDE. Espero que ninguno de ellos tenga el valor de negarlo: han estampado su firma en un documento inane ¿El resto del sector tiene tanta paciencia? Esperemos que no.

O tempora, o mores!

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

13 Comments

  1. M’encanten els textos QUO USQUE TANDEM i m’encanta l’anàlisi tan detallada que has fet d’aquest «document». Em confirmes la impressió que tinc de fa bastant temps que el teu gremi està anquilosat (i que les excepcions, com tu, en sou l’única esperança, si em permets que et llanci floretes).

    Quan llegia els fragments que has citat no podia deixar de pensar quin exercici tan interessant d’anàlisi semàntica s’hi podria fer: no només l’adjectivació és apoteòsica, també noms, verbs i adverbis estan carregats de connotacions negatives per influir en el lector. Ara bé, estan tan passats de voltes que crec que només podrien influir en lectors molt innocents.

    T’agraeixo molt aquest tipus d’articles, fins i tot quan són tan llargs com aquest: hi aprenc molt. És cert que en els de tipus més tècnic (o més específicament professionals) no m’hi solc fixar tant; però amb els que tracten temes com aquest o com l’anterior em clarifiques moltes idees. Moltes gràcies, un cop més.

  2. Si los mismos que han realizado el informe, son los que gestionan las empresas editoriales, no me extraña que vaya como va el sector y aumenten la cifra del paro los trabajadores de estas empresas… menos los gestores. Ellos no se mueven ni que revienten.

  3. Reblogueó esto en graciallibreteray comentado:
    El siguiente artículo no sólo herirá su sensibilidad, hará que se indigne de sobremanera a no ser que tenga el corazón podrido o sea partidario de la peor de las distopías.

  4. Si he entendido bien, entonces se trata simplemente de esto tan de Españistán de andar pidiendo dinero público para negocios privados sin que esté claro que eso vaya a redundar en un mayor bienestar en el ciudadano. Nihil novum sub sole. Me parecen muy esclarecedores los datos de la encuesta del Barómetro CIS y del Informe PISA diferenciando por CC. AA.

  5. […] – Fuente: MailOnline / Alex Greig – Hace unos días la Asociación de las Cámaras del Libro de España –Industria del Libro para abreviar– presentó al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte (el or…  […]

  6. Excelente y sesudo analisis, Bernat. Que bueno que haya gente cono tu que se toma el trabajo de escudriñar en los datos para que no nos tomen el pelo. Gracias por el esfuerzo y la calidad del resultado 🙂

  7. Si nos descargamos 335 millones de libros, ¿por que aqui nadie lee?

  8. Parece que nadie quiere entenderlo. Estamos en el siglo XXI. Internet existe. Y no hay vuelta atrás. O te adaptas o desapareces. Si no bajas los precios de los libros se copiarán electrónicamente. Se pongan como se pongan los gobiernos, las editoriales y las asociaciones de todo el mundo. Y, repito, no hay vuelta atrás. Ahora, el que quiera entenderlo que lo entienda y el que no, que fenezca.

  9. María Gutiérrez 22 mayo, 2015 at 10:24

    “Cuando este Plan aterrice en la mesa de cualquier técnico ministerial con dos dedos de frente y cuatro ideas claras acerca del libro van a quedar retratados”.

    El problema es que estamos en manos de incompetentes, y que seguramente los técnicos de los que hablan sean personas adeptas y no aptas, con lo que es muy probable que consigan esas benditas subvenciones. No te olvides que la capacidad de concatenación de medidas absurdas es infinita en época electoral.

    De todos modos, a mí lo que más resquemor me produce es el apoyo que tienen estas compañías de sus lectores, es decir de una parte importante de los intelectuales. Nunca he visto un apoyo tan generalizado y desmedido por parte de los trabajadores a la patronal como en el sector cultural, ¡con lo corrupto que es este sector!

  10. María Gutiérrez 22 mayo, 2015 at 10:25

    Fe de erratas: donde pone “lectores” tendría que poner “autores”.

  11. […] como el ‘Plan Integral de Fomento del Libro y la Lectura’ que analicé en su día son el fin de un proceso y el retrato de quienes los pergeñan. El ‘Acta: Trobada sector del […]

  12. […] siempre dan pie con bola y nunca dicen nada que no apoye uno de sus papeles. El problema es que, como ya vimos en su día, sus papeles no se sostienen y están repletos de […]

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