BURRO

Hoy me bajaré de uno de los burros a los que llevo más tiempo subido. En varios de mis artículos he defendido que compartir archivos –en el caso que nos ocupa, libros- en las redes de pares –léase eMule- no sólo es legal si nos atenemos a la legislación española sino que, además, es moralmente justificable. He cambiado de idea.

Confieso que, en el pasado, he usado eMule intensamente; como si de un gran grifo abierto se tratara he llenado a borbotones cubos y más cubos de música. La experiencia nunca fue del todo satisfactoria, pues el trabajo de purga y limpieza que exige lo bajado es considerable. Aunque no tenía especiales reparos en hacerlo, entendía perfectamente que me estaba beneficiando de un vacío legal común en Europa pero inexistente en los EEUU.

Parte de mi justificación del uso de las redes P2P para compartir archivos con copyright provenía de la torpeza, ceguera y prepotencia de la industria cultural: confundían interesadamente la herramienta con su uso indebido. Es como confundir el martillo con el descerebrado que le abre la cabeza al vecino con él. A quien hay que castigar en este caso es al abrecráneos, no al martillo; no podemos caer en la puerilidad castrense de arrestar la piscina porque en ella se ahogó un recluta. Confieso que yo caí en la misma falacia pero a la inversa: al no poder criminalizar la herramienta, justificaba lo injustificable amparándome en la legislación española vigente. Intelectual y éticamente hablando, mi postura no era de recibo.

¿Equivale esto a afirmar que las redes P2P han causado un daño irreparable a la cultura? No. Han contribuido a despertar una industria adormilada en su dominio absoluto del mercado, empujándola a tomar el tren de los cambios tecnológicos; las redes han golpeado a la industria, pero no a la cultura. La interesada y torticera asociación de ideas entre industria cultural y cultura ha emborronado todavía más el panorama, poniendo a más gente –me incluyo- del lado del eMule.

Una legalidad bien entendida pero mal empleada

Las redes P2P son legales porque permiten el intercambio de archivos entre particulares. Hasta ahí sigo estando de acuerdo porque la herramienta es neutra. Con lo que ya no estoy de acuerdo es que sea legal intercambiar material protegido mediante dichas redes. ¡Ojo! aun lo es según el reiterado criterio de los nuestros jueces, que no pueden hacer nada más con las leyes españolas en la mano.

¿Deberíamos prohibir y penalizar bajarse archivos del eMule y otras herramientas similares? Sí ¿Por qué? Porque el supuesto de uso de préstamo y copia privada, de buena fe, que contempla la ley se desvirtúa a causa de la potencia de la herramienta: abrirle la cabeza a alguien no puede ser legal por el simple hecho que el martillo lo permita. Entender esto tan sencillo me ha costado mucho. Es sutil pero importante y es una distinción ética y moral; no debemos prohibir las redes de pares, pero sí sancionar su uso indebido. Y para ello es necesario cambiar la legislación.

Un cambio de legalidad que no cambia el paisaje

Cambiar la ley (casi) no va a servir de nada. Podemos legislar sobre el campo, pero ponerle puertas es ya otra cosa. Para lo que debe servir un cambio legislativo como este es para explicar, sin que nadie se ponga histérico, que el bajarse material protegido de forma indiscriminada no está bien.

A la vez también deberemos explicar que debe haber maneras legales de prestar e intercambiar archivos, como por ejemplo mediante un CD, un PenDrive o herramientas como Wetransfer, entre otras. Debemos proteger lo que la ley hasta ahora protege: el intercambio de persona a persona, de buena fe, basado en la relación de amistad o, como mínimo, de conocimiento personal.

Algo hacemos mal cuando equiparamos el funcionamiento de las redes P2P, en las cuales un montón de IP –que no personas- coinciden en un entorno virtual, con el comportamiento humano protegido por las leyes de propiedad intelectual, según las cuales prestar un libro, un CD, un DVD, venderlos de segunda mano y realizar copias para uso privado, es perfectamente legal. Esa legalidad es la que debemos proteger, no los groseros abrevaderos de mulas.

La industria también debe bajar del burro

Hay demasiada gente subida en su burro particular; casi toda la industria cultural viaja en borrico desde que vieron asomarse Internet por el horizonte. Las gentes del libro corrieron a subirse al asno vacante cuando la música se apeó, y ahí siguen muchos. El cambio de actitud de la industria es necesario si se pretende que sus clientes vuelvan a confiar en ella; para ello es necesario suavizar actitudes y lenguajes.

No es creíble ni comercialmente sostenible insultar a los clientes. No puedes llamar pirata a todo aquél que no pague por lo que lee, porque hay un montón de maneras legales de leer gratuitamente. No puedes perseguir a todos aquellos que comparten cultura ni aun en el caso hipotético que las leyes proscriban bajarse contenidos protegidos de las redes P2P, porque eso te enajenará de tu público. No se puede encañonar a nadie con un pliego de leyes y conminarle a que compre tus productos. Comprará los de otro o bien no los comprará y, sabiendo que el campo es legislable pero de muy difícil parcelación, se lo bajará todo aun con más ganas.

Hay que normalizar las relaciones entre la industria cultural y sus clientes; para ello la industria debe aceptar que no puede ganar siempre, que ciertos comportamientos no pueden ser perseguidos y que es necesario un espacio para la copia privada; para ello, también, el público debe aceptar ciertas reglas del juego, algunas de las cuales implican la ilegalización de prácticas hasta ahora consideradas como “normales” por muchos.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

5 Comments

  1. Si ya es difícil poner puertas al campo, ponerlas sobre la base de la “buena fe” es del todo imposible. También, desde el punto de vista económico, cada libro es un bien sustitutivo de los demás; eso quiere decir que si hay muchísimos libros gratuitos o casi gratuitos, los demás tendrán que bajar su precio (tal vez no hasta ser gratuitos del todo) porque, si no, disminuirá mucho su demanda.
    Yo pienso más bien que los “creadores de información” tendrán que buscar nuevas formas de conseguir convencer a la gente que pague por esa información; p.ej., mediante suscripciones, clubs de lectura, o similar (http://abordodelottoneurath.blogspot.com.es/2011/01/creacion-y-publicacion-por-suscripcion.html).
    En fin, que, más que pensar en términos de qué queremos conservar del pasado, lo que hay que imaginar son las posibilidades que la tecnología abre en el futuro, y cómo sacar el máximo partido socialmente de ellas (http://abordodelottoneurath.blogspot.com.es/2011/02/y-si-gutenberg-hubiera-inventado-el-pdf.html)
    Saludos

    1. Hola Jesús,

      No es tanto basarlo en la buena fe, como construir un civismo en red. Del mismo modo que no vamos por ahí rompiendo escaparates aunque nos apetezca (no es mi caso) debemos establecer unos mínimos de comportamiento en Red. Aunque tampoco es que crea mucho en ello, francamente…

      Estoy de acuerdo contigo con lo que dices de los creadores de información. Pagaremos por cosas diferentes y por motivos diferentes a causa del factor de gratuidad que comentas.

      Gracias por tu aportación!

      Bernat

  2. Es un asunto bastante complicado. Cuento mi experiencia.

    Compre un Kindle hace dos años y medio, y no encontraba sitios donde comprar libros para él. No había. Ni tiendas, ni editoriales, ni nada que se pareciera.
    ¿Cuándo lo compré era consciente de esta situación? Evidentemente que sí. Y sabía que iba a poder leer libros porque los podía descargar desde Internet (P2P, páginas de descarga, la oferta era amplia y variada).
    En este tiempo he realizado un par de descargas de esas masivas de 2000 libros o más, y no las utilicé, porque encontré páginas desde donde descargar los libros uno a uno, con buena calidad, maquetación y alguna errata también.
    Lorenzo Silva se tiró a la piscina, empezó a vender libros sin DRM (protección inutil por otra parte) y me compré la saga Bevilacqua y Chamorro por 15 euros (en total 6 libros). Compré alguno más de este autor a 3-4 euros aproximadamente.
    Llegó Amazon y supuso un cambio considerable. Autores autoeditados que vendían libros a menos de un euro y de vez en cuando ofrecían gratis su libro durante unos días y comencé a comprar muchos más libros, generalmente por las referencias de otros lectores, comentarios en foros, blogs, etc.
    Sigo comprando libros electrónicos en Amazon (bastantes, acabo de comprobar que llevo unos 70 -cuarenta de ellos de pago-), muy pocos ya en papel, de hecho alguno que he comprado lo he descargado posteriormente de alguna página y lo he leído en el kindle. Otros, infantiles en su mayoría, se los compro directamente al autor pagando por paypal y me los envía en el formato que deseo.

    Es difícil pasar de una situación de no pagar nada por los libros a pagar, pero es que no había otra solución, la editorial, la librería o el autor no me daban la oportunidad de comprarlo. Parece que poco a poco se van dando cuenta, pero muy poco a poco. Y en medio de todo esto nos siguen -me siguen- criminalizando. Allá ellos.

    Saludos

  3. Bernat, te honra esta declaración y te hace ganar una enorme credibilidad. Planteas el debate en su punto: ni todo lo que puede hacerses tecnicamente es legal, ni todo lo legal es correcto.

    Creo que el debate que apuntas debe continuar teniendo en cuenta los siguientes aspectos:

    – reformulación y actualización de la institución de la propiedad intelectual
    – configuración de los contenidos como el nuevo petroleo de la sociedad de la información
    – reconocimiento del acceso a los contenidos como un derecho humano de tercer nivel
    – reconocimineto insoslayable de la autoría
    – reconocimiento y defensa de modelos de negocio para las industrias culturales sostenibles y equilibrados

    La articulación de estos vectores creo que será el debate fundamental para los años venideros. Y según como consigamos socialmente encarrilarlos iremos construyendo una sociedad de la información simple y poco madura o bien avanzaremos hacia la construcción de una sociedad del conocimiento real, que debe ser nuestra aspiración.

    1. Hola Enric,

      Hay un aspecto en el que debemos avanzar: que algo se pueda hacer en Internet no implica que debe hacerse. Es una verdad de Perogrullo, al fin y al cabo vamos por la calle respetando unos mínimos comunes de respeto. Hay que inculcar cierta ciberurbanidad, cierto civismo. Ahora bien: no debe ser un calco del mundo real, pues hay equilibrios que en Internet se rompen, no funcionan o lo hacen de otro modo.

      Es muy interesante los cinco puntos que mencionas, porque atiende a todos los actores y avanza en una sociedad del conocimiento, como bien dices.

      Gracias una vez más por tus palabras!

      Bernat

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