Los libreros y sus gremios arremeten contra la digitalización y exigen un lugar al sol en el nuevo paradigma. Los editores se empecinan en proteger su canal analógico de ventas imitando al malogrado capitán Smith. Creo que los libreros se equivocan de enemigo y las editoriales se equivocan de aliado.

A raíz de mi artículo Libreros: subvenciones para polvo y telarañas, un lector, Jesús J. de Felipe, dejó un comentario que reproduzco aquí parcialmente:

[…] los edificios de las bibliotecas públicas se han convertido en carísimos puestos de estudio para preparación de exámenes, a donde los jóvenes acuden también como lugar de encuentro social y de ligue. Algunos padres llevan allí a los niños para cubrir las horas de la tarde y tratar de hacer los deberes o disfrutar de un servicio de “ludoteca”. Algunos jubilados sustituyen al centro de día con la lectura pausada de los periódicos. […] ¿Qué ha quedado de la razón de ser educativa y de acceso al conocimiento y la lectura de las bibliotecas públicas y cuáles deben de ser sus objetivos, su racional presupuestaria y su modelo de gestión en los nuevos tiempos que corren?

Esta reflexión me ha permitido hilvanar el presente artículo. Por paradójico que pueda parecer, se abre un gran futuro para las bibliotecas en el que cumplirán mucho mejor con los objetivos educativos y de acceso al conocimiento que menciona Jesús.

¿Para qué sirve una biblioteca?

Según el punto 1 del Artículo 12 de la LEY 10/2007, de 22 de junio, de la lectura, del libro y de las bibliotecas:

Las administraciones públicas, en el ámbito de sus respectivas competencias, garantizarán el acceso de los ciudadanos a las bibliotecas con la finalidad de promover la difusión del pensamiento y la cultura contribuyendo a la transformación de la información en conocimiento, y al desarrollo cultural y la investigación. Asimismo, las bibliotecas contribuirán a la promoción de las tecnologías de la información y las comunicaciones, procurarán de forma activa su mejor conocimiento y manejo y fomentarán su uso por parte de todos los ciudadanos.

Algo más adelante lo amplía y dice, en sus puntos 4 y 5 que se consideran servicios básicos de toda biblioteca pública:

[…] la consulta en sala de las publicaciones que integren su fondo, el préstamo individual y colectivo, la información y orientación para el uso de la biblioteca […]. [El] acceso a la información digital a través de Internet […], así como la formación para su mejor manejo. Los ciudadanos accederán a los servicios […] de forma libre y gratuita.

Con esta ley los legisladores otorgaron a las bibliotecas públicas un potencial de uso enorme. De ahí que la pregunta de Jesús sea tan acertada, porque si bien la letra de la ley dice una cosa lo que está consiguiendo va mucho más allá.

¿Para qué se usa una biblioteca? Las bibliotecas, en cifras

Las bibliotecas de hoy son espacios públicos con una oferta lúdica y cultural inigualable, nodos sociales de información y conocimiento. Si uno entra en la web de una de estas librerías –por ejemplo la Jaume Fuster, de Barcelona- en lo último que pensará será en pedir un libro, aunque puede hacerlo perfectamente. Para hacernos una idea cabal del potencial del sistema público de bibliotecas, echemos un vistazo a las cifras. Tomaremos como referencia los datos que IDESCAT publica sobre las bibliotecas en Cataluña (datos de 2010 para una población total de siete millones de habitantes) acerca de diferentes aspectos:

a/ Por tipo de biblioteca: hay 811 bibliotecas en Cataluña, de las cuales 418 son públicas dependientes de diferentes organismos, 319 son especializadas –la mayoría también públicas-, 58 universitarias y el resto dedicadas a ciertos colectivos de usuarios.

b/ Horarios: 607 bibliotecas abren por la mañana y por la tarde, 124 lo hacen sólo por la tarde y 80 sólo por la mañana. Adicionalmente, 34 abren durante la noche.

c/ Equipamiento: entre otros, encontramos 4.083 reproductores de imagen (59,6% de la bibliotecas), 3.702 reproductores de sonido (52%), 911 fotocopiadoras (75,6%), 370 lectores de libros electrónicos (5,2%), 8.849 terminales de uso público exclusivo (85,3%), 2.176 impresoras (94,5%), 1.038 escáneres (81,1%).

d/ Fondos existentes: más de 24 millones de libros de papel, más de un millón doscientas mil publicaciones periódicas, más de ochocientos cincuenta mil libros electrónicos (incluye PDF), más de trescientos mil manuscritos y otros documentos, más de medio millón de micro formas, más de cien mil partituras musicales, más de 10 millones de documentos sonoros, audiovisuales, cartográficos, gráficos, entre otros.

e/ Disponibilidad en Internet y otros servicios exteriores: de las 811 bibliotecas, 668 ofrecen acceso público a Internet, 557 con Wi-Fi, 235 con conexión a redes sociales. 612 disponen de página web, con un número agregado de visitas (2010) de 37.256.370. Se contabilizaron un total de 3.141.202 usuarios de Internet desde las bibliotecas.

f/ Servicio de consulta en sala o por Internet: 133 bibliotecas prestan libros electrónicos en sala, mientras que 103 los prestan de forma domiciliaria –incluye el préstamo del eReader.

g/ Préstamo domiciliario: se prestan al año más de 12 millones y medio de libros de papel, casi un millón de publicaciones periódicas, más de diez mil libros electrónicos, más de 6 millones de documentos sonoros y audiovisuales, entre otros préstamos de otros muchos documentos.

h/ Número de visitantes y usuarios: cerca de tres millones ochocientos mil usuarios inscritos. 42 millones de visitas.

i/ Gastos e inversión: más de 34 millones de euros en adquisiciones (libros en su mayor parte), de un total de gasto corriente de más de 175 millones.

¿Y esto qué tiene que ver con los editores y libreros?

Los editores se han visto obligados –y se han prestado gustosamente a ello- a jugar a corto con las bibliotecas. Saben que el dinero público mana cada año y que, más o menos, tendrán su parte en la compra de libros de las bibliotecas. Una vez vendidos los libros, los editores se desentienden de ellos, pues ya no les reportan beneficio alguno.

Usualmente es el librero quien ha vendido libros a las bibliotecas. Eso forma parte del pacto entre caballeros que editores, distribuidores y libreros han sostenido durante décadas. Se trata de no hacerse daño y respetar la cadena del precio fijo del libro (no confundir con la cadena de valor del libro). Cuando este pacto se rompe abunda el berrinche.

¿Cuál es el problema? pues que la digitalización da al traste con tanto dontancredismo destinado a sacar el máximo beneficio de un cliente que, por ley, está cautivo y desarmado.

La biblioteca ha sido siempre la Cenicienta del cuento del libro. Dependiente del sector público se la ha supuesto pobre, mal pagada y destinada a gentes que no podían comprar cultura y debían pedirla prestada, algo muy poco burgués. Pero la cultura empieza a alquilarse, a prestarse, a consumirse on-demand, se hace accesible mediante streaming y a copiarse fácilmente. Antiguas debilidades se tornan hoy nuevas fortalezas.

La red de bibliotecas públicas tiene un montón de ventajas con las que las librerías no pueden competir. No depende de la rentabilidad sino del servicio, hay bibliotecas donde se las necesita, algo que no puede decirse de las librerías. Albergan la práctica totalidad de formatos. Una biblioteca es un entorno social con clubes de lectura y movimiento cultural, cívico e intelectual, puede funcionar en red y el resultado de las sinergias es muy potente. La biblioteca ofrece un servicio y puede ser más flexible en cuanto a los medios con los que lo ofrece; le da igual si ofrece el servicio mediante libros de papel o electrónicos. La tendencia a contener y a recortar el gasto empujará la digitalización de la oferta de la biblioteca. Del mismo modo, el aumento de la lectura digital tirará de dicha oferta.

¿Hacia un modelo público-privado de gestión de bibliotecas?

Un servicio que por definición es gratuito, deficitario y prestado por el sector público no parece compatible con la iniciativa privada. Aunque si eso fuera un impedimento no se hubieran privatizado nunca –en Europa- muchos servicios públicos. Las bibliotecas son un monopolio público de facto, pero creo que no tardarán en dejar de serlo. Y la clave está en la digitalización del libro.

El préstamo del libro de papel no genera beneficio económico directo para nadie; ya generó beneficios en el momento de la compraventa. Sólo vuelve a generarlos si el ejemplar debe ser sustituido por pérdida, robo o deterioro (quedan los costes de mantenimiento del fondo de la biblioteca, pero ahí hay pocas diferencias con un fondo digital).

El préstamo del libro digital podría no generar beneficio económico directo para nadie. Justo cuando escribo estas líneas me entero, vía Comunicación Cultural, que la Red de Bibliotecas Públicas de Cartagena ha puesto en marcha un servicio de préstamo de libros digitales mediante cloud-computing. Los socios de la biblioteca pueden descargarse los títulos en su lector y tenerlos disponibles durante los 20 días siguientes. Al cabo de dicho tiempo, el libro desaparece de sus e-readers. Gratis. Si no tienes e-reader, te lo prestan. Puede parecer absurdo prestar un e-reader, pero pongámonos en la piel de muchos usuarios prudentes, incluso conservadores: ¿probarán una tecnología nueva a costa de una apreciable inversión o bien la probarán mediante el préstamo de la biblioteca? Yo lo tengo claro.

El panorama bibliotecario está maduro, política y tecnológicamente hablando, para que las administraciones cedan la gestión de sus redes públicas de bibliotecas a la iniciativa privada. Es lo que se conoce como modelo público-privado de gestión mediante concesiones que ya funciona en otros ámbitos como las infraestructuras o ciertos servicios básicos universales. La propiedad es pública, la gestión es privada. Eso no implica que el servicio pase a ser de pago por uso: la bondad del sistema público de bibliotecas es que sea gratuito para el usuario –es decir, que se pague mediante impuestos.

Cuando dejamos de prestar objetos físicos y prestamos acceso a archivos, pasamos del producto al servicio. Ni siquiera es necesario que la biblioteca compre el libro a la editorial, bastaría con suscribir un acuerdo de acceso a los contenidos. Los socios de determinada biblioteca accederían al servicio de préstamo y este obtendría los libros de los servidores de las editoriales. De cada una de ellas, o de servicios centralizados como Libranda. No habría onerosos gastos en adquisiciones de libros. No habría costes de mantenimiento de fondos. La administración pública correspondiente sólo pagaría un tanto por cada libro prestado, con la posibilidad de establecer rappels y descuentos en función del volumen. Por fin se podría realizar una gestión seria, equilibrada y ajustada a la demanda de las bibliotecas: sólo se pagaría por lo realmente prestado, sin que ningún libro se muriera de risa en ninguna estantería a la espera de ser consultado o prestado.

Es precisamente ese modelo el que abre la puerta a la privatización del servicio: el préstamo sería gratuito, pero la venta no. ¿Por qué debo mantener la red de librerías –en Cataluña más de 600- y la de bibliotecas –más de 800- cuando con estas últimas cumplo con creces con la función de las primeras? ¿Para qué quiero una librería cuando la biblioteca me ofrece un servicio muchísimo mejor, más variado y de forma gratuita?

¿Dónde está el negocio? El negocio está en el servicio. Las bibliotecas públicas bajo gestión privada podrían funcionar bajo el modelo fremium: habría una serie de servicios que seguirían siendo gratuitos y por los que la administración pública pagaría un tanto por servicio prestado. Pero habría otros que serían de pago, más o menos oneroso en función del servicio prestado. No es lo mismo un préstamo que una compra. Que el sector público subvencione el céntimo de euro del préstamo de un libro es sostenible. Pero si yo quiero comprar un libro –es decir, comprar mi derecho de acceso a perpetuidad- eso debería pagarlo yo. Luego también habría diferencia en cuanto a la calidad del acceso a perpetuidad. ¿Sólo lectura? ¿Lectura y anotado? ¿Lectura, anotado y trabajo con referencias? ¿Trabajo desde la nube o bajado a mis dispositivos? Pasaríamos del modelo actual en el que pasamos por la librería y pagamos por un objeto –y todos pagamos lo mismo- a un modelo en el que pagaríamos por un servicio en la biblioteca y en función del uso que hiciéramos del libro. El servicio básico sufragado por el sector público, los servicios avanzados pagados parcial o totalmente por cada usuario.

¿Es viable? Bueno, basta con repasar el volumen de actividad de las bibliotecas que mencionábamos antes. Decenas de millones de usuarios. Decenas de millones de préstamos. Más de ochocientos puntos de servicio –al menos en Cataluña. La infraestructura lista para el préstamo on-line y pruebas piloto que ya han pasado a la fase de servicio regular (caso de Cartagena). La gestión cultural no tiene por qué ser un juego de suma cero: podemos optimizar recursos públicos, alimentar el sector privado y dar un mejor servicio a los ciudadanos. Es cuestión de que algunos abran los ojos, otros bajen del burro y algunos más de den cuenta de dónde está realmente su enemigo.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

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5 Comments

  1. María Antonia de Miquel 3 mayo, 2012 at 17:45

    Interesante reflexión. Añado sólo a título anecdótico que en la actualidad ya hay algunos servicios bibliotecarios por los que se paga: el préstamo interbibliotecario (al menos en la red de Bibliotecas de la Diputación de Barcelona), por el que el usuario debe abonar una pequeña cantidad. Creo que son unos 1,20 euros por libro, que se supone cubren en parte los gastos de transporte de una biblioteca a otra. Esto en papel, claro.

  2. Bernat, todas tus reflexiones son interesantes pero parece que vives en 2025 en lugar de 2012 y además tienes muchas prisas. A día de hoy el libro digital solo supone un mínimo porcentaje de la facturación de editoriales y libreros. Pero está bien, faltaría más, que alguien vaya por delante. Respecto a la privatización de la gestión bibliotecaria la cuadratura del círculo sería que las empresas que concursaran fueran precisamente los más avanzados de entre los actuales libreros. El tema de la reconversión de las librerías y editoriales llevará tiempo, pues no estamos solo ante un cambio tecnológico sino que se trata fundamentalmente de un relevo generacional en la creación, uso, comercialización y difusión de la cultura y la información. Es decir, de gustos y hábitos además de técnicas. Tendremos que dar tiempo a editores y libreros para que se adapten, del mismo modo que lo vaya haciendo el ciudadano lector y “consumidor” pues es este último el que manda y no aquellos. Tiempo al tiempo.

  3. Jesús J. de Felipe 8 mayo, 2012 at 09:20

    Bernat, muchas gracias por tu referencia en tu post y por tu reflexión, sin embargo y después de tratar de decantar desde ayer tu propuesta me parece que puede pecar del mismo defecto que en algún otro post anterior achacas a la miopía de algunos directivos y empresarios cuando no se atreven a diagnosticar la realidad con el necesario distanciamiento de su propia inercia e intereses. Se podría resumir esto como hacer estrategia como si se condujera mirando hacia atrás por el espejo retrovisor para tratar de deducir así la dirección del camino que va por delante. Las bibliotecas se diseñaron para un entorno quasi-decimonónico que cada vez tiene menos que ver con la realidad actual y no digamos con cualquier escenario de los próximos diez años.
    Tu propuesta-sueño de re-aggiornamiento de la biblioteca es romántico y simpatizo emocionalmente con él, pero si yo fuera a ser uno de tus socios en una aventura empresarial que tratara de desarrollar la oportunidad de la privatización de las bibliotecas creo que pondría serios impedimentos a la misma, salvo que como ocurre en muchas empresas que se dedican a gestionar servicios públicos semi-privatizados p.e. sanidad, educación, concesiones autopistas, etc. nuestra misión fuera la de hacer lobby y gestionar corruptelas para que los políticos de turno nos agraciaran con precios subvencionados o impuestos a la sombra y tuvieran mucha complicidad y condescendencia en la segmentación interesada de la clientela y servicios y en la no exigencia de nuestras responsabilidades. Como yo creo que no estamos en esa liga de emprendedores oportunistas y depredadores, no me parece que pudiéramos obtener la mínima viabilidad para un plan de negocio saludable y estimulante en la gestión de esas bibliotecas que sugieres privatizar y por tanto no deberíamos apoyar esa propuesta hasta que no demostráramos o asumiéramos esa responsabilidad.
    Las bibliotecas como tales están condenadas a desaparecer, salvo las grandes nacionales o emblemáticas o en una función particular de museo, del mismo modo que a la mayor parte de las librerías tradicionales con sus escaparate y libros en las estanterías, al igual que le ocurrió a otras muchas instituciones venerables a las que se le pasó su tiempo –mis enciclopedia Espasa y Britannica que eran de los regalos y adquisiciones en su día más apreciados acabaron en un contenedor de reciclaje en la última mudanza porque el nuevo espacio disponible las hacía inviables ni siquiera a efectos decorativos que era su pobre función actual.
    Si a los espacios que ocupan actualmente se les deja el romántico nombre de biblioteca y como decoración se utiliza el fondo de libros para que sirvan de lugares de ocio, encuentro y de preparación de exámenes con calefacción y aire acondicionado es otra discusión aparte y cuya prioridad de financiación de servicio público habrá que evaluar si hay que elegir entre eso y educación y sanidad básica, como desgraciadamente parece que va a ser el caso.
    Gracias de nuevo y un saludo muy cordial.

    1. Hola de nuevo Jesús,

      Gracias por un comentario tan largo, que te convierte casi en coautor de este blog!

      Estoy de acuerdo en casi todos tus comentarios. Mientras escribía el artículo yo también tenía ciertas prevenciones hacia el modelo que estaba proponiendo. Debo decir que mi idea no va encaminada a crear nuevos oligopolios, al contrario. La idea va en la línea que apuntas en tu último párrafo: nos encontraremos con un escenario en el que las librerías perderán su razón de ser mientras que las bibliotecas, completamente transformadas, no sólo sobrevivirán sino que se superaran. Obviamente mi artículo plantea muchas, muchísimas más dudas, de las que resuelve.

      En cuanto a las prioridades de financiación: hombre, llegados al caso de tener que elegir entre escuelas, hospitales y bibliotecas… la elección ni se produce: escuelas y hospitales. Pero el exiguo presupuesto que dedica nuestro país a las bibliotecas se está demostrando bastante bien gestionado en comparación con otras parcelas más bochornosas.

      Sobre lo que comentas en tu primer párrafo… tienes buena parte de razón. Pensaré sobre ello.

      Gracias una vez más por pasar por aquí!

      Bernat

      1. Jesús J. de Felipe 9 mayo, 2012 at 08:53

        Gracias Bernat, adjunto enlaces a una par de artículos que aunque están más relacionados con las bibliotecas académicas en USA me parecen muy interesantes.

        http://www.technologyreview.com/web/40210/?nlid=nlweb&nld=2012-05-09

        http://www.nybooks.com/articles/archives/2009/feb/12/google-the-future-of-books/?pagination=false

        Un cordial saludo

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