Cuando oigo hablar de piratería en la Red, me indigno. Si lo hacen entes como la Coalición de Creadores o la SGAE, me cabreo. Pero cuando son los editores quienes hablan de ello, me entra la risa floja. Ejemplos los hay a patadas, uno de ellos publicado hace dos días en el diario El País.

Se trata de un panfleto propagandístico a favor del gremio del libro. El de papel. El que mueve átomos en vez de bytes. No comentaría nada acerca de este artículo si no fuera porque en él se retratan de forma desvergonzada, supongo que a causa de su ignorancia, algunos de los responsables de la cosa del libro. El artículo es jugoso, agárrense que vienen curvas.

La excusa –que no el motivo- del artículo es la divulgación, por parte de la Federación de Gremios de Editores, de los resultados del Barómetro de hábitos de lectura y compra de libros de 2010, del cual la FGEE sólo ha publicado la nota de prensa y no la encuesta completa. Bonita manera de asegurarse que los datos sólo son retorcidos por gente de confianza. Tras deslizarse por algunos datos intrascendentes la articulista Tereixa Constenla entra como por casualidad en la piratería. Lo hace así:

Hasta aquí lo que aflora en esta encuesta del gremio de editores. Pero no es el único termómetro que mide la querencia por lo digital. La última campaña de Navidad y Reyes ha disparado las ventas de tabletas (75.000) y lectores electrónicos (80.000), según datos manejados por Libranda, distribuidora de libros electrónicos, y varias editoriales.

Libranda, ese gran distribuidor de productos tecnológicos para el entretenimiento. Ay no… qué cosas tengo… ese es otro, MediaMarkt, o Elcortinglés, o FNAC. Nuestra amiga periodista no desfallece:

Este crecimiento, sin embargo, no ha ido en consonancia con el aumento de las ventas de libros electrónicos. De esta desproporción extrae una conclusión nítida Blanca Rosa Roca, directora de la editorial Roca: “Pensamos que muchos de los que ahora tienen lectores electrónicos lo usan para bajarse libros pirateados. La piratería está creciendo muchísimo”.

Atención a la frase: “Pensamos que muchos de los que ahora tienen lectores electrónicos lo usan para bajarse libros pirateados”. ¡O sea que el vil usuario se compra un eReader para bajarse libros ilegalmente! Yo quiero uno de esos, porque hasta ahora los únicos libros que me he bajado ha sido del eMule con el ordenador. Ningún eReader sirve para bajarse nada.

Que Blanca Rosa Roca culpe a la venta de eReaders de la piratería es como culpar a los fabricantes de cuchillos de la existencia de víctimas de apuñalamiento. El artículo añade:

Durante 2010 Roca denunció a Cedro, entidad de gestión de derechos de propiedad intelectual de autores y editores, casi medio centenar de páginas de Internet donde se descargaban sin permiso algunos de sus títulos. “El de Noah Gordon fue pirateado antes incluso de que tuviésemos la versión electrónica”, afirma Blanca Rosa Roca.

Lo que no se pregunta la periodista es si la versión digital del título salió a la vez que en papel, cosa que queda implícitamente clara por el comentario de Roca: no ¿Por qué? Misterio. O ignorancia. O ganas de especular con el asunto. O ganas de alargar la agonía del libro de papel a base de demorar la publicación de su hermano digital, con lo cual consiguen cargarse, antes de tiempo, al mercado en digital por simple ausencia de oferta legal. Para ver otro ejemplo de ignorancia –o estulticia, no lo tengo claro-, atención a la siguiente perla:

Según el observatorio de la piratería y hábitos de consumo de contenidos digitales, elaborado por la consultora IDC Research para la Coalición de Creadores, el libro fue el sector donde la piratería creció de forma más alarmante, al pasar de ser un 19,7% en el segundo semestre de 2009 al 35,1% en el primer semestre de 2010. El valor de las obras editoriales descargadas sin autorización alcanzó los 421,5 millones de euros.

A esta periodista le cuentan que los unicornios existen, ella se lo cree, lo escribe y El País se lo publica. Sin más. ¿De veras alguien mínimanente informado cree que el valor de las obras editoriales descargadas sin autorización alcanzó los 421,5 millones de euros? Si el mercado del libro digital diera para tanto habría una sobreoferta de títulos, no una escasez. ¿Creen que Planeta & Co. dejarían pasar un pastel como ese? No es que lo dude, es que lo sé: no. Finalmente una pregunta para T. Costenla: Cuando la Coalición de Creadores habla de un aumento del 19,7% al 35,1% ¿qué estamos midiendo? ¿El aumento sobre el total de ventas legales? Eso sería una cifra enorme –a la par que increíble. ¿Estamos midiendo la tasa de incremento en comparación con el trimestre anterior? Eso ya podría ser, pero entonces nos falta un dato que nos permita dimensionar de qué va la cosa –y que nadie aluda a la absurda millonada, por favor. Pero no se vayan todavía, porque aún hay más:

“Necesitamos concienciar a la población de que bajarse libros gratis es robar al autor y al editor. La ley Sinde puede mejorar la lucha contra la piratería pero no es lo único”, opina. Los editores preparan una campaña de sensibilización para difundirla cuando entre en vigor la traída y llevada ley Sinde. Será de tono amigable, sin culpabilizar al usuario, y hará hincapié en la necesidad de escritores y editores de percibir una remuneración por su trabajo.

Lo que de verdad necesitamos es concienciar al editor que, o aumenta la oferta de títulos en formato digital, o la piratería va a ser la única manera que tenga el usuario de leer lo que le plazca. Sí, lo que le plazca, porque de eso se trata: ahora puedo pagar por leer lo que me plazca en papel, pero no puedo hacer lo mismo en digital. ¿Solución? Que nadie piense que de la noche a la mañana el usuario, el cliente, el consumidor va a cambiar un comportamiento compulsivo que las editoriales fueron las primeras en promover. Eso puede pensarse y desearse, pero ni de broma puede esperarse seriamente. Lo de no culpabilizar al usuario ya es de traca: ¿Entonces, en qué consistirá la campaña? Supongo que tendrá un tono positivo, hablándonos de la sacrificada vida del escritor, muerto de frío y hambre en una oscura y húmeda buhardilla. O no, a saber.

Si hasta aquí el asunto ya parece gordo, no nos perdamos lo que dice Arantza Larrauri de Libranda. Reza el artículo:

Arantza Larrauri, directora general de Libranda, cree que es prematuro alarmarse ante la desigualdad en el incremento de la venta de dispositivos de lectura y de libros electrónicos. “En diciembre y enero también se han incrementado mucho las descargas en Libranda, pero hay que esperar para ver cómo van a utilizar el dispositivo”, dice. Libranda no es Amazon. En ningún sentido. El gigante estadounidense es una librería que ya vende más versiones electrónicas que de papel, mientras que Libranda es una mera distribuidora del formato electrónico, “un simple almacén y transportista de archivos”, puntualiza Arantza Larrauri. Es, sin embargo, diana de las críticas por el precio de los libros, los dispositivos anticopias (DRM) o la incómoda experiencia de compra virtual, tres factores que algunos consumidores esgrimen para justificar las fugas hacia la piratería.

Volvemos a lo mismo: es indiferente lo que haga el usuario con el dispositivo, lo fundamental es lo que haga con el ordenador, la computadora, el PC, la máquina, el trasto, el chisme, el invento. Os parecerá una tontería que pierda el tiempo con una nimiedad como ésta, pero es que una parte fundamental del cristo que están montando reside en su incomprensión sobre TODO EL ASUNTO. Todo. Está claro que Libranda NO es una librería y precisamente ese es el problema, problema que queda claro cuando Larrauri dice, supongo que sin sonrojarse, que ellos no son una tienda, sino “un simple almacén y transportista de archivos”. ¡Transportista de archivos! De verdad que no comprendo lo que quiere decir con transportar archivos. Libranda no transporta nada, es la conexión que YO pago la que me permite bajarme los libros que YO he comprado. Lo del almacén es una comparación más aceptable, pero sería innecesaria si, fundamentalmente, Libranda fuera como Amazon, pues la llamaríamos librería digital, o virtual, o en intenné, y yattá.

Este artículo, como todos los que El País pergeña para disfrute del gremio del papel, tiene también su broche de oro. Atención:

“Somos neutrales respecto a los DRM. Hay autores que no tienen, es una elección de autores y editores”, asegura. En cuanto al proceso de compra, responsabiliza a las librerías del hecho de que sea más o menos cómodo. “La voz la tienen los editores y los libreros”, destaca.

Planeta y sus socios, los que mueven la inmensa mayoría del negocio del libro en este país, montan un tinglado para monopolizar la distribución de libros digitales y ahora va Larrauri y dice que son neutrales respecto a los DRM. Créese esta directiva que nos hemos caído de un guindo. ¿De veras uno puede formar parte de Libranda sin aplicar el DRM ni verse expuesto a sugerencias sobre el particular? No me lo creo.

Sobre la voz de editores y libreros… bueno, los editores están demasiado asustados como para comportarse de forma mínimamente lógica y los libreros demasiado ocupados en cerrar, reconvertirse o ver morir su negocio de siempre. Y gentes como estas no les ayudan en nada.

La piratería desaparece con una oferta competitiva. Amigos de lo ajeno los habrá siempre, pero serán sólo una minoría si a los dispuestos a pagar por un buen producto y un buen servicio nos ofrecen una oferta y una experiencia de compra a la altura de las posibilidades hoy existentes. Mientras eso no exista, un servidor no se comprará un solo libro digital (en castellano o catalán, claro) ¿Qué oferta hay? El mismo artículo incluye un recuadro con más salsa sobre Libranda. Lo reproduzco entero:

Arantza Larrauri acepta algunas críticas que ha recibido Libranda por su raquítico catálogo: apenas 2.500 títulos a pesar de estar impulsada por los principales grupos editoriales de España. “Nuestro objetivo para este año es tener 10.000 libros en lengua española e incorporar obras en otros idiomas”, anuncia. No siempre es automático porque hay autores reticentes a las versiones electrónicas de sus obras.

La plataforma cuenta con 24 grupos editoriales asociados y 40 tiendas, entre ellas la gigantesca cadena Barnes & Noble, que facilita la distribución de los títulos españoles en Estados Unidos y Puerto Rico. En los próximos tres meses, Larrauri anuncia la incorporación a la plataforma de librerías y editoriales de América Latina. “Allí el gran desafío es que no hay dispositivos electrónicos”.

Hace exactamente un año dijeron que querían cerrar 2010 con más o menos unos 8.000 títulos. En verano rebajaron esa cifra a 4.000 o 5.000 para terminar, realmente, con 2.500. Larrauri argumenta que la culpa es de los escritores, malotes ellos, que son reticentes a las novedades tecnológicas. No dice toda la verdad. ¿Por qué los autores son tan refractarios al libro digital? En buena parte, por el miedo que les han metido sus editores y por la falta de incentivos –money, guita, pasta- que les ofrecen.

24 grupos editoriales, 40 tiendas virtuales. Presencia en EEUU y Puerto Rico… 2.500 títulos. Qué ridículo están haciendo. Para terminar con el bochorno, me quedo con esta frase: Allí el gran desafío es que no hay dispositivos electrónicos. Parece que América Latina vive en el siglo XIX, o está en otro planeta, o para llegar hay que atravesar algún vórtice espaciotemporal. No señora Larrauri, no: el desafío está en cambiar las mentalidades de aquellos empresarios que se hacen llamar a sí mismos editores, pero no pasan de ser meros almacenistas, mercaderes y especuladores de libros.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

5 Comments

  1. Sí, el artículo de El País es muy triste… Como los demás artículos de El País sobre los ebooks, o como los de Público. Los demás diarios supongo que también escribirán artículos igualmente tristes al respecto, pero como no los leo, ni me entero.

    Creo que Libranda no tiene culpa, sinceramente. Libranda es una plataforma que montaron las grandes editoriales junto a unas cuantas librerías para monopolizar el mercado y, sobre todo, asfixiarlo por falta de oxígeno. Planeta y amigos mandan y la señora de Libranda, obedece. Al fin y al cabo, los clientes de las editoriales no son los lectores, sino las librerías. No se muerde la mano que te da de comer, aunque sepas que dentro de poco no tendrá comida que darte.

    Las editoriales españolas solo podrán medio salvarse si viene un grande (Amazon, quizá Google) y les come toda la distribución digital. Eso si demuestran algo del sentido común del que parecen carecer, que no lo tengo claro. Las que sí están jodidas son las librerías, que van por el mismo camino que ya recorrieron los videoclubs en su día.

    1. Efectivamente, Libranda no tiene culpa pues es un simple objeto al servicio de todos los que están detrás… pero eso no le quita importancia a lo que están haciendo, al contrario: desde el momento en que montaron Libranda se descubrieron. Lo que me sorprende -asusta- es la torpeza con la que lo hacen. Claro que conseguiran retrasar el progreso del libro digital, pero la consecución de sus objetivos no es una buena noticia para nadie -ni para sí mismos- pues tarde o temprano, como muy bien dices, alguine segará la hierba bajo sus pies.

      Al menos, con Libranda, tenemos muñeco del pim-pam-pum…

      ¡Gracias por comentar!

  2. no te olvides de que @elpais está en santa cruzada contra internet y los internautas. aquí se están juntando el hambre con las ganas de comer

    1. Cierto Juan, pero eso no quita para responder de vez en cuando a esa cruzada, sobretodo ante artículos tan descuidados como este. A veces saben disimular algo mejor…

      ¡Gracias por pasarte por aquí!

  3. […] Actualizados : Libro digital, piratería y risa floja Formatos disponibles y deseables Facebook y la […]

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