MURIERONYTAL

La edición tiene dos tipos de personas importantes: las que aparecen en la lista de invitados a ciertos pesebres y los de la lista negra, la de los que nunca invitarán porque (alguien piensa que) tienen influencia pero no son “de los suyos”. Luego hay gente que, como yo, no está en ninguna lista.

Allí me planté, en la fiesta me colé, Coca-Cola para todos y algo de comer. Mucha niña mona pero ninguna sola, luces de colores, lo pasaré bien. La fiesta de RBA encaja bastante con la cantada por Mecano pero aquí se sirve bebida en cantidades poco edificantes y el espectáculo gastronómico es obscenamente pretencioso y abundante. Viejos del lugar me cuentan que la crisis se nota, hay menos comida y menos bebida que el año pasado, que cuando se celebraba en el Hotel Rey Juan Carlos I aquello era apoteósico. No tanto como la fuente de chocolate de cierta fiesta en Frankfurt, pero casi. No lo dicen con nostalgia.

La línea que separa el lujo pantagruélico del exceso hortera es fina y semántica. Creo que no importa. La mayoría de invitados está aquí por trabajo. Se emborracharán, sí. Comerán hasta hartarse, claro. Intentarán ligarse a esa asignatura pendiente a la que sólo ven en estos vodeviles, criatura genial e inalcanzable siempre acompañada de algún ser apolíneo o poderoso –nunca ambas cosas a la vez. Buscarán el saludo de los de arriba, se mostrarán amablemente condescendientes con los de abajo. Con los de su rango bien, gracias, aunque a veces les pese. Ver, ser visto y reconocido como “uno de los nuestros”.

La orquesta del Titanic no para de tocar mientras el transatlántico se hunde en un mar de cinismo tras el duro golpe contra la realidad. Está todo controlado, el buque es insumergible, puede soportar la inundación de nosécuantos compartimentos sin pestañear. En finanzas, en las auténticas calderas de la edición, hace tiempo que pasaron del pestañeo a no querer mirar. Algunos arrían botes. A los de tercera clase ya empezaron a echarlos por la borda. A patadas. Fuera hace frío.

Montaña mágica sin Thomas Mann, sanatorio para una generación que asiste al hundimiento de un continente porque olvidó su contenido. Hoy las figuras se mueren con las sonrisas puestas. Hoy no hay nadie al lado de los césares que les recuerde que sólo son humanos. Divinizan a los muertos con el mismo ahínco con el que los ponían a parir escasas horas antes. Nada nuevo desde Roma.

Todo sector basado en las apariencias dispone de cantidades industriales de buenos profesionales y malas personas. A veces coinciden en el mismo recipiente. A veces no. Algunas figuras serán determinantes y sin ellas no podemos entender ni explicar la edición tal como es. Tras su muerte los suplementos de cultura se llenan de impúdicas hagiografías, grasientos tributos, elogios babosos. Ni muertos tienen los césares nadie que les recuerde, que nos recuerde, que fueron humanos. Quienes más mierda vertieron sobre ellos ahora sacan brillo a su póstuma efigie.

Un puñado de disidentes callaron en público en vida y callarán ahora. Su elegancia les honra. Ellos y una miríada de profesionales con talento hacen de este oficio un lugar maravilloso. En otros sectores también hay gente maravillosa y más hijos de puta mucho menos disfrazados; el mismo puteo pero más sano, con puñaladas por la espalda que sólo sorprenden a los bisoños. El puteo con cultura es más perverso y cruel, te putea gente ilustrada que con una mano ondea altos valores mientras por lo bajo empuña navajas traperas. No lo digo por mí –todo llegará, supongo– sino por la ristra de damnificados profesionales que este sector deja en la cuneta por los motivos más mezquinos imaginables.

Un día una buena amiga me dijo algo que el tiempo ha demostrado: las personas cultas son mucho más retorcidas y perversas que las incultas. Tiene razón. Yo sólo añadiría que, por el mismo motivo, las buenas personas cultas son mucho mejores e interesantes que las incultas. Y la cultura, muchas veces, es más una cuestión de actitud que de libros. Más de buena crianza que de buena cuna y apellido.

 

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

3 Comments

  1. […] Fuente original: Murieron con las sonrisas puestas | verba volant, scripta manent. […]

  2. Así visto, no anima mucho el sector como para introducirse en él… Sus reflexiones me recuerdan el hilarante “Happiness” publicado por Emecé ya hace un puñado de años.
    Saludos

  3. Todo lo negro que puede tener el mundo de la edición seguramente ya lo haya criticado Fernand Divoire en Introduction à l’étude de la stratégie littéraire, pero no deja de sorprender.

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