PELU

Hace quince años André Schiffrin escribió ‘La edición sin editores’, exponiendo cómo los grandes grupos editoriales estaban sacrificando la calidad literaria y el oficio editorial. El tiempo le ha dado la razón pero ciertas tendencias apuntan a que la (buena) edición seguirá en manos de los editores pero (quizás) ya no necesitaremos editoriales.

Para publicar un libro ya no es necesaria una editorial. Para editar (bien) un libro es recomendable recurrir a un editor –entre otros profesionales–, aunque si el autor tiene los arrestos y la temeridad necesarios puede decidir autoeditarse y hacerlo mal; ojo, no dudo que sea buen editor del libro de otro, de lo que podemos estar seguros es que el autor es el peor editor de sí mismo. Eso es algo que sabe cualquiera que escriba un blog.

Hace un lustro pocos autores autopublicaban su obra y todavía menos la editaban. Solían autoeditarla. Esta situación parece estar cambiando; aunque no disponemos de datos fiables tanto los testimonios de algunos autores como los de profesionales independientes parecen indicar que los autores son cada vez más conscientes que autopublicar no implica autoeditar.

Autoeditarse es como peinarse sin espejo y una editorial es como una peluquería. El problema llega cuando los autores dejan de confiar en las editoriales pero siguen confiando en los editores, es decir, ya no van a la cadena de peluquerías a que les hagan el peinado de moda, piden que el peluquero se pase por su casa. Todo esto parece un poco patillero –nunca mejor dicho– pero se basa en dos tendencias:

Autores que han hecho el viaje de ida y vuelta: Mercedes Pinto es una escritora que empezó autopublicando en Amazon, luego firmó con dos editoriales y más tarde volvió a autopublicarse sus propias obras. Dispone de un blog muy interesante en el que publicó un artículo titulado ‘Captados en Amazon, esclavos de la pluma’ en el que expone su decepción tras el paso por las dos editoriales mencionadas. La escritora nos cuenta que recurrió a Amazon cuando no encontró editorial que la publicara. En un año consiguió:

  • Tener dos títulos entre los 10 más vendidos de España, Alemania, Francia e Inglaterra […].
  • Cientos de reseñas y comentarios positivos en la red […].
  • 10.000 lectores que pagaron por mis libros […].
  • Una media de 500€ mensuales […].
  • Control absoluto sobre mis obras: la posibilidad de corregir erratas, rebajar precios, poner gratis alguna de mis novelas en determinadas fechas… Y, sobre todo, tener conocimiento absoluto de todos los datos de ventas y posición en las listas, al instante.

Qué levanten la mano los autores ‘profesionales’ publicados por editoriales que ingresan 500 euros mensuales, 6.000 euros al año. No hay muchos ¿verdad? Bien, resulta que su éxito atrajo a dos grandes editoriales. Mercedes Pinto dice lo siguiente:

Fue entonces cuando se pusieron en contacto conmigo dos grandes editoriales. La una se quedó por 7 años con los derechos de los cuatro libros que ya tenía en Amazon. Y la otra con los derechos de una novela inédita.

Podéis imaginaros mi alegría, ¡dos de las grandes!, mis libros con los mejores sellos editoriales y, además, hacía tiempo que había conseguido agente literario. ¡Lo más! La envidia de miles de escritores.

El cielo de cualquier escritor; las grandes editoriales se fijan en ti, te pagan anticipos, te ofrecen contratos en exclusiva, te editan una nueva novela. Prestigio. Luces de colores. Lo pasarás bien.

Pues no. Así resume Mercedes Pinto su experiencia al cabo de un año de firmar con ambas editoriales:

  • Tener todos mis libros fuera, no del Top 100, no, del Top 1.000.
  • No más de treinta reseñas y comentarios positivos, ni el 5% de lo que conseguía sola (cosa lógica, habían desaparecido de las listas y escaparates, todo mi esfuerzo se había perdido).
  • A la editorial que me dio el adelanto de 2.000€, […] como mis royalties EN UN AÑO han sido de 150€, le debo 1.850. Atentos a la jugada, que esto tiene su aquel: recibo 1.400 y después de un año debo 1.850, quiero decir, no recibiré ni un euro de las ganancias hasta que no supere esta cifra. Y, lo mejor de todo, dudo mucho que a este paso pueda saldar la deuda en los seis años de contrato que restan.
  • Cero control de mis obras y beneficios […].
  • Han publicado una de mis novelas en papel y está muy bien distribuida, pero de esto solo ha pasado un mes y no podré contar qué pasa con las ventas y royalties hasta el año que viene por estas fechas.

Huelgan comentarios. Mercedes Pinto es de esa clase de autores que están dispuestos a partirse el pecho por su obra, a defenderla y promocionarla; sabe hacerlo y ninguna editorial lo hará mejor que ella misma porque la cadena de valor no permite ceder al escritor el porcentaje suficiente. Es así de sencillo.

Por otro lado es imposible que una gran editorial, con su estructura y escalado de costes, pueda dedicar el esfuerzo necesario para promocionar con solvencia la obra de Mercedes y a la vez la de cincuenta o cien autores más. Mercedes trabaja el 100% para Mercedes. La editorial apenas dedicará a la escritora el 5% del esfuerzo promocional y comercial, eso siendo muy optimistas.

Los problemas –para la editorial– no terminan ahí; la escritora cambiaba sus precios a placer en Amazon. En papel eso es imposible. Hoy, firmar con una editorial y publicar en papel implica que el autor queda sujeto a un precio fijo que será inevitablemente alto en comparación con el precio de autopublicación en Amazon. Si se autopublica… bueno, se puede ser más creativo incluso vendiendo en papel.

Si Mercedes Pinto firmó con esas editoriales fue por el reconocimiento que suponía pero también por otra razón:

[…] lo que verdaderamente me empujó a firmar fue el convencimiento de que al estar apoyada por editoriales de renombre podría dejar la promoción y dedicarme a escribir. ¡Error! No me promocionan en absoluto y no me apoyan en ninguna de mis iniciativas. Jamás he invertido tanto tiempo en publicidad como ahora. Hasta tal punto me ignoran que en la presentación en Madrid de “Maldita”, estando a un paso de las oficinas, ni siquiera hicieron acto de presencia, además de cero apoyo económico, ni el triste cartel que me prometieron; el evento me costó 650€.

Para esta escritora firmar con una editorial no supuso acelerar su profesionalización, al contrario. Cedió todo lo cedible a las editoriales y éstas, a cambio, le devolvieron muy poco. Para ella fue peor trabajar con una editorial que con Amazon. Eso debería invitar a reflexionar a más de uno.

Autores que nunca harán el viaje de ida: algunos autores de nicho, como los técnicos, empresariales o de autoayuda, no han publicado nunca con una editorial y nunca lo harán. Hasta hace poco editar un libro en ciertos sellos daba prestigio al autor; éste no trabajaba con la editorial por dinero, sino por relevancia y visibilidad. Incluso esto está cambiando: ya se dan casos de editoriales que reciben negativas de autores que se están autopublicando. De nada sirve el prestigio, la relevancia o el incentivo en forma de sustancioso adelanto. Esos autores han conseguido que cada uno de sus libros se venda por millares alcanzando rentabilidades por ejemplar –hablamos de más del 50%– que ninguna editorial conseguirá jamás, al menos con la actual cadena de valor.

Estos autores no son tontos. Entienden que pueden prescindir de una editorial, pero cada vez tienen más claro, por experiencia, que necesitan editores, correctores, diseñadores gráficos, fotógrafos, entre otros profesionales. Los autores están aprendiendo que el conocimiento de la editorial está al alcance de la mano, que es cuestión de buscar buenos profesionales y que estos, a causa de la cicatera política de las editoriales, nunca han estado tan baratos. Bienvenidos a la edición con editores pero sin editoriales.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

12 Comments

  1. […] Hace quince años André Schiffrin escribió ‘La edición sin editores’, exponiendo cómo los grandes grupos editoriales estaban sacrificando la calidad literaria y el oficio editorial.  […]

  2. Me gustaría que casos como este sirvieran para que los escritores autopublicados (y sus agentes) intenten negociar, con más determinación, lo que para mí son mejores condiciones de contrato con editorial: ceder los derechos de solo una obra, durante pocos años y en cierto formato, como el papel.

    Qué fácil es decirlo, soy consciente : ) Por supuesto que sería un riesgo pedir esto, la editorial podría retirar la oferta y tren perdido, pero para la editorial también es insensato no querer replantearse unas cláusulas y dejar escapar a autores que venden. Es una prueba y una oportunidad para ambos, autor y editorial. Como dices, las editoriales tendrán que mostrar lo que aportan si quieren seguir existiendo dentro de un tiempo, al igual que los demás elementos de la cadena.

    No a todos les saldrá tan bien como a Hugh Howey, que tras no sé cuántas conversaciones para llegar a un acuerdo cedió a una de las grandes editoriales únicamente los derechos de los libros impresos. Ahora bien, tampoco les sale perfecto a todos los que aceptan las condiciones de siempre.

  3. Muy interesante aunque no sé hasta qué punto representativo. Me pregunto si ha mejorado mucho el modo mediante el cual se puede “tener conocimiento absoluto de todos los datos de ventas y posición en las listas”, pues no hace aún muchos años hubo ejemplos conocidos de manipulación de esos datos e incluso de compras hechas por la propia empresa cuando pretendía demostrar con rapidez que la autopublicación con ella era un chollo.

  4. Algunos de mis clientes son autores que publican por cuenta propia. Dos de ellos han publicado con una gran editorial y ahora prefieren autopublicarse. Los argumentos para no querer publicar con la editorial son prácticamente los señalados por Mercedes Pinto; ambos casos publicaron libro en papel. Y una inquietud en alza: cómo puede el autor saber realmente cuánto ha vendido si publica con una editorial; cada vez más los autores me preguntan por ello, porque desconfían de las liquidaciones. Y este será un punto clave a la hora de autopublicar o publicar con una editorial: el control que el autor pueda tener de su obra en general, pero especialmente de las ventas.

  5. Dos apuntes: a día de hoy son muchísimos más los autores que prescinden de un editor que los que contratan sus servicios. En otro orden, las editoriales que ocupan nichos (libros sobre religión, ciertas ideologías, economía, por ejemplo) sirven también como referencia para hallar nuevos autores. Las posibilidades futuras son muchas incluyendo la posibilidad que la autopublicacion se refimensione.

  6. Gracias por este post tan claro, Bernat. Voy a poner como tarea escolar a mis autores y alumnos que vengan a leerlo y me hagan una redacción de trescientas palabras.

    Según lo veo yo, los editores independientes pueden romper la vieja (y la mayoría de veces acertada) creencia de que autopublicarse es sinónimo de libro mal editado y contenido mediocre. Está claro que el antiguo modelo de negocio de las editoriales clásicas ha quedado obsoleto, así como sus estructuras organizativas.

    La pregunta para las editoriales ya no es cuándo van a cambiar. La pregunta es cómo van a sobrevivir si no hacen algo durante el próximo año. Porque las medidas adoptadas hasta ahora no es que estén dando unos grandes resultados. Yo creo que esto va rápido… en uno o dos años, todo revienta por algún sitio.

    El futuro es la autopublicación y la autopromoción de autores, nosotros ya lo sabemos. Ahora falta que más escritores se den cuenta y ya se acaba de liar.

  7. No había leído este artículo, que me parece muy interesante y acertado, no solo porque hace mención a mi experiencia. De hecho, desde que publicara el post “Captados en Amazon, esclavos de la pluma”, he recorrido otro buen tramo del camino, muy satisfactorio, autopubliqué mis dos últimas obras y estoy más que contenta. Sí, la autoedición es una buena opción si nos ocupamos de que nuestros textos estén bien pulidos y presentados.
    Muchas gracias, un honor llegar hasta aquí. Seguiremos contándonos.
    Un saludo.

  8. […] Hacia la edición con editores y sin editoriales | verba volant, scripta manent. Hace quince años André Schiffrin escribió ‘La edición sin editores’, exponiendo cómo los grandes grupos editoriales estaban sacrificando la calidad literaria y el oficio editorial. El tiempo le ha dado la razón pero ciertas tendencias apuntan a que la (buena) edición seguirá en manos de los editores pero (quizás) ya no necesitaremos editoriales. […]

  9. […] Hasta hace poco, en este mismo post explicaba que la Autopublicación siempre debería ser una segunda opción… pero las reglas del juego han cambiado. […]

  10. Hola: muy interesante el artículo pero ¿qué puede hacer un autor si tiene dificultad para publicar en Amazon por no estar familiarizado con la maquetación, conseguir el ISBN etcétera.
    Saludos

  11. […] La rendición de cuentas y la transparencia deben ser pilares básicos de nuestro oficio (y de tantos otros, en realidad). Sin confianza entre autor y editor no hay futuro para la edición, y esta puede ser una de las razones por las cuales muchos autores hayan decidido autopublicarse y estén tomando las riendas en la gestión de sus derechos. Que no se escandalicen luego los puristas que ven libros editados sin editoriales tradicionales porque es posible que ellos mismos hayan creado ese futuro que ahora temen y critican; ese futuro al que apunta Bernat Ruiz Domènech en su acertado artículo «Hacia la edición con editores y sin editoriales». […]

  12. Buen artículo. Lástima que solo lo “entendamos” los que estamos dentro de la edición. La gente “normal” no cree que como escritor valgas gran cosa si te autopublicas… será que no eres bueno.
    Otro pensamiento muy habitual es el “La editorial se tiene que encargar de editar un libro y luego te da a ti 100 copias para regalar, así que tampoco me cobres tu libro” 🙂

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