Spain's Education Minister Jose Ignacio Wert speaks during an interview with Reuters at his office in Madrid

Érase una vez la Unión Europea que, ensimismada en su mecanismo, decidió que como los libros digitales son software tenían ser tratados como servicios y tributar al tipo normal de IVA. Dio igual cómo lo usaran los lectores, el único criterio fue técnico: si lees en un dispositivo el mismo libro que podrías leer en papel pagarás más IVA. Una estupidez.

No sé si a los grandes grupos editoriales la cosa les pilló de sorpresa, durmiendo o miraron hacia otro lado pensando que esa medida protegía indirectamente el negocio de papel. Lo que sí sabemos es que dos tipos de organizaciones se apresuraron a beneficiarse de la medida, por un lado los Estados que juegan al dumping fiscal, como Luxemburgo –descubierto recientemente en tan legal como poco edificante trama– y por otro aquellas multinacionales que juegan al escondite con los impuestos vendiendo aquí y tributando allí. Todo legal, eso sí.

Ahora la UE ha decidido arreglar tamaña estupidez con una tontería fiscal. Tal como nos cuenta Arantxa Mellado en Actualidad Editorial:

A partir del 1 de enero de 2015 entra en vigor la Directiva comunitaria de 2008 según cual la tasa de IVA que grava los libros digitales será la del país donde se encuentre el comprador/consumidor (para la CEE, el ebook no es un producto, sino un servicio digital). Hasta ahora el IVA imponible era el del país donde estuviera domiciliado el vendedor/prestador del servicio.

Dejaremos para mejor ocasión que entre la promulgación y la entrada en vigor de una directiva pasen siete años. Sí recalcaremos que la UE no ha reaccionado en respuesta al clamor –tibio y poco convincente– del sector editorial, sino de aquellos Estados que más dinero perdían con el troleo institucional de Luxemburgo. La dirección emprendida es fiscal, no cultural.

Si grandes Estados con grandes grupos editoriales como Francia, Reino Unido, Alemania, España e Italia hubieran presionado para equiparar el IVA de los libros digitales con el de los libros de papel no me cabe duda que el 1 de enero de 2015 el paisaje sería muy diferente. Sin los Estados citados no se cocina nada en la UE por una cuestión de PIB y peso demográfico. Debemos preguntarnos qué han estado haciendo –o qué no han estado haciendo expresamente– los respectivos lobbies editoriales para que la medida sólo beneficie la recaudación de los Estados.

Las implicaciones de la entrada en vigor de la citada directiva tienen un alcance editorial indirecto. Como también nos cuentan en Actualidad Editorial:

La duda es cómo van a afrontar este cambio los pequeños minoristas y las editoriales y autores que practican la venta directa. A partir del 1 de enero van a tener que enfrentarse a la obligación de aplicar diferentes tasas de IVA y de hacer cobros en diferentes países.

Los que se benefician de la nueva directiva son los grandes grupos editoriales para los cuales atender un nuevo requisito administrativo no es ningún desafío. Para “facilitar” la vida a los pequeñuelos se ha establecido una especie de ventanilla única –de incierto funcionamiento– en la cual pueden darse de alta todos los actores del libro que lo necesiten, de forma que no tengan que tramitar cada transacción en cada país diferente. En la Agencia Tributaria tienen a bien informar de las reglas del invento.

Falta de equidad y lesión a la competencia

La medida carga en los empresarios un problema causado por regulaciones supranacionales. Se falta a la equidad privilegiando a los grandes por encima del resto y se lesiona la competencia. Hay formas más eficientes de solucionar el desaguisado del IVA de los libros y la tributación entre Estados de la UE:

  • Atender a la naturaleza de uso de los productos, no a su naturaleza tecnológica, distinguiendo entre el archivo descargable que se lee como un libro de papel, el servicio de lectura en la nube –equiparable a la televisión de pago– y otros servicios mixtos derivados de contenido escrito, como los cursos on-line, que puedan encuadrarse en otras categorías.
  • Equiparar el IVA de los libros de papel y digitales. Los viejos del lugar ya saben que mi opinión es que el IVA de todos los libros debe ser al tipo normal, no al reducido –un IVA al 21% es un dislate pero ese es otro tema. En su defecto lo más importante es que tengan el mismo tipo y el reducido sería un mal menor.
  • Poner en manos de los Estados un mecanismo compensatorio posterior a la tributación del IVA. La tecnología ya permite imputar de forma directa a quién le corresponde pagar cuánto, dónde y a qué agencia tributaria. Es mucho más eficiente centralizar dicha labor en veintitantos Estados que en miles o decenas de miles de empresas, de forma que se igualen las reglas de la competencia. No se requiere inventar la rueda: en cuestiones como la imputación de costes a la atención sanitaria a ciudadanos comunitarios en países de la UE eso ya está solucionado.
  • Hacer cumplir las leyes europeas que países como Luxemburgo se saltan alegremente mediante un IVA aplicado al libro del 3%, fomentando el dumping fiscal de empresas como Amazon, entre otras. En octubre de 2012 la UE dio un plazo de 30 días a Francia y Luxemburgo que no pareció asustar a nadie.
  • Avanzar hacia la unión fiscal europea; este tema escapa al alcance de este blog y sólo lo menciono a título enunciativo.

¡Ah! Y menos mal que en muchos países el precio del libro es fijo, de otro modo el galimatías de la nueva directiva de la UE sería apocalíptico. Como de costumbre se trata de ausencia de voluntad política. Tampoco es que los grandes grupos editoriales estén haciendo nada que modifique el statu quo o, en su caso, están cambiando lo justo para seguir siendo grandes. No espero de ellos otro comportamiento pero que no nos digan que esta nueva directiva les perjudica porque bajo esta perspectiva salen ganando. Como siempre.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

One Comment

  1. Reblogueó esto en NeoDodosy comentado:
    Reblogueo directamente este post y os animo a leer más sobre el tema del IVA en el Desván.

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