Miguel_Ángel_-_Creación_de_Adán– Imagen: Wikipedia

Mi último artículo suscitó un animado intercambio de pareceres con uno de los aludidos, Luis Magrinyà. De lo comentado con él me quedo con dos cosas: Magrinyà tuvo la sensación que el congreso se pareció demasiado a una convención de ventas –y me animó a hablar de ello– y está convencido que yo escribo mis artículos por darme aires, para promocionarme. Le prometí hablar de lo primero. De lo segundo hablaré porque me apetece.

Estoy de acuerdo con él en la forma pero no en el fondo. Sí, el congreso tuvo momentos de convención de ventas. Sí, uno de los efectos de escribir en este blog es que aumenta mi notoriedad. La diferencia entre su interpretación y la mía es que mientras él mira el dedo, yo prefiero mirar la luna.

Todo congreso que no sea estrictamente académico toma un inevitable cariz comercial. El II Congreso del Libro Electrónico tiene entre sus objetivos conocer mejor el funcionamiento de una nueva industria. Para ello reúne a profesionales y empresarios que hablan de productos y servicios concretos, tanto en el escenario como entre el público, donde muchos aprovechan para hacer networking, tan diferente de lo que yo prefiero llamar “qué hay de lo tuyo” que nada tiene que ver con el clásico hispánico de “qué hay de lo mío”.

Se queja Magrinyà, en un par de tuits, que en cada descanso le intentaron vender algo con algún peregrino argumento (la conversación se dividió en dos hilos, por eso puede parecer algo confusa):

Como dijo Diego Armando Maradona en una célebre campaña contra la droga en los años ochenta: “simplemente, di no”. En un encuentro profesional no podemos evitar que alguien nos intente vender algo; de nosotros depende darle largas con más o menos elegancia.

Un congreso joven, como el de Barbastro, necesita encontrar el punto de equilibrio entre sus componentes tecnológico, industrial y comercial. Montar un certamen como éste no sale gratis. El hecho de hacerlo en una modesta localidad oscense ya es casi un milagro; si hace cinco años alguien me hubiera dicho que se consolidaría un congreso sobre el libro digital en Barbastro le hubiera pedido un poco de la sustancia que tomaba.

Eso impone peajes políticos y comerciales. La primera hora del jueves estuvo dedicada al discurso, a mi parecer anodino, de un repertorio de representantes institucionales locales y provinciales. Lo entiendo y lo acepto –aunque no lo justifique– porque para que ciertas cosas sean posibles hay que dejar que algunos salgan en la foto. Si con esa hora perdida aseguramos la prosperidad del congreso –y la de la gente de Barbastro– me doy por compensado.

Hubo algunas ponencias y charlas descaradamente comerciales a las que sólo les faltó añadir “espacio comercial patrocinado” como en el caso de “Experiencias de autoedición” presentada por Koro Castellano, directora de Kindle para España y Portugal. Lo cierto es que la posterior charla de los escritores fue interesante. En este caso entiendo, acepto e incluso justifico el formato. El apoyo de Amazon es determinante para el sostén del congreso y eso tiene contrapartidas. Yo preferiría que los patrocinadores fueran otros pero esto es lo que hay.

Hubo también espacio para la promoción de start-up o nuevas empresas del sector que venían al congreso con un ánimo comercial indisimulado. Cada una dispuso de sus siete minutos de gloria la tarde del jueves y de mesas en el vestíbulo en las que atender a los interesados en sus servicios. Me consta que les compensó acudir al congreso y opino que lo que nos contaron fue, en general, interesante.

Resumiendo: sí, el II Congreso del Libro Electrónico se pareció un poco a una convención de ventas pero un encuentro profesional debe tener un elemento comercial bien engrasado. Mejorable, sin duda, con mucho más recorrido, espero, pero no podemos perder de vista que sólo se han celebrado dos ediciones del congreso. Démosle un poco más de cuerda.

El blog y la autopromoción

Hasta aquí las cosas serias. Ahora voy a hablar de este blog y de la notoriedad. Luís Magrinyà me acusó de buscarme enemigos para promocionarme a mí y a mi blog. Esa es una inversión de los términos. Ya he dicho algunas veces que abrí este blog para aprender y que dejaré de escribir en él cuando ya no cumpla esa función. Yo aprendo cuando escribo porque saco las ideas a pasear. Muchos artículos han empezado en un sentido y han terminado en otro muy distinto porque su fase de documentación ha señalado que ciertas hipótesis eran incorrectas. Me he equivocado más veces de las que he acertado en los diagnósticos a futuro. Para mí el blog es, en primer lugar, una herramienta de aprendizaje.

Es inevitable que esta exposición pública suscite cierto interés. El primer año y medio de vida este blog atraía escasa atención. Si mi única intención hubiera sido publicitaria lo hubiera cerrado hace ya tiempo sin llegar nunca a las actuales 244 publicaciones.

Abrí este blog en junio de 2010 y, en términos de marca personal y notoriedad sólo comenzó a ser rentable a principios de 2013, cuando empezaron a llamarme para participar en charlas y mesas redondas.

Todo esto que parece una excusatio non petita tiene como objeto señalar que todavía son muchos los que, provenientes de una concepción clásica de Alta Cultura, consideran unos arribistas a todos los que no hemos sido ungidos por instancias académicas o institucionales. Cuando Luís Magrinyà me tilda de publicista de mi ego da a entender que toda su carrera editorial, literaria y lexicográfica ha transcurrido en un monacal y anónimo aislamiento. Obviamente no es cierto, ha ganado algún que otro premio literario como el Herralde (2000), el Otras Voces, Otros Ámbitos (2011), escribe regularmente en El País y le invitan a charlas y conferencias. Su presencia en medios es notoria, debemos suponer que es merecida y dudo que nadie se lo haya reprochado.

A él le pagan por escribir, a mí no. Puede que, para él, la diferencia sea esa. Puede que, para él, la palabra sólo tenga valor si alguien es capaz de pagar un precio al margen de los lectores que uno tenga. Puede que, para él, la única forma de saber si la palabra tiene valor es el reconocimiento de aquellos a quien admira. Muchos nos conformamos con apreciar las opiniones y conocimientos no tanto por sus padrinos como por su contenido. Muchos ya no necesitamos Academia, Canon Occidental ni Alta Cultura para andar por las ideas pero valoramos su utilidad para entender de dónde venimos.

Vivimos en un mundo más desordenado pero también mucho más interesante, fluido y fecundo que el del pasado. Somos cada vez más los que nos atrevemos a decir y argumentar que ciertos discursos son vacuos, obsoletos e inútiles para comprender lo que está sucediendo; el prestigio, los galones o la hoja de servicios ya no pueden ser baremos que impongan respeto intelectual.

Dejemos atrás la potestas, el poder otorgado desde arriba y abracemos la auctoritas, la autoridad moral e intelectual que proviene de la aprobación del público, venga de donde venga, sea de arriba, de abajo o entre iguales, se trate de masas o de minorías, paguen o no por nuestras palabras. Todos tenemos algo que decir que debe ser respetado y puede ser criticado o ignorado. Los argumentos deben bastar para entendernos. Hagamos buen uso de ellos sin timidez.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

7 Comments

  1. A mi entender el mundo digital y el nuevo paradigma tienen mucho del Punk, un movimiento en el que el escándalo, el auténtico, no eran las crestas o los ercutos de Sid Vicious. Lo verdaderamente escandaloso era que esos zanguambos se atrevieran a subir a un escenario sin la mínima educación general para tocar un instrumento y pervertir las esencias rockeras; lo que fascinaba a la muchachada eran los conciertos en un barco bajando por el Támesis mientras se interpretaba un God Save the Queen prohibido por las autoridades.

    Pese a todo, lo más divertido de aquel asunto es que el movimiento Punk lo generó Malcom McLaren, no para revolucionar la música, sino para poder vender la ropa estrafalaria que exhibía en su tienda de Londres. El punk tuvo sus más y sus menos, pero la década de los 80, cuando la industria del disco ganó las cantidades obscenas de dinero que ahora añoran, no hubiera sido lo mismo sin aquella revolución.

    Algún dia aparecerá (y puede que ya esté entre nosotros) el Malcom McLaren de la edición digital, alguien que para poder vender alguna morralla por Internet podrá patas arriba el mundo editorial.

    Y que no cunda el pánico: los viejos rockeros nunca murieron, sólo se convirtieron en dinosaurios.

  2. […] – Imagen: Wikipedia – Mi último artículo suscitó un animado intercambio de pareceres con uno de los aludidos, Luis Magrinyà. De lo comentado con él me quedo con dos cosas: Magrinyà tuvo la sensació…  […]

  3. Pero bueno, y si el congreso aporta diálogos interesantes entre profesionales ¿qué tiene de malo que haya un elemento comercial? No lo entiendo. El libro es industria y si no genera dinero se acaba el chiringuito.
    Y si escribieras en tu blog para “publicitarte” (término que acabo de descubrir que es tan perverso para algunos como marketing) ¿qué tendría de malo? Si fuera el caso, que me consta que no lo es, sería mucho más legítimo que muchos chanchullos hijos del amiguismo y las ganas de perpetuar un círculo endogámico tan propio del sector editorial convencional.
    Por favor, un poco de aire fresco porque estoy harta de ver siempre las mismas caras y oír los mismos nombres con los mismos discursos. Ya está bien del stablishment de la alta cultura que da carnets de legitimidad.

    1. No puedo estar más de acuerdo contigo. El tipo de discursos “marketing caca, ventas pupa, promoción cutre, etc.”, siempre lo sueltan los mismos. Pero esos mismos no se cortan un pelo a la hora de aceptar premios (algunos de dudosa adjudicación, como bien sabemos) o de aparecer en los medios. ¿Qué hay de malo en escribir un blog para promocionar una marca de autor literario?¿Qué hay de malo en promocionar unos servicios de utilidad que hoy día los editores no toman en serio? Pero claro, a vista de pájaro, los que andamos tocando con los pies en el suelo somos como hormigas fácilmente despreciables.

  4. A mi parecer lo verdaderamente turbador es que el congreso no se ha vendido como lo que ha acabado siendo. Por mi parte me parece que es una versión de Liber Digital.

  5. No he investigado sobre el tema, y tal vez sea por deformación profesional, pero yo entiendo que los congresos y convenciones derivan de las primitivas ferias y mercados, donde los productores iban a vender los frutos de su trabajo a quienes necesitaban de ellos.

    Tal vez se hayan actualizado y no todas las transacciones que se realizan en según qué ferias se cierran mediante un intercambio económico. Pero hoy día, quien no vende un servicio o producto, vende una imagen o compra una lealtad. Prueba de ello son los políticos que quieren aparecer en la foto y todos lo aceptamos como normal, nos guste más o menos.

    Por desgracia o por suerte, nuestra sociedad se mueve por el dinero. Todo el mundo ve normal pagar por tener una vivienda o por conectarse a Internet… en cambio, parece malo intentar vender algo o buscar una interacción profesional que reporte beneficios de algún tipo a la larga.

    Creo que va siendo hora de modificar algunos conceptos relativos al dinero y el aspecto comercial de las relaciones profesionales. En los países ricos, se habla abiertamente de dinero, de comprar y de vender, sin complejos ni sentido de culpa. Que el congreso del libro electrónico sea una convención de ventas, yo lo veo positivo.

  6. Un poco de humor a todo esto:

    Congreso del Libro Electrónico, “yo me lo guiso y yo me lo como…” 20.09.2013

    http://jaimejaner.blogspot.com.es/2013/09/congreso-nacional-del-libro-electronico.html

    Saludos a todos.

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