El pasado 20 de mayo se clausuró la Feria del Libro de Sevilla 2012. Como viene siendo habitual en este tipo de certámenes, las ventas han bajado. Han bajado mucho. Han bajado demasiado. Javier López, director de la feria, achaca el desplome a los imponderables.

Si Felipe II no mandó sus naves a luchar contra los elementos, Javier López cree que los libreros tuvieron que lidiar con los elementos y perdieron un 20% de ventas. Así lo cuenta la nota de prensa de la Feria, que dice:

Las ventas de la Feria del Libro de Sevilla 2012 han descendido un 20 por ciento respecto a la pasada edición, fundamentalmente por las altas temperaturas registradas en la primera parte del encuentro. Los distintos expositores han coincidido en que el excesivo calor ha influido negativamente en los resultados, aún más que la difícil coyuntura económica, aunque en los últimos días, con el descenso de las temperaturas, se ha registrado un repunte significativo de afluencia.

Bien. Uno supondría que el calor disuadió a los sevillanos de visitar la Feria: menos visitantes, menos ventas. No nos dicen cuantos visitantes menos pero, según lo pintan, lo que dicen se sostiene. Diferente es cuando leemos lo siguiente:

El director de la Feria, Javier López, señaló que no se han alcanzado los objetivos de ventas, aunque sí los de promoción y asistencia de público.

¿No vendieron lo esperado pero cumplieron los objetivos de asistencia? Entonces ya no entiendo el primer párrafo, a no ser que en Sevilla el calor no disuada de salir a la calle, pero sí de sacar la cartera.

No se alude a ninguna encuesta a pie de stand. Habla de la opinión de los expositores, opinión forzosamente sesgada e incongruente con los datos –los fríos e inapelables datos- de asistencia. Se aduce una correlación entre bajada de temperaturas y aumento de asistencia, pero esa correlación no implica causalidad. De hecho, dicha causalidad es imposible si damos por bueno el éxito de asistencia.

No sé qué ha sucedido exactamente, pero sí sé –porque he decidido creer sus datos, que no sus interpretaciones- que las ventas bajaron un 20%. También sé que sólo han hablado del tiempo y de la crisis en general. Nada han dicho de la crisis de la edición, del desplome general en las librerías, sospechosamente parecido con el descenso en Feria. ¿Hace más de un año que hace demasiado calor en todas las librerías españolas? ¿Debemos recomendar a los libreros que bajen la calefacción en invierno y suban el aire acondicionado en verano? Perdón por el chiste, pero la reducción al absurdo permite desvelar ciertos detalles.

Del programa de la Feria me consta que se habló de digitalización. Directa o indirectamente, la reconversión tecnológica del sector estuvo presente. Es ya inevitable. Pero ya no basta con invitar al tecnólogo de turno a que nos cuente cómo funciona un e-book. No basta con un taller en el que un gurú nos hable de su magia digital mientras nosotros seguimos firmes en nuestro prejuicio analógico. Las instituciones del libro –las ferias entre ellas- deben encabezar la reconversión. Y sus mensajes deben reflejarlo. Aunque duela o, precisamente, porque duele. Aunque implique confesar que el desplome de ventas viene causado por un modelo que ya no se sostiene o porque, precisamente, implica reconocer en público, lo jodidos que reconocen estar en privado.

(Y que cansino me pongo, oye…)

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

One Comment

  1. El único problema del ser humano en sociedad es que nunca está dispuesto a bajar la cerviz… ni ante sus propios logros. No sabe verse por intuición en conjunto por muchas revoluciones que propugne. Y luego nos tachan de individualistas a los “otros”.
    … Ay, ¡tiempo!, nuestro compañero… the rain in Spain is not a pain.
    😉
    La feria del libro de Sevilla es una fantochada, como intuyo que casi la de cualquier otra ciudad.
    A los libreros, antiguos y MUY nuevos, les hace falta repaso de la historia del comercio, de la edición y una licenciatura en sociología. A las editoriales, antiguas y novísimas, paso por la ESO actual (que ya es poco pedir).
    Un saludo
    (tú te pondrás cansino, aunque para mí no lo supones; yo lo soy, y lo supongo hasta para mí)

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