A Jaume Roures se le rompió su juguete. Intentó arreglarlo. No pudo. Decidió tirarlo e irse a jugar con otros juguetes. Llegó otro niño, recogió las piezas y empezó a jugar con ellas. Roures vio que ese niño se divertía con el mismo juguete roto que él había despreciado. Y quiso recuperarlo. Lloró. Y se lo devolvieron.

Jaume Roures ha decidido acudir a la subasta de la web del extinto rotativo Público, a la que sólo estaba previsto que acudiera la cooperativa de trabajadores que se hizo cargo del proyecto cuando el periódico se hundió. Cuando repasaba estas líneas para publicarlas he sabido que la jueza encargada del caso ha dictado un auto por el que la web se adjudica a Roures. Se puede valorar la iniciativa del empresario –y la de sus socios- desde dos puntos de vista muy distintos:

Interpretación optimista

En tiempos tan jodidos como estos –jodienda simple para todos, doble para la prensa, triple para algunos desdichados- a uno le apetece ser un poco optimista. Por eso empezaré por la interpretación positiva del suceso: Jaume Roures y sus socios, presa del remordimiento y llevados por un sentido del deber fuera de lo común entre el empresariado hispánico, han decidido retomar las riendas de su estrellado proyecto para reflotarlo. Fin. (Fundido a negro, títulos de crédito, banda sonora, aplausos).

Interpretación realista

Prefiero el realismo, a poder ser mágico. Pero aquí no hay magia por ninguna parte. Lo que tenemos es un caso de digitalización del refranero español. Si el original reza:

El perro del hortelano no come ni deja comer

En la versión 2.0 dice así:

Jaume Roures sí come, pero no deja comer

El chucho tradicional parece un ser miserable que se dedica a tocar las narices sin sacar nada de provecho. Encajaría con la definición de estúpido que Carlo Maria Cipolla hace en su ensayo Las leyes fundamentales de la estupidez humana (publicado en Allegro ma non troppo). Siguiendo al mismo autor, el nuevo cánido resultaría ser un malvado, pues con su acción él se beneficia a costa de otros.

Juguete roto y actitud ante el cambio

Lo que diferencia a la pandilla de Roures de los gestores de MásPúblico es su actitud. Roures quería un periódico como los de siempre. Aplicó el manual del periodista analógico y la cosa no salió. Ahora, el fallo de una jueza le ha devuelto el juguete, pero no le ha dado la razón. En este caso es muy difícil separar la cuestión moral de la empresarial, pues una lleva a la otra. El acto de Roures se parece demasiado a una injusticia, con demasiado ensañamiento, falta de visión y muy poca generosidad. Llega demasiado cargado de antecedentes poco edificantes, de demasiadas promesas incumplidas, para que podamos creer que todo se hace con la mejor de las intenciones. ¿Debemos creer que Roures ha aprendido, en tan sólo tres meses, a hacer un diario a la altura del paradigma digital?

Ignoro qué harán ahora los impulsores del proyecto MásPúblico. Tienen un Plan de Acción y me gustaría que pudieran llevarlo a cabo. Habían reunido una apreciable suma de dinero de la que quizás puedan disponer para poner en marcha un proyecto diferente, más conectado con quienes aprecian –apreciamos- la prensa de alta calidad. O, como mínimo, honesta, que ya sería decir mucho. De intentarlo harán todo lo que sea necesario, por heterodoxo que parezca. El hambre aguza el ingenio y en su caso deberán convertirse en virtuosos de la imaginación y la inventiva. Les va la vida. A Roures y los suyos, no.

Post scriptum: habrá que estar atento a cómo se desarrolla la historia de ahora en adelante, pues en MásPúblico ya están informando sobre la empresa que ha utilizado Roures para llevarse la web.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor