Recientemente se ha celebrado el XXII Congreso Nacional de Libreros en Las Palmas de Gran Canaria. Al finalizar dicho encuentro, los allí reunidos han decidido hacer públicas unas conclusiones acerca de los cambios que experimenta el sector.

Todo aquél que haya participado en la redacción de conclusiones tras una reunión con un grupo heterogéneo de personas, sabe que entre la letra y el espíritu del documento final puede haber una gran, enorme, distancia. Es por eso que demasiado a menudo el contenido de tal declaración es lo suficientemente concreto como para significar algo, pero lo suficientemente vago como para permitir que cada cual lo entienda a su modo y se sienta cómodo.

Eso es precisamente lo que sucede con el documento de conclusiones del Congreso Nacional de Libreros. Es voluntarista y bienintencionado pero es a la vez tan abierto… que cabe casi cualquier cosa. Entremedias se cuelan, además, ciertos fantasmas, vicios y lugares comunes del sector que lo lastran. Paso a comentar el documento:

1- Los libreros españoles somos conscientes de los cambios sociales que la tecnología digital está produciendo en los hábitos de los lectores y de las implicaciones en el mundo del libro. La experiencia de los libreros veteranos atestigua que siempre ha habido retos difíciles que nuestra profesión, tan vocacional, ha sabido afrontar y superar, y que los jóvenes libreros que asisten a este Congreso asumen.

No tengo tan claro que los libreros españoles sean del todo conscientes de lo que se les viene encima. La experiencia de los libreros veteranos no sirve para el cambio en el que ya estamos sumidos; al contrario, esa experiencia no les permitirá adaptarse correctamente al cambio. Porque si hasta ahora cambiaban actores, cambiaban técnicas, cambiaban públicos, lo que cambia ahora es el libro mismo. Casi toda la experiencia de quinientos años pasa a ser material de museo y contenido de los libros de historia. Por eso creo que los jóvenes libreros no sólo deben asumir la experiencia de sus mayores: es que deberán superarla, superándose a sí mismos y a las difíciles e inéditas circunstancias que les esperan.

2- El sector del libro español ha elaborado un Plan Estratégico para adecuarse a los cambios y desafíos de nuestro tiempo. Algunas de sus líneas maestras son:

a. Un plan de apoyo a la red de librerías independientes que ayude a su continuidad y fortalecimiento.

b. La creación de un sello de librería de calidad.

c. El desarrollo de planes de formación reglada para los libreros.

d. La defensa del mantenimiento del precio fijo para el libro en todos sus formatos y soportes.

El punto a es más una pregunta que una respuesta o propuesta. Perdón por la pregunta, ya sé que hay cosas que se dan por supuestas pero ¿qué es una librería independiente? ¿quién decide quiénes son libreros independientes y quiénes no lo son? ¿el baremo es el tamaño, la facturación, la estructura societaria? Puede parecer sencillo discriminar entre los que son y los que no lo son, pero en realidad es algo más complicado. Pongo algunos ejemplos en Barcelona: las cadenas de librerías Laie y La Central, son empresas que disponen de diferentes centros en diferentes ciudades, pero su espíritu -o al menos lo que les gusta decir de sí mismas- es de librería independiente ¿lo son? La Casa del Libro es una gran cadena de librerías propiedad de un grupo editorial ¿se supone que no es independiente porque forma parte de dicho grupo pese a que en sus estantes hay libros de otros grupos y de editores independientes? Me atrevo a sugerir -por experiencia lo sé- que el personal que encontramos en los pasillos de Laie, La Central y Casa del Libro siente una vocación profesional similar, la mayoría son meros -pero respetables- dependientes. En casi ninguna de esas librerías encontraremos al librero arquetípico -¿existe?- que muchos tienen en mente.

El punto b es casi más difícil. ¿Qué es la calidad librera? ¿calidad en qué? McDonald’s ha recibido el sello de calidad turística y todos tenemos muy claro qué tipo de restaurante es. Algo que aprecio mucho en una librería es que me dejen en paz. Para mí eso es calidad ambiental, por ejemplo. Otro aspecto que valoro es el espacio, la tranquilidad y la abundancia de títulos, para lo cual es necesario mucho espacio. Supongamos que hemos conseguido definir lo que es una librería independiente sin dejarnos a nadie fuera y sin que se nos cuele nadie impropio. En tal improbable situación, ¿cómo medimos la calidad? ¿por la especialización? ¿por la -posiblemente agobiante- atención al público? ¿por la ubicación geográfica? ¿por los títulos disponibles? ¿por el currículum del librero y del resto de dependientes? Difícil lo veo, por decirlo suavemente.

El punto c me parece, directamente, una soberana tontería. El de librero es un oficio que puede aprenderse, pero dudo que pueda enseñarse. Podemos enseñar biblioteconomía, podemos enseñar una serie de técnicas de marketing directo, relacional e interactivo, podemos enseñar la gestión del punto de venta, podemos enseñar a tratar bien al público, podemos envasar todo eso en unos improbables estudios reglados y oficiales, pero no estaremos formando libreros sino dependientes de lujo. Y creo que los libreros no pueden permitirse ciertos lujos. ¿Qué les ofrecerá la profesión a esos titulados? ¿dónde van a trabajar? ¿cuantas promociones podremos formar antes de saturar el mercado -si es que el mercado no está ya saturado? Sobretodo me cuesta responder a una pregunta fundamental: ¿para qué?

Al punto d sólo puedo calificarlo de numantino. Conste que la actitud heroica de esos antiguos celtíberos mesetarios merece todo mi respeto pero con cierta visión histórica sólo podemos calificarla de cerril estupidez. El mantenimiento del precio fijo es el mismo tipo de cerril estupidez: los libreros se muestran, de ese modo, dispuestos a caer con las estanterías puestas. Sublime. Heroico. Posiblemente épico. Imposible, también. Porque en un mercado tan líquido -gaseoso- como el digital, en el que las fronteras son entelequias, no hay ningún impedimento para que yo compre un libro editado en España bajo precio fijo, de venta en los EEUU a precio libre. Pero es que, además, el precio fijo sirve a una cadena de valor que se acerca también a su fin y protege la incompetencia y la falta de eficiencia de algunos, perjudicando a la mayoría.

3- Los libreros optamos por la incorporación decidida de Internet y el mundo digital a nuestra realidad cotidiana a través de:

a. La participación en distintas redes sociales.

b. El impulso de la impresión bajo demanda.

c. La creación del portal “www.todostuslibros.com”, que permite a cualquier usuario saber en qué librerías hay disponibilidad de cada título concreto.

d. La consolidación de “Los Libreros Recomiendan”, blog participativo en el que se destaca el papel prescriptor del librero.

Los libreros anuncian que llueve y optan por abrir el paraguas o ponerse el chubasquero. Sensata decisión, pero no vamos a aplaudir. Hay cosas de sentido común, como el punto a. El punto b habrá que verlo, puesto que hace ya unos cuantos años que eso existe y la pelota no está en su campo, sino en el de los editores.

El punto c empieza la casa por la ventana ¿de veras hay que marear al cliente haciendo que sea él quien se mueva? ¿de veras no sería mucho mejor poner en marcha un servicio para que el libro viajara del almacén del editor a casa del cliente? Si yo, como cliente, tengo muy claro qué libro quiero comprar ya antes de salir de casa, ¿por qué tengo que pasar por la librería? Si puedo esperarme unos días, compro el libro de papel por Internet sin desplazarme a ningún sitio para ello. Ahora puedo hacerlo, pero ese libro sale de la librería, con lo cual, en vez de ahorrarme uno o dos costes, me cuesta más. Entiendo que los libreros no quieran dispararse en el pie proponiendo ellos mismos su puenteo, pero no entiendo que no tengan en cuenta esa amenazadora posibilidad.

El punto d incide en una de mis manías personales. Nunca he necesitado de la prescripción de un librero -y nunca he pensado que eso sea un problema. Es más, las pocas veces que algún librero ha insistido en prescribirme algo me he sentido importunado. Entiendo que un dependiente pueda acercarse a preguntarme si puede ayudarme en algo, pero tras la respuesta negativa es recomendable que se abstenga de seguir. Dudosamente un dependiente de la sección de trajes de El Corte Inglés insistirá en que te pruebes un traje en el que ni habías reparado y que posiblemente ni te guste. Pues eso es lo que hacen algunos libreros de esas librerías llamadas independientes. En el nuevo paradigma del libro, el poder prescriptor van a tenerlo los propios lectores y eso no será nada nuevo. Ha sido siempre así. Por muy prescriptor que sea un librero, si el libro no gusta al público, este acabará por no comprarlo.

4- Los libreros reivindicamos la función de vendedor final que nos reconoce la ley del libro. Esta función exclusiva debe respetarse también en las ventas a través de internet y en las diversas ferias del libro, cuya titularidad deben ostentar los gremios de libreros contando con el apoyo del resto del sector y de las administraciones públicas para su organización.

Cuando apareció Libranda les hice una pregunta: en caso de no ser librero, ¿yo también podría vender libros desde su plataforma? La respuesta fue afirmativa: lo único que yo necesitaba era una web con pasarela de pago y conectarme a su repositorio. Fin de la película. Les pregunté si además tenia que tener librería a pie de calle y me dijeron que no. Entonces, según eso… ¿cómo se supone que vamos a mantener la función exclusiva del librero? La ley del libro está hecha para los libros de papel y, aún así, tiene más lagunas que Doñana. Vende libros Carrefour, venden libros los quioscos, vende libros El Corte Inglés, venden libros los periódicos y libros venden también las tiendas de los museos. ¿El libro es uno de los objetos que se venden en lugares más dispares y ahora que pasan a ser digitales se supone que debemos restringir su venta? Pues no veo como. Creo que están confundiendo deseos y realidades.

5- Las iniciativas institucionales de apoyo a la difusión y venta de libros a través de las librerías deben ampliarse, contribuyendo a que el libro mantenga la relevancia cultural y social que merece.

Soy un bibliómano impenitente desde jovencito, pero con los años he aprendido a desconfiar de ciertas declaraciones hacia el libro. El libro mantendrá la relevancia social y cultural que cada sociedad decida. Ni más, ni menos. Nada en nuestra cultura, salvo el ser humano, merece respeto per se. El libro tampoco, sea este de papel, digital, esté trazado sobre una tablilla de arcilla o sobre papiro. El apoyo de la administración al libro, a parte de parecerme un privilegio impropio que tiende a fomentar ineficiencias del sistema, me parece un agravio a otros sectores que no gozan de tan elevada estima.

6- Destacamos la importante presencia de editores y distribuidores en este Congreso, con quienes hemos de seguir desarrollando proyectos colectivos de mejora del sector y campañas de promoción que fomenten la oferta bibliográfica rica y plural de la red librera española.

Vale, hay que quedar bien con los invitados, faltaría más. Y de paso les damos un toque, hay que recordar siempre a los socios que es mejor no hacerse daño. De ese modo conseguirán caer todos juntos por el precipicio.

7- Esta buena sintonía debe sentar las bases para la celebración de un congreso conjunto de todo el sector del libro, iniciativa que cada vez parece más necesaria y cercana.

Lo que para mí es necesario y debería estar ya cerca es un ataque de sentido común, de realismo y de mirar pa’fuera. No sé para qué servirá un congreso conjunto, más allá de reunirse para llorar como plañideras por un pasado esplendoroso -para ellos- que se fue y nunca volverá. ¿Qué papel jugará en ese hipotético encuentro el distribuidor? Tiene todos los números de ser convidado de piedra, por no decir el muerto al que organicen el funeral. En cuanto a los libreros, ojo, porque detrás del distribuidor, van ellos. Y en cuanto a los editores… les tocará pagar la fiesta, despedir a los últimos invitados, llamar a alguna que otra ambulancia, apagar la luz y dedicarse, finalmente, a la edición digital con las miras puestas en sus clientes, los lectores, esos que los libreros, en sus conclusiones, tan sólo han mencionado una vez para referirse a sus cambios de hábitos. Los lectores son los que de verdad pagan la fiesta y nadie se acuerda de ellos. Mal vamos. Bueno… mal van.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor