NIÑO2

Hace unos días publiqué una crítica a una de las arengas radiofónicas que Rafael Vallbona dirige a la ortodoxia cultural en la que él sostenía que las listas de los más vendidos el Día del Libro –Diada de Sant Jordi en Catalunya- son poco menos que una plaga cultural de langostas y que los libreros debían dedicarse a llevar a cabo una numantina y callada labor cultural para dejar en segundo término esa sucia cosa de pagar facturas.

Al mencionado escritor no le gustó nada mi crítica, que también apareció en catalán en el diario cultural digital Núvol, medio en el que él también colabora. Vallbona tenía varias opciones: ignorarme y hacer como si nada hubiera pasado; responder en el mismo medio en catalán; responder en éste blog. En cualquier caso él tenía y sigue teniendo el derecho a réplica en los mismos términos y medios en los que yo realicé mi crítica. Incluso tiene el derecho de rectificación si demuestra que algo de lo que yo dije es falso y/o injurioso.

Rafael Vallbona no sólo parece renunciar a todo ello sino que ha preferido valerse de uno de sus grandes altavoces –su colaboración con el diario El Mundo- para escribir un artículo y esconder la mano. Digo que parece haberlo publicado en El Mundo porque el propio escritor re-publica sus artículos en su blog y los etiqueta como “El Mundo – Tendencias”, que es donde yo lo encontré (no he conseguido dar con el original en la edición digital del diario madrileño). Comentaré su artículo pues es tan breve como jugoso. Al no disponer de la supuesta versión original en castellano he tenido que traducirlo. Empieza así:

Como critiqué la publicación de listas de libros más vendidos el Día del Libro y se me respondió con un artículo tan insultante como poco documentado en un medio digital, amplío argumentalmente los motivos por los cuales digo que las listas son sesgadas y perjudican la diversidad literaria, tal como sostiene un cargo de Cultura y yo comparto.

He releído varias veces las dos versiones de mi artículo. Como es habitual en mí, el artículo contiene sarcasmo, ironía, vehemencia, mala leche e incluso algo que en catalán llamamos rauxa, que es tan intraducible como el seny, pero que vendría a ser algo así como impetuosidad y arrebato. Lo que no he encontrado es ningún insulto; si Rafael Vallbona se siente insultado por un artículo con los ingredientes descritos es que tiene la misma sensibilidad a la crítica que cualquier dictadorzuelo. Cuando uno puede proyectar su mensaje sobre centenares de miles de oyentes y lectores es recomendable disponer de ágil cintura democrática.

Dice que mi artículo está poco documentado pero no se molesta en documentar su propio artículo. Yo ya dije por qué las listas podían ser útiles para cierto tipo de lectores y para muchos libreros. Yo no negué que las listas fueran sesgadas, lo que puse en duda es que estuvieran manipuladas tal como él sostenía. Dije literalmente que “… las listas del Gremio se basan en las ventas de aquellos agremiados que deciden compartirlas y, si hay cocina –que la hay- esta es meramente estadística. Podemos discutir si los libreros que participan en la muestra son más o menos representativos, pero meter ahí a los grandes grupos es, como mínimo, arriesgado”. Ignoro qué parte de mis palabras no entendió el escritor porque el núcleo de su argumentación, el siguiente párrafo, no se sostiene:

Para asegurar desde la entidad que acoge a la mayoría de libreros [se refiere al Gremio de Libreros de Catalunya] que el más vendido es (o será) tal, o que se han vendido más libros en catalán que en castellano debe contarse con un método transparente y fiable, y Libridata no lo es. Me lo aseguran editores y responsables de la Generalitat. No lo es porque no todos los libreros ceden sus datos diariamente, porque es imposible que al atardecer del Día del Libro todo el mundo haya transferido sus datos (faltan los puestos a pie de calle, mayoritarios ese día) y porque ni Casa del Libro, ni Corte Inglés ni FNAC aportan información, y son librerías que venden mucho y en castellano. Libridata no publica los datos reales (el acceso es restringido a los usuarios), contrariamente a lo que hacen en Francia, donde periódicamente se publican las cifras de ventas de 200 títulos.

Vallbona demuestra necedad (primera acepción del diccionario de la RAE) cuando confunde “transparente y fiable” con “representativo de todos los libreros catalanes”. La lista del Gremio es la de aquellos de sus afiliados que trabajan con LibriData, no la de todos los libreros. Ya dije que podía parecerme sesgado pero no puede afirmarse, sin pruebas o indicios razonables, que esté manipulado. Él habla de que algunos editores y responsables de la Generalitat se lo han dicho. Obviaré la conversación de ascensor como fundamento intelectual.

LibriData es lo que es y Rafael Vallbona no parece entender cómo funciona ni para qué sirve. LibriData no es un oráculo al que consultarle enigmas, es una herramienta de gestión para que los libreros trabajen de forma racional y eficiente; trabaja con datos reales, es decir, con ventas en firme, algo que por ejemplo no puede decir la encuesta de casi ningún diario español como el mismo en el que él colabora. Podemos criticar que la información llegue tarde –el propio Gremi publicó varias listas provisionales y una final- podemos alegar que, efectivamente tal como yo apunté, no están todos los que son pero sí son todos los que están. Que el acceso a LibriData esté restringido a sus usuarios no me parece criticable, del mismo modo que él debe vetar el acceso a su ordenador personal. Son herramientas de trabajo. Lo que sí puede hacer es pedir los datos de LibriData al Gremio. ¿Lo ha intentado?

La alusión a Francia es grotesca. ¿De veras pone como ejemplo cifras de ventas de 200 títulos? ¿Eso es acaso suficiente, representativo, envidiable, encomiable? Tan corto es quedarse en los 10 más vendidos como quedarse en los 200, teniendo en cuenta que las novedades –no digamos ya el fondo- alcanza decenas de miles. Si mostramos los diez o veinte o cincuenta principales es porque en términos informativos son los más relevantes para aquellos para los cuales las listas son útiles. Otrosí, si no lo hicieran los libreros lo haría cualquier otro agente como ahora ya sucede: consultoras, periódicos, revistas culturales… no veo que critique las listas de ventas en general –las de su mismo periódico sin ir más lejos- sino las de aquellos que tienen más razones para publicarlas, los que venden los libros. Prosigue el escritor:

Entonces, por qué se siguen publicando las famosas listas que tampoco no hacen ningún bien a los libreros? Hay quien dice que el público lo reclama. Falso. Cuando no existían nadie lo pedía. Hay quien dice que los mismos editores que se quejan (con la boca muy pequeña) ya les va bien por cuestiones promocionales. El Conseller está en contra y exigió que en el brindis de Sant Jordi no se hablara del asunto. Pero ya veremos el año que viene. Todo el mundo reconoce que las actuales listas hacen más daño que el bien que pretenden pero callan por el qué dirán y por si acaso. Eso tan catalán de “el meu mal no vol soroll”.

“Hay quien dice”. Se rumorea, se dice, se comenta. La réplica del chascarrillo, la anécdota, el lugar común. En un alarde de demagogia dice que “nadie pide las listas”, como si alguien pidiera la telebasura, como si un millón de moscas no pudieran equivocarse o, sin ir más lejos, como si el público le hubiera pedido a él que escribiera sus más de veinte libros.

Es arriesgado decir que las listas no hacen bien a los libreros. Teniendo en cuenta las pocas herramientas con las que cuentan, como colectivo, para pulsar el mercado, compartir los datos de ventas y publicarlos puede ayudarles a saber qué títulos de alta rotación no pueden faltar en su mesa de novedades. No se trata que todo sea de alta rotación –servidor de ustedes ha criticado dicho fenómeno- sino de reservar un espacio para aquellos títulos comerciales que permiten mantener la persiana abierta cada día. Es pragmatismo comercial, el único librero culturalmente relevante es aquel capaz de abrir cada día.

La opinión del Conseller Ferran Mascarell puede ser interesante si es él quien la manifiesta públicamente, pero dicho de oídas suena al pelota de la clase amenazando al resto con el castigo del profe o a un sargento de la Guardia Civil pidiendo que nos disolvamos y no formemos grupos porque ahí no hay nada que ver. Ha pasado el tiempo en que la autoridad competente mandaba en estos asuntos pero al señor Vallbona parece incomodarle que un cualquiera, desde un blog cualquiera, sin haber sido ungido por uno de esos grandes medios en los que él colabora, le critique.

Aludir a “todo el mundo” queda muy bien en la barra del bar con carajillo en ristre, pero es feo en un artículo en el que pretenda argumentarse con algo de seriedad. ¿Quién es todo el mundo? Más allá de esas gargantas profundas que le confían lo que parece que de verdad siente el sector, ¿tiene datos? ¿O hablamos de lo que flota en el ambiente?

He querido dejar para el final una cuestión de etiqueta periodística. Cuando uno lanza una réplica de buena fe es de buena educación mencionar al replicado y al medio de comunicación. En Internet además de la cita es exigible el enlace. Rafael Vallbona no hace ni lo uno ni lo otro y los primeros perjudicados son sus lectores, que le ven gesticular en el vacío. En segundo lugar deja sin posibilidad de contrarréplica al adversario, pues es imposible que el medio donde publica Vallbona –en este caso El Mundo- se dé por aludido. Es algo extraño referirse a Núvol simplemente como un “medio digital” porque el escritor ha publicado allí seis artículos. Simular que no les conoce de nada es, por decirlo suavemente, poco educado. Poco fino.

A ciertos escritores se les atraganta Internet, se les atraviesan las redes sociales, se les indigesta la libertad de expresión horizontal, esa que prescinde de la prescripción vertical, del acrítico respeto reverencial al escalafón, al currículo, al palmarés y a los servicios prestados. No dudo que la trayectoria de Rafael Vallbona sea admirable, más de veinte libros y cinco premios literarios lo atestiguan, pero una necedad en la boca de un gran escritor sigue siendo una necedad. La diferencia es que antes era imposible señalarla. Ahora podemos. Me pregunto quien es el indocumentado.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor