Hay una versión en catalán de este artículo.

Como ya sabían todos aquellos que no habían perdido la capacidad de sumar y restar, este año el 23 de abril no habrá Sant Jordi (San Jorge, en catalán) o, por decirlo con el eufemismo de moda, se va a aplazar. Alguien pensará que si se pudo aplazar la Feria del Libro de Madrid se podrá aplazar Sant Jordi. No es tan sencillo.

En primer lugar, la feria madrileña no está estrictamente ligada a una fecha concreta; en segundo lugar, Sant Jordi —patrón de Catalunya— no solo es la fiesta del libro, también es la fiesta de la rosa, para las parejas es más importante que San Valentín y se venden muchas más rosas que libros; en tercer lugar y mucho más importante, no sabemos en qué estado se encontrará nuestra red de librerías para cuando eso suceda. Habrá una fecha a la que llamaremos Sant Jordi, montaremos puestos en la calle, no tengo ni idea de si habrá también rosas, pero no será Sant Jordi.

Porque Sant Jordi no es una fiesta cultural, es una fiesta comercial que concentra el 5% de toda la facturación anual del libro en Catalunya —sin contar el libro de texto, del que pronto hablaremos— y, además, el 10% de la facturación en catalán. Sí, es “la festa del llibre i la rosa” pero, sobre todo, es aquel día del año que permite que muchas librerías catalanas sobrevivan; también bastantes editores. Si el día se mueve mucho sin previo aviso, la facturación también lo hace, y el castillo de naipes se viene abajo.

No es una previsión, estoy describiendo lo que ocurre como ya hice más extensamente hace unos días hablando de cómo se vería afectado el sector del libro en toda España.

El daño a la edición en catalán puede ser irreparable. De los 22 millones de euros que se facturan ese día, 13 millones —el 60%— corresponde al libro en catalán. En primavera se vende algo más y, por eso, a lo largo del año la proporción es muy diferente: alrededor del 30% en catalán, 70% en castellano.

La facturación anual del libro en catalán, sin contar el libro de texto, alcanza unos 123 millones de euros. Una Primavera Negra, según los cálculos de la Cámara del Libro de Catalunya —que son los de la Federación Española de Cámaras del Libro— se llevará por delante un tercio de la facturación pero, como en su cálculo incluyen el libro de texto que se comporta de forma muy diferente, la afectación al libro comercial en catalán será de alrededor del 50% anual, es decir, algo más de 60 millones de euros.

Además, el catalán es más sensible que el castellano al descalabro de las librerías, sobre todo al de las medianas y pequeñas, porque se vende más en dichos canales, que son los más afectados por esta crisis con el 42% de la facturación; el castellano, en comparación, se queda en el 34%. El catalán también se vende menos en cadenas de librerías (12,2% en catalán, 18,6% en castellano), en hipermercados (4% frente a 8,8%) y quioscos (0,1% frente a 3,9%).

Todo, en catalán, es mucho más pequeño, como la mayoría de las editoriales, que están más expuestas al impacto de una Primavera Negra. El mercado en catalán es reducido y, aunque se extiende por un dominio geográfico que contiene unos 15 millones de habitantes, apenas podemos sumar un millón de lectores porque apenas la mitad habla o usa la lengua de manera habitual y hay zonas en las que los hablantes son una pequeña minoria; también debe compartir mercado con la edición en castellano, que ofrece a los lectores entre cinco y diez veces más títulos —depende mucho del género—, las tiradas son más pequeñas y la rentabilidad, en términos generales, es algo más baja.

Por tamaño del mercado, exposición coyuntural, debilidad estructural y sistema institucional, el peligro que corre el sector del libro en catalán —y, por extensión, el de euskera y galego, por no hablar de asturiano o aragonés— es mucho mayor que el del libro en castellano, pues este, por mal que funcione, siempre tendrá detrás un mercado enorme.

Las propuestas que la Cambra del Llibre de Catalunya dio a conocer son bastante vagas y, sin duda, beben directamente de las publicadas por FEDECALI, que ya analizamos aquí. No mencionan específicamente el libro en catalán, cuando no hay otro entorno institucional del libro que agrupe a los principales eslabones de la cadena de valor que pueda ocuparse de la cuestión. No es un buen síntoma.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

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