Anna Manso es una escritora catalana de literatura infantil y juvenil, ha publicado un extenso hilo en Twitter donde denuncia, de manera directa y sin ambages, la situación de desamparo a la que la Primavera Negra aboca a los escritores. Lo que dice Anna es dolorosamente cierto y pagarán doble esta crisis. Tal como ella lo expone, este año puede que no cobren porque los editores no tendrán dinero para hacerlo y el año que viene, o bien no cobrarán porque sus editoriales habrán dejado de existir, o cobrarán menos por el descenso de ventas de 2020; en cualquier caso, mayor zozobra en un oficio ya de por sí inseguro.

Anna comenta otros aspectos particulares de la edición infantil y juvenil en catalán, como el impacto que la socialización del libro de texto y las lecturas escolares ha tenido en las ventas de la literatura infantil y juvenil, y la vulnerabilidad de una lengua como la catalana, con un mercado pequeño y compartido con otra lengua que edita muchos más libros, como la castellana.

Hemos recogido el hilo y le hemos dado forma para poder compartirlo (además de traducirlo sólo hemos tocado lo imprescindible, manteniendo el estilo tuitero de frases cortas):

Leo opiniones acerca de los problemas del sector editorial. Los autores aparecemos (si es que aparecemos) como si fuéramos un complemento barato de ropa. Y yo ya estoy hasta los ovarios. Permitidme que os cuente qué nos pasa a los escritores de literatura infantil y juvenil.

El confinamiento nos pilla en temporada alta y hemos perdido todas las charlas y actividades programadas en centros escolares y bibliotecas. Nadie nos garantiza que luego vuelvan a contratarlas. En cualquier caso, ahora no las cobraremos.

Ahora mismo estamos recibiendo las liquidaciones de derechos de autor del año 2019 y facturaremos los beneficios del año pasado, no de este, y esperamos cobrarlos. Empieza a haber cierta inquietud por la falta de liquidez. Esperamos que sea un temor infundado. El impacto de lo que ocurre hoy lo recibiremos también dentro de un año, cuando lleguen las liquidaciones de 2020. Las librerías, bibliotecas y escuelas ahora mismo ni funcionan ni compran. Tampoco sabemos si recuperarán el ritmo de compra. No sabemos nada.

¿Cómo calcularemos las pérdidas? ¿Cómo calcularé yo, por ejemplo, la cantidad de ejemplares que dejaré de vender de mi libro El conte de la cartera, mi novedad con Anima Llibres. Por mucho que en los próximos meses se venda más de lo que sería habitual para esas fechas, no se venderá igual. Espero que nadie lo discuta.

Aparecen iniciativas que pretenden vender libros ahora y que los recojamos cuando vuelva la normalidad. La més promoguda resulta ser de una gestión nefasta y con una presencia ridícula de la literatura infantil i juvenil en catalán. Si quiero que mi nuevo libro esté, me dicen que sea yo quien les pase los datos. Que lo haga yo. Eso sí, es una iniciativa altruista (y yo me lo creo) pero se quedan un 50% de cada libro vendido mientras no abran las librerías. Y yo debo pasarles mis datos si quiero que aparezca mi novedad que no tiene ni un mes. Sí, el infierno está empedrado de buenas intenciones.

Y luego están las ayudas del gobierno. La mayoría, para los autónomos [Nota del editor: cuota mensual de la Seguridad Social de los profesionales por cuenta propia, en España]. Pero no podremos acogernos a ellas porque no podemos justificar las pérdidas de la facturación por no tener regularidad mensual y por todo lo de antes. ¿Sería tan difícil condonar o subvencionar la cuota de autónomos? Pero, además, no todos los escritores son autónomos porque muchos tuvieron que renunciar a vivir de los libros y tiene sueldos. Sueldos que ahora algunos de ellos han perdido, como todo el mundo.

No estoy hablando de escritores que venden poco. Algunos de estos escritores que han renunciado a una carrera literaria profesional han ganado premios nacionales. Esta es la mierda de país que tenemos. Puede que leamos, no lo sé. Pero no compramos libros. Cultura gratis. Y que no me vengan con la historieta buenista de que la gente no compra por la crisis de los cojones. Los libros de literatura infantil y juvenil tienen un precio de risa. Y lo que está claro es que es una cuestión de prioridades. Y de si consideramos que comprar libros es un gasto o una inversión cultural y educativa. Por no hablar de la socialización del libro literario, el arma perfecta para hundir la literatura infantil i juvenil catalana, arma consentido por autoridades educativas y culturales. Y por la claque buenista (la mayoría con sueldo).

Hace unos meses intercambié opiniones en directo con una persona que manda en temas culturales. Herida por su poca sensibilidad vaticiné que dentro de unos años los escritores de literatura infantil y juvenil nos pasaríamos al castellano. Porque no dominamos suficientemente el inglés. No le gustó el comentario.

Las iniciativas del sector para reclamar más presupuesto para la cultura se convocan y se organizan son contar con los creadores. Luego nos avisan y allí estamos. Pero en el momento de hacer, de empezar, de tener sillas de decisión inicial, la creación siempre queda fuera de la mesa. (Me he desviado del tema pero así vemos que venimos de la miseria y el abandono. La socialización nos ha estafado unos ingresos que nos han impedido dedicar tiempo a escribir. Dejo este tema, mi tema, y vuelvo a lo que íbamos).

El caso es que no podemos acogernos a ninguna ayuda. No aparecemos en ningún debate. Ni en ninguna orden ni nada del gobierno en materia de ayudas al sector cultural. No estamos. Somos invisibles, como siempre. Pero son nosotros no hay libros. Tampoco hay libros escritos (supuestamente) por Youtubers. Oh my God.

A todo esto se nos pida trabajar gratis, ofrecer libros gratis, todo gratis. Y se nos acusa de egoistas si denunciamos la situación. Incluso si cuentas que te dedicas a trabajar por la dignidad profesional te espetan: “y tú qué haces por la gente que ahora lo pasa mal?”. No lloriqueo, expongo una situación profesional. De trabajo. De pagar el alquiler. Si en vez de escritores hablara de mineros me harían caso. En debate del Parlament [N.d.E: el parlamento autonómico catalán] de hace tres años, un grupo parlamentario muy progresista les defendía mientras a nosotros nos negaba el pan y la sal.

La cultura propia no es accesoria, la cultura propia estructura, dota de profundidad y reflexión a la sociedad, nos hace críticos, nos permite pensar y refleja el mundo que tenemos alrededor. Olvidemos la literatura infantil y juvenil de proximidad. Que casi todo sea traducción. Imprescindible, también. Pero recordemos que es creación, pero no original. Que el mundo que refleja es siempre de fuera. Y que estaríamos retrocediendo cuarenta años y volviendo a la situación en la que vivíamos bajo el franquismo. Brillante.

Ahora toca elegir si dejamos caer del todo la literatura infantil y juvenil catalana o si tomamos consciencia i la sostenemos, igual que los gobiernos nórdicos sostienen la cultura propia escrita en una lengua con un número similar de hablantes como el catalán. Las respuesta las tienen las instituciones, consejerías, diputaciones, ayuntamientos… y todo el sistema editorial. Por ahora nos ignoran, aunque sin nosotros no hay literatura. ¿Nos ayudáis a cambiarlo?

Podréis encontrar a Anna en su cuenta de Twitter y en su blog.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor