BUNKER

Al hablar del impacto de las ideas en un campo sobre las ideas en otro, uno siempre corre el riesgo de hacer el ridículo. En estos días de especialización existen muy pocas personas que tengan una comprensión tan profunda de dos áreas de nuestro conocimiento como para no hacer el ridículo en una u otra.

Richard P. Feynman

Qué significa todo eso (Pag. 14) Ed. Crítica, 2004. Publicación del ciclo de conferencias John Danz Lecturer. Universidad de Washington, 1963

Mi último artículo acerca de los procesos WYSIWYG y WYSIWYM provocó algunas reacciones airadas y una peculiar conversación en Twitter. Pese a que en más de mil setecientas palabras intenté expresarme con moderación y prudencia hubo quien quiso ver un ataque frontal contra la ortotipografía. Nada más lejos de mi intención. Lo que yo dije fue lo siguiente:

  • Estamos pasando de un proceso de producción editorial con un solo producto final –el libro impreso– a otro proceso capaz de producir diversos formatos, libro impreso incluido.
  • La ortotipografía es el resultado de quinientos años de historia del libro impreso y es una disciplina hija de la industria del papel. Hyeronimus Hornschuch escribió el primer tratado sobre el tema en 1604, titulado Orthotypographia. Hornshuch aclaraba en el subtítulo: […] una útil lección para aquellos que quieren corregir trabajos impresos […].
  • Los nuevos formatos digitales no se adaptan del todo bien a los criterios de la ortotipografía pues en ellos el contenido no es fijo, no está impreso.
  • En ese contexto afirmo que los editores deberán modificar sus estándares de calidad ortotipográfica.
  • Una razón es que los nuevos medios ofrecen al usuario la capacidad de cambiar determinadas características del texto que hasta hace cuatro días eran asunto exclusivo de la ortotipografía (interlineado, elección de la tipografía, cuerpo de letra, composición justificada o en bandera, márgenes, etc.).
  • Otra razón es que la calidad percibida por el usuario es inferior a la calidad con la que trabajan muchos editores; trabajar con calidades superiores a las que demanda el mercado es tirar el dinero; otras industrias lo saben hace tiempo. A mí me molesta ver varios guiones seguidos al final de línea, dos o más comienzos o finales de línea con la misma sílaba, entre otras cosas; no tengo nada claro que la mayoría de lectores las tomen en cuenta.
  • De ahí que yo escribiera lo siguiente: […] acercándonos en lo posible a los estándares ortotipográficos actuales siendo conscientes que alcanzar el 100% no sólo no es posible, ni siquiera es estratégicamente recomendable.

Sigo afirmando que no es estratégicamente recomendable porque, de intentarlo, estaríamos encerrando la edición digital en un impropio corsé de papel, del mismo modo que los primeros impresores tuvieron que transigir con una serie de costumbres heredadas de los libros copiados a mano durante bastante tiempo. Decir que no es prudente llegar al 100% no implica tirarlo todo por la borda. Puede que nos quedemos al 90, 95, 97%. Lo ignoro.

Uno de los trolls habituales del sector entendió lo que le dio la gana y dijo que cualquier adaptación era una renuncia y toda renuncia una irresponsabilidad, ergo yo era un irresponsable por realizar semejantes planteamientos. Obviamente así no hay conversación posible. Silvia Senz –reputada filóloga y experta en ortotipografía– vino a decir lo mismo pero con mayor enjundia, pareció más proclive al diálogo pero dijo que si yo no era un especialista era mejor que me callara y también acabó llamándome irresponsable.

Troleo, discrepancia e impostura

Hace tiempo que ciertos ortodoxos digitales se ríen de lo que digo. No lo hacen nunca a la cara, nunca discrepan con argumentos y suelen limitarse a un troleo colorista pero inofensivo. Por eso esperaba que la presentación de Røter y la publicación de cualquier contenido relacionado fuera recibida con apelativos como “vendedor de humo”, “botón mágico”, “censhare low cost” y otras cariñosas apreciaciones totalmente faltas de argumentos. No me han decepcionado; ponerse a tiro es lo que tiene, forma parte del guión y si uno no quiere vivir ulcerado lo mejor es acostumbrarse.

A lo que no quiero acostumbrarme es a las imposturas intelectuales. Me sorprendió mucho que Silvia Senz dijera que no se puede hablar de algo si no se es especialista, pues mandó al garete, en un solo tuit, cualquier aproximación generalista a las cuestiones humanas. La especialización es una cuestión de grado de detalle. Todo especialista en un campo puede ser enmendado por otro especialista que trabaje en una parte todavía más reducida de ese campo, algo habitual en física, por ejemplo. El simple paso de la mecánica newtoniana a la mecánica relativista asegura muchas risas y broncas. En un mundo que va de lo infinitamente grande a lo infinitamente pequeño es arriesgado decir que la falta de especialización le impide a uno hablar de algo.

Los generalistas vivimos con el error a cuestas; como los caracoles, vivimos en él. Toda visión de conjunto peca de falta de detalle en cualquier aspecto. El valor de los panoramas generales está en sintetizar grandes volúmenes de información para comprender contextos de creciente complejidad. El objetivo es poder pasar de una aproximación anecdótica o táctica a otra estratégica. Ojo, ninguna de ellas es intelectualmente superior a la otra, son complementarias.

Decir que la ortotipografía no se adapta del todo bien a los nuevos medios digitales es constatar un hecho evidente. Ante ese hecho tenemos dos opciones: por un lado podemos afirmar que el problema está en los nuevos medios y por otro sostener que el problema está en la ortotipografía. La primera opción implica descartar para siempre ciertas capacidades digitales para que no entren en conflicto con la ortotipografía mientras que la segunda opción mandaría al guano la ortotipografía y todo lo que supone. Pues qué quieren que les diga, un servidor prefiere el camino de en medio: no creo que debamos tirar a la basura quinientos años de conocimiento pero tampoco creo que debamos supeditar el desarrollo de los formatos digitales al dictado ortotipográfico. Por eso afirmo que es necesario adaptarse y prescindir de una parte de los estándares aplicados hasta ahora puede ser una opción. Ignoro qué parte y en qué grado. No soy especialista y ahí no me meteré nunca.

Decir que una posibilidad está en hacer concesiones en aras de la adaptación a los nuevos medios puede ser equivocado pero es intelectualmente legítimo y de ningún modo irresponsable. En mi opinión lo irresponsable es cavar una trinchera intelectual y resistir en ella cualquier propuesta que, o bien cambie un contexto que consideremos favorable, o simplemente vaya en contra de nuestros propios prejuicios. No creo en un mundo lleno de especialistas incapaces de comunicarse entre sí, metidos cada uno en su bunker de ortodoxia, prestos a disparar al díscolo inconforme o al generalista que saca a pasear las ideas.

Como generalista estoy acostumbrado a dudar constantemente, a especular con escenarios variables y mundos posibles. Algunos lo llaman vender humo. Yo lo llamo intentar ser consciente del momento que vive la edición para encontrar salidas viables, porque hay valores de la edición tradicional que creo que valdría la pena no sólo conservar, sino potenciar. Para eso debemos distinguir entre lo esencial y lo accesorio. Para eso debemos equivocarnos mucho. Para equivocarnos es necesario salir del bunker y airear las ideas.

¿La alternativa? Rajar de todo lo que se mueva hasta que en este mundo sólo queden las cuatro multinacionales de rigor. Supongo que para entonces los trolls de la ortodoxia digital vivirán en un auténtico paraíso terrenal, con enemigos invencibles y causas realmente perdidas. Algunos hemos decidido que hay otra forma de hacer las cosas que hereda valores de lo conocido e incorpora las posibilidades de lo nuevo. Algunos sabemos que vamos a equivocarnos. Otros no parecen atreverse.

Nota: no se pierdan el blog de Silvia Senz, una buena forma de aproximarse a la ortotipografía. Y a los más atrevidos les recomiendo los dos volúmenes de “El dardo en la Academia. Esencia y vigencia de las academias de la lengua española” (VV.AA) el libro que Silvia Senz y Montserrat Alberte editaron para Melusina. Servidor los ha disfrutado mucho.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

9 Comments

  1. Pues me ha parecido bastante entendedor la verdad, en programación existen paradigmas parecidos, como conseguir que un mismo código sirva para distintas plataformas, web, app, ventanas etc. Ahí también tenemos puristas del código desarrollado al uso para cada plataforma y amantes de herramientas de desarrollo multi plataforma que facilitan la reusabilidad del código. Cada corriente tiene sus pros y sus contras pero queda claro que en muchos escenarios poder reusar optimiza esfuerzos y reduce coste de desarrollo y mantenimiento lo que se puede extender a la edición con el WYSUWYM.

  2. Buenos días.

    Creo que la aproximación sigue sin ser satisfactoria, pues no creo que debamos renunciar a nada: ni a la ortotipografía en el mundo de papel (por supuesto, ya que el papel es la mayor fuente de ingresos de una editorial, no puede empeorar para alimentar a una fuente deficitaria de modelo de negocio) ni al mundo digital.

    Puede que algunos de los planteamientos sean erróneos de base. Por ejemplo, InDesign permite exportar a XML, pero por alguna razón que no alcanzo a divisar, los estilos CSS no adoptan los estilos que ya están creados dentro del InDesign: cosas básicas como negritas, etc. Sería bastante simple trabajar sobre este aspecto y me sorprende que no se haya hecho todavía. De hecho el texto queda marcado con XML con los nombres de los estilos, pero falta que estos estilos de hecho se creen en el CSS.

  3. ste tipo de reacciones airadas se da en todos los campos y disciplinas. ¡En todos! y siempre sigue el mismo patrón, pero la verdad es que todo esto es bastante divertido. Me refiero a que cómo puede alguien llegar a pensar que tres personas, una idea y unas líneas de código pueden llegar a destruir la tradición editorial x’D

    ¡Por favor! eso no es una crítica, es milenarismo.

    En fin, mucha suerte a los audaces fundadores de Roter. Habrá fallos y errores, seguro, pero se aprenderá mucho de ellos. Esa es la única forma de avanzar. Y renuncias hay siempre, ya las hubo cuando se pasó del rollo al códice.

    Saludos

  4. Si Bernat se limitara a citar al supuesto Trol (que soy yo) y no a poner en su boca palabras, ideas y conceptos que no ha dicho ni siquiera pensado, igual habría debate posible. En HMLT, XML, lo que queráis, no hay que renunciar a NADA, estamos hablando de tecnología que tiene mas de 20 años, que nació (en el caso del HTML) para editar textos. Bernat simplemente se pone 20 años atrás como si no existiera nada de lo que ya existe. Si no sabes que en digital puedes adoptar una calidad al mismo nivel que el papel, igual deberías plantearte aprender, antes de renunciar. Pero bueno, con lo de la «calidad no percibida» ya lo has dejado claro. El trabajo de un editor se basa totalmente en esa «calidad no percibida», si renuncias a ella, renuncias a la edición, y ahí queda claro quien tiene las de ganar. Y son justamente las multinacionales que no tienen ni siquiera nada que ver con el libro. Por cierto, hablas de la fotocomposición, y ni siquiera sabes que se usaban ya tarjetas perforadas con etiquetado XML para componer los textos. Dime trol o lo que quieras, pero no mientas, si acaso estudia un poco, pásate un par de años editando libros, y después ya podemos debatir con un poco de dignidad. No conocer las tecnologías que llevan 500 años evolucionando en el sector editorial no quiere decir que debas pontificar sobre ellas. Para lectores que quieran ver la conversación entera, aquí la tienen: https://storify.com/jaumebalmes/la-nueva-edicion-cutre

    1. Hola Jaume,

      Gracias por tu presencia y aportación. El debate es posible si dos personas quieren debatir. A mi anterior artículo no respondiste con argumentos –como, por ejemplo, sí haces ahora– sino con insinuaciones y acusaciones. Tú supones que yo no conozco muchas cosas. Lo de las tarjetas perforadas sí lo sabía, tarjetas deudoras –puede que no lo sepas– de los telares de jacquard del siglo XIX. Pero es que yo no quería hacer un tratado de tecnología, quería poner en perspectiva una serie de hechos para sustentar mi argumentación.

      Bien, en primer lugar, y lo digo sin segundas, tú conoces mucho mejor que yo estas materias porque eres especialista en ellas, algo que merece todo mi respeto. Eso no implica que no se pueda tener una visión general sobre el panorama; sé que con la tecnología actual se puede llegar muy lejos y sé que cada día se avanza más. Pero también sé que el panorama actual era difícilmente previsible hace tan sólo diez años y que plantea muchos interrogantes. Yo, los tengo. Celebro que tú no los tengas.

      Como bien sabes, este es un blog de opinión y de aprendizaje que acepta todo tipo de voces –y la prueba es que tu comentario ha sido aceptado. Ya he dicho en otras ocasiones que en este blog lo que hago es, sobre todo, equivocarme. Cualquier persona tiene la opción de dejar aquí su comentario para discrepar –o no, dependerá del caso– y celebro que lo hagas; en muchas otras ocasiones te has limitado a tus habituales insinuaciones en Twitter. Obviamente eres libre de seguir haciéndolo.

      Te agradezco que hayas colgado la conversación de la que no tengo por qué esconderme. Dije lo que dije y lo sigo pensando. Sigues sin entender lo de la calidad no percibida –bueno, sigues simulando, a tu provecho, que no lo entiendes– cuando es un concepto industrial plenamente aceptado (y no, no pienso escribir un tratado sobre percepción de la realidad porque especialistas hay en ello). Otra cosa es que no estés de acuerdo con el concepto ni con la aplicación que hago de él. En tal caso hablemos del tema, no de mi falta o exceso de algo.

      Tu público ha quedado complacido. Has quedado muy bien. Ahora, si me lo permites, siento la imperiosa necesidad de lavarme las manos.

  5. Me recuerda una antiquísima, de 2004, discusión sobre «justificar» el texto en páginas web: http://www.microsiervos.com/archivo/internet/texto-justificado-web.html

  6. O sobre las comillas tipográficas «» y las que trae el teclado y usa todo el mundo ” ”
    http://www.microsiervos.com/archivo/internet/la-web-no-es-una-maquina-de-escribir.html

  7. (Comentario borrado a petición de Jaime Janer)

  8. Ser editor…

    El editor es una persona física dentro de una compañía o editorial, que interrelaciona todas las tareas para que una obra llegue al mercado. El editor no escribe, pero si participa en la creación de un libro. Propone a los autores ideas o temas, además de sugerir modificaciones en la obra, también cambios de estilo o ideas de narración. Un editor no es un impresor, pero si está en contacto con la imprenta, cuida de la calidad de la impresión, elige el papel, da ideas sobre la portada y es vigilante y garante de los plazos de entrega. El editor no vende, él deja paso a otros departamentos como son el comercial, marketing y distribución. Es decir la figura del editor la tenemos que entender como una persona que ni escribe ni vende, sino como un experto que realiza una actividad fundamental dentro de la editorial que es que el libro llegue al consumidor final o lector.

    La definición que la Ley del Libro española dice del editor es suficientemente explicita:

    Editor: Persona natural o jurídica que, por cuenta propia, elige o concibe obras literarias, científicas y en general de cualquier temática y realiza o encarga los procesos industriales para su transformación en libro, cualquiera que sea su soporte, con la finalidad de su publicación y difusión o comunicación.
    La respuesta es sencilla, los que somos editores nos molesta un poco el intrusismo en la profesión de editor, ser editor es algo más, es toda una trayectoria profesional y demostrada con los años. Me encuentro en la actualidad, sobre todo en las redes sociales del tipo tiwtter/Linkedin por poner un ejemplo, Linkedin con el título de editor/a, cuando en realidad has vistos sus inicios en la red como “aprendices de todo y con ganas de saber” y a los quince días se autodenominan editor/a.

    Ser editor es algo más que un avatar.

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