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Una parte importante del negocio editorial está en los derechos de autor y los más jugosos los gestionan prestigiosas agencias. En el ámbito anglosajón la más importante es The Wylie Agency, de Andrew Wylie, con sedes en Nueva York y Londres. En el ámbito latinoamericano lo es la Agencia Carmen Balcells, con sede en Barcelona.

El pasado mayo la gran mayoría de medios españoles orgasmaron al unísono exclamando que la Balcells se fusionaba con Wylie para crear, cito textualmente, una “superagencia literaria”. No repasaré exhaustivamente el babeo patrio –la Patrulla de Salvación ya lo hizo muy bien– pero los cortesanos del libro estuvieron a la altura esperada glosando el magno acontecimiento casi como la segunda venida de Cristo.

¿Qué anunciaron Wylie y Balcells? A tenor de lo publicado en España, no tengo ni idea, el humo me impidió ver la sustancia, a excepción del artículo de Peio H. Riaño en El Confidencial, el más atinado a mi juicio. Rascando un poco allende los Pirineos ni en The Times ni en Le Monde les pareció que la cosa mereciera una simple nota. Ciertos medios especializados como Publishers Weekly tampoco estuvieron más inspirados. El único periódico relevante que tocó el tema allende los mares fue The New York Times. Aunque no aportó mucha más información sí dijo lo suficiente como para atar algunos pocos pero importantes cabos, posiblemente porque en vez de empezar a escribir con la noticia calentita esperaron más de quince días para publicar un razonable artículo.

El pasado mayo Wylie y Balcells no anunciaron una fusión, se limitaron a comunicar que habían firmado un documento de intenciones. La diferencia es tan grande como entre una pedida de mano y una boda. Por poner un ejemplo de transacción que acaba mal a pesar de estar todo el mundo de acuerdo citaremos el reciente caso de Hachette e Ingram, que no llegaron a entenderse en la compra conjunta de Perseus Books Group cuando ya casi todo estaba solucionado.

El mencionado documento de intenciones no habla de una fusión pura y dura. En palabras de Rachel Donadio, corresponsal de cultura del NYT en Europa:

Ms. Balcells, 83, announced last month that she had signed a letter of intent with the New York literary agent Andrew Wylie to form a new venture, the Balcells-Wylie agency, in which her writers would come under joint management with Mr. Wylie.

“Letter of intent” puede traducirse como el ya mencionado documento de intenciones y “to form a new venture” como formar una nueva empresa que no significa fusionar las ya existentes sino crear un vehículo para gestionar mejor una serie de activos.

Algo que causó sensación en el periodismo cultural español fue el nombre de la nueva empresa, Balcells-Wylie Agency. Aquellos que repararon en el detalle creyeron ver un acuerdo paritario en el que el prestigio de Carmen Balcells quedaba reivindicado al aparecer en primer lugar. Si uno se detiene a medir el valor de cada agencia se da cuenta que eso no tiene ningún sentido. Contando sólo el número de autores representados estamos hablando de una relación favorable a Wylie de tres o incluso de cuatro a uno. Pero si lo contamos como valor económico de los autores y obras representados el desequilibro es mucho mayor, alcanzando holgadamente el diez a uno y pudiera ser que incluso más.

El momento por el que pasa cada una de las agencias tampoco tiene nada que ver. La empresa de Wylie goza de buena salud mientras que la de Balcells lleva años arrastrando pérdidas. Wylie gestiona una cartera en el que el fondo es tan importante como los autores vivos, mientras que la cartera de Balcells ha envejecido mal con muchos autores muertos o cuya productividad no es lo que era. Este tipo de detalles también influyen poderosamente en el momento de negociar. No tiene sentido, por lo tanto, una fusión al 50%.

Carmen Balcells protege su legado

Andrew Wylie intentó comprar la agencia de Balcells hace ya tiempo. Al no conseguirlo abrió oficina en Madrid pero tuvo que cerrar al cabo de poco porque no se comía un colín. Aun así ha conseguido algunos éxitos sonados, especialmente entre las viudas de grandes escritores, como Jorge Luis Borges.

El de agente es un oficio en el que el factor personal es básico. Hay hechos biológicos inevitables. Carmen Balcells tiene 83 años y no dispone de heredero vocacional, aunque sí de sucesor empresarial –la diferencia es importante. Posiblemente esté preocupada por la situación en la que quedarán sus autores cuando ella ya no esté y busque una salida honorable para ella y el mejor trato para ellos.

Hay un escenario en el que el acuerdo a corto plazo sería beneficioso para Carmen Balcells y a medio y largo plazo para Andrew Wylie, un escenario que no he visto claramente mencionado en ningún medio. Ya hemos visto que un trato paritario es imposible y una simple compra sería inaceptable para Balcells e incluso perjudicial para sus autores. La solución sería crear una nueva empresa cuyos activos serían los autores de Carmen Balcells y los que Wylie tenga en lengua castellana. Ahí sí que la mayoría de la participación podría ser de la agente catalana, al menos en el momento de constituir la nueva sociedad. El trato incluiría unas condiciones ventajosas para los autores de Balcells para evitar la espantada a otras agencias más pequeñas pero más dinámicas. Para no dar la sensación que Andrew Wylie se lo lleva crudo la nueva sociedad tendría su sede en Barcelona, estaría dirigida por Guillem d’Efak –cuya reciente incorporación ahora tendría mucho más sentido- y tutelada, mientras fuera posible, por la propia Balcells. A la muerte de la agente catalana, la mayoría o incluso la totalidad de las participaciones de Balcells-Wylie Agency pasarían a manos de The Wylie Agency, que no trasladaría la empresa a Nueva York ni la absorbería, manteniendo la marca y la gestión diferenciada mientras eso tuviera lógica empresarial. De este modo, a medio plazo, Andrew Wylie controlaría los derechos más jugosos en inglés y en castellano mediante dos vehículos perfectamente diferenciados.

Un escenario incómodo

El escenario descrito es hipotético y sin duda no encajará del todo con lo que suceda finalmente pero a mi modo de ver es el que explica mejor lo poco que sabemos. El problema es que es un escenario muy incómodo para el nacionalismo editorial español. Estamos a pocos años de ver cómo los derechos de los mejores y más lucrativos autores en lengua castellana pasan a ser propiedad de un neoyorquino con una visión diferente a la que se estila por aquí; no sólo los actuales autores en lengua castellana cambiarán de manos sino los que puedan incorporarse a la nómina de Balcells-Wylie ahora que este nuevo vehículo dispondrá de renovada liquidez y mayores recursos. La sede estará en Barcelona pero no se podrán tomar decisiones importantes sin el plácet de Nueva York o Londres, del mismo modo que la sede de Penguin Random House Grupo Editorial para el mercado en castellano está en Barcelona pero las decisiones de calado se toman en Nueva York o en Gütersloh, cuartel general de Bertelsmann.

Esta es una más de las joyas de la abuela que nos estamos vendiendo. En breve hablaremos del estado comatoso de Prisa, del aprieto en el que se encuentra Planeta y de algunas ventas cometidas con discreción veraniega. A medio plazo deberemos hablar más de la gran edición afincada en España que de gran edición española propiamente dicha. Pintan bastos para el Imperio cultural español, buenas noticias para la edición independiente.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

3 Comments

  1. Pido perdón de antemano por hacer una pregunta de absoluto ignorante. ¿Cómo puede tener pérdidas —al menos cuantiosas, como se menciona— una agencia literaria? ¿Qué capital arriesga, más allá del destinado a montar una oficina, un intermediario que cobra un tanto por gestionar intangibles?

    1. Bueno, no es tan sencillo como parece, no es un despacho, un teléfono, una agenda y nada más. Es cierto que gestiona intangibles, pero no es inusual, especialmente en los autores de más renombre, que para ficharles la agencia haya que adelantarle algo, por ejemplo. Luego están los gastos estructurales, cuando una agencia crece puede llegar a tener decenas de trabajadores, sueldos, instalaciones, gastos diversos, etc. Balcells no está sola, tiene –o tenía– un buen número de colaboradores. Aparentemente no tiene costes, pero en realidad sí los tiene.

      Gracias por tu pregunta y tu visita!

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