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– Imagen: 4ever

¿Deben prestar libros digitales las bibliotecas públicas? Si nos atenemos a su definición y al rol social que desempeñan, la respuesta sólo puede ser afirmativa. Si entendemos la biblioteca como servicio integral más que como almacén el préstamo de libros digitales es todavía más coherente: el ebook es más un servicio que un objeto. ¿Cómo debe ser la adquisición y el préstamo del libro digital en la biblioteca?

Muchos editores desconfían del préstamo de libros digitales en las bibliotecas públicas porque creen que canibalizará las ventas de otros canales. Esta forma de pensar viene heredada del libro analógico y la relación que muchas de ellas mantenían con la biblioteca: un recurso para colocar lotes de libros. Más que una forma de participar en el fomento de la lectura eran percibidas como ocasionales balones de oxígeno –cuando no pelotazos- que daban pingües beneficios o apuntalaban alguna que otra cuenta de resultados. A las librerías les ha pasado algo parecido, aunque se dan muchos casos, especialmente en ciudades pequeñas y pueblos, de estrecha colaboración entre el librero y el bibliotecario que ha dependido más de su buena relación personal que de políticas públicas sistemáticas.

Todavía no hay un acuerdo claro entre las redes de bibliotecas y los grupos editoriales sobre las limitaciones comerciales al préstamo de libros en formato digital desde las bibliotecas. Las “Big Six” ya tienen estrategias de venta de licencias aunque todavía son reticentes a ceder todo el catálogo. El resto de grandes grupos mundiales también lo hace, aunque con vocación experimental, por el momento. Abundan, cada vez más, las pruebas piloto de bibliotecas que empiezan a prestar libros digitales y, en ciertos casos, también los e-readers.

Un buen ejemplo de la utilidad de la digitalización bibliotecaria se dio en las universidades; la llegada de las revistas digitales a finales del siglo XX supuso una nueva modalidad de compra (las adquisiciones cooperativas) y la aparición de nuevos agentes (los consorcios de bibliotecas). Actualmente, además, la gran mayoría de ediciones editoriales universitarias y, por lo tanto, su préstamo y uso, es ya digital, con plataformas de acceso abierto como Open Access.

La tecnología digital ha llevado al libro a la distribución bajo licencia, un modelo de negocio que implica límites más severos al uso y préstamo. Eso puede ser una ventaja para el editor; los libros de papel pueden seguirse prestando hasta su física desintegración –hay bibliotecarios expertos en restauración de libros- y su renovación es incierta. En cambio, el libro digital, dada su naturaleza, es susceptible de limitar su disponibilidad por número de préstamos, por período de tiempo o una combinación de ambas opciones. Los editores deberían lanzarse a este modelo de cabeza porque es el único que les asegura una rotación constante –aunque variable- de los títulos que vendan a las bibliotecas. Por su parte las redes de bibliotecas están más interesadas en un modelo de compra de licencias a perpetuidad; en este caso se invierte la lógica: así como un libro de papel es inevitablemente finito y tarde o temprano deberá ser sustituido –por deterioro o pérdida- un libro digital puede prestarse un número ilimitado de veces y por tiempo indefinido. Es obvio que a los editores esa perspectiva no les gusta nada.

Modelos de adquisición digital

Para que los libros lleguen al usuario de una biblioteca es necesaria una cadena de distribución. La actual cadena del libro analógico contempla dos opciones, una en la que el editor vende lotes directamente a las bibliotecas y otra en la que es la biblioteca la que compra sus libros al librero de proximidad. Esto parece replicarse en el libro digital.

Desde el punto de vista del editor, para la venta a bibliotecas es preferible la cadena más corta y con menos actores posibles; dicha venta directa es posible gracias a distribuidores especializados en el préstamo bibliotecario, distribuidores que no sólo comercializan los contenidos sino que, además, prestan el servicio de préstamo digital por cuenta de la biblioteca. El mayor prestador de servicios a bibliotecas es OverDrive, que trabaja en los EEUU, y algunos ejemplos españoles son Odilo, Xercode o Libranda.

Tampoco hay que cerrar la puerta a aquellas ventas que puedan venir de librerías, aunque en este caso, aparentemente, las redes públicas no cuentan con ningún incentivo para recurrir al librero; en la cadena de valor digital tenderá a desaparecer aquél actor que no aporte un claro valor añadido y no está claro que una librería de proximidad pueda ofrecer algo que no pueda ofrecer un distribuidor digital que, además, esté especializado en bibliotecas. En cambio, de forma colectiva y actuando como red, las librerías sí pueden ser un buen socio estratégico de las bibliotecas, tal como veremos en el cuarto capítulo de esta serie.

Si la cadena de distribución está más o menos clara y estructuralmente es lo suficientemente sencilla como para no esperar cambios importantes a corto o medio plazo, los modelos de adquisición de contenidos digitales se encuentran en un estado mucho más inmaduro. Antes debemos aclarar un par de conceptos clave: licencia y préstamo. Una licencia equivale a la compra de un “ejemplar” digital del libro, lo que quiere decir que en el libro digital se compran licencias que permiten el préstamo de dicho libro. Otra cosa es entonces el préstamo, que es la acción por la cual la biblioteca permite la lectura del libro digital bajo la mencionada licencia.

Actualmente existen tres modelos básicos de adquisición de libros digitales para bibliotecas:

Compra a perpetuidad: la compra a perpetuidad implica que la biblioteca compra un título determinado para siempre, no tiene que renovar nunca la licencia, pero sólo puede usarlo un lector cada vez. Obviamente el precio del libro no puede ser el de venta al público, pues hay que compensar al editor por una venta que, muy probablemente, no volverá a realizar. En este caso es habitual que el PVP base del ebook se multiplique n veces. Por ejemplo, si un ebook cuesta a un particular 6 euros, a la biblioteca, comprado a perpetuidad, costaría 18 si multiplicamos por 3 el PVP. Este el modelo preferido por muchas bibliotecas públicas, pero no por los editores.

Compra de licencias no concurrentes: con cada licencia no concurrente cada libro sólo se puede prestar a un solo lector cada vez; es el tipo de licencia más parecido al libro de papel, ya que cuando hay más usuarios que licencias hay que crear listas de espera. Sólo se pueden prestar un determinado número de veces y/o deben renovarse cada cierto tiempo. En este caso la compra es con el PVP base del ebook con un descuento –aplicado a bibliotecas- que en función de las condiciones puede variar entre el 5 y el 15%. La limitación puede establecerse por número de préstamos –por ejemplo, hasta 29 préstamos- y/o por tiempo –por ejemplo, hasta 2 años de uso de la licencia. Esta es la opción preferida por los editores, pues les asegura una rotación previsible de los libros digitales que no depende de lo que tarde en deteriorarse un libro de papel.

Compra de licencias concurrentes: con la licencia concurrente cada libro se puede prestar a varios lectores a la vez, ya sea de forma limitada (n número de lectores simultáneos) o ilimitada (∞ número de lectores simultáneos). Actualmente no hay un consenso firme de cómo trabajar pues depende de muchos factores. En una licencia concurrente deben negociarse el número de lectores que tendrán acceso simultáneo al contenido –nivel de concurrencia-, el número de préstamos y/o el tiempo de duración de la licencia. Los precios deben negociarse en función de las variables expuestas y pueden establecerse precios por tramos, en función del uso de cada licencia. En muchos aspectos es la licencia con más ventajas para todos pero su complejidad será todavía un problema para que se vaya extendiendo.

Dentro de los modelos de licencia expuestos hay dos opciones. Una de ellas es la selección por paquetes, que evita la tarea de selección por parte del bibliotecario, pero ello supone una descompensación en la selección de títulos, ya que existirían algunos realmente de interés y demandados por los usuarios junto a otros de menor interés o que la propia biblioteca no hubiera deseado adquirir. Los paquetes suelen definirlos organismos de coordinación bibliotecaria como Diputaciones, Comunidades Autónomas o incluso el Estado, mediante concursos públicos de adquisición y en ellos suelen definir qué títulos deben formar parte de los paquetes. Desde el punto de vista económico, la selección por paquetes es más barata que la selección título a título.

Otra opción es la selección de títulos sueltos –opción elegida por el Instituto Cervantes– que resulta más cara que la compra por paquetes pero, a cambio, cada biblioteca mantiene su autonomía y se asegura que los títulos seleccionados son más pertinentes y se ajustan a las líneas marcadas en las pautas para su colección. La combinación de la compra por paquetes y por títulos sueltos puede permitir que las instituciones que coordinan extensas redes adquieran paquetes de contenidos considerados imprescindibles, mientras que cada biblioteca municipal puede disponer de sus propios recursos para realizar compras de títulos sueltos con los que complementar los paquetes y personalizar su oferta en función del perfil del público.

Hay que tener en cuenta que las licencias adquiridas por una biblioteca municipal irán a enriquecer el catálogo de la biblioteca pública digital y que, por lo tanto, el resto de bibliotecas públicas conectadas a ella también se beneficiará de la compra. Eso obliga a una coordinación mayor de las compras digitales pero a la vez impulsa políticas de adquisición mucho más eficientes.

Formas de préstamo

Si la compra de licencias sigue siendo una asignatura pendiente, la forma de préstamo no lo es. Ya sea prestando también e-readers o no, los usuarios acceden a los contenidos mediante descarga de archivo en su propio dispositivo o bien mediante lectura en la nube. En el primer caso el archivo está protegido mediante la aplicación de lectura instalado en el propio dispositivo, de manera que sólo puede ser leído usando dicha aplicación, sin tener acceso directo al archivo del libro. En el caso de la lectura en la nube la gestión es más sencilla, pues no suele haber descarga del archivo sino acceso a Internet para su lectura; en los casos en los que, en la modalidad de lectura en la nube, hay descarga del contenido para leer desconectado, esta se realiza en una caché habilitada a tal efecto y sólo mediante una aplicación de lectura dedicada.

Con algunas excepciones los mismos proveedores de contenidos también ofrecen servicios de almacenamiento, préstamo con descarga y lectura en la nube; algunos también brindan la posibilidad de personalizar e-readers para su préstamo con el software necesario.

El préstamo bibliotecario digital, una cuestión política

Si de veras creemos que los ciudadanos deben disponer de una buena red de bibliotecas públicas debemos abogar por su digitalización. Los motivos son diversos:

Acceso permanente: mediante una biblioteca digital pública el contenido está disponible para todos los usuarios de la biblioteca en cualquier momento, cualquier día del año, a cualquier hora. La biblioteca digital no cierra nunca.

Acceso ubicuo: Ni siquiera es necesario que en el municipio de residencia haya una biblioteca, porque la biblioteca digital es única y da servicio a cualquier ciudadano con carnet de biblioteca. Tampoco es necesario disponer de ordenador, desde un Smartphone, tableta o e-reader podemos acceder a los contenidos.

Eficiencia: uno de los mayores problemas a los que se enfrenta cualquier red de bibliotecas es el de la gestión de stocks. Sea por deterioro o pérdida, sea porque es inviable tener una copia de cada libro en todas las bibliotecas de la red, es habitual que la oferta de libros sea percibida como insuficiente. Eso provoca que demasiados lectores tengan que esperar demasiado tiempo para acceder a un préstamo o bien nunca puedan hacerlo; los problemas logísticos de mover libros de papel de una biblioteca a otra tampoco deben subestimarse. Una biblioteca digital no tiene esos inconvenientes; la única cuestión a resolver es el número y tipo de licencias de cada título, pero incluso eso es más fácil de resolver que con libros de papel: para atender momentos de gran demanda de determinados títulos pueden adquirirse licencias temporales concurrentes y luego no renovarlas, pasando a adquirir licencias no concurrentes, por ejemplo.

Economía: si actualmente los lectores perciben que un libro digital debe ser más barato que uno de papel, a medio plazo eso dejará de ser una percepción, convirtiéndose en una realidad. Un “ejemplar” digital puede ser, de media, un tercio más barato que uno de papel y eso debería redundar en un gasto más eficiente de los recursos: a igual presupuesto, más fondo disponible, más títulos comprados por las redes de bibliotecas y más oferta a disposición de los usuarios.

El papel del público

Hoy las herramientas digitales permiten que el público participe directamente en la selección de los contenidos. Por el momento y salvo alguna que otra prueba piloto, la venta de licencias y el préstamo digital sigue el mismo esquema vertical de compra y prescripción que en el préstamo analógico. Se sigue entendiendo que el gestor bibliotecario decidirá qué libros adquirir y los pondrá a disposición de los usuarios de la red según un cálculo tradicional de demanda de títulos y de otros que deben figurar como parte de la oferta cultural pública.

En el ecosistema de préstamo digital los usuarios podrán influir en la compra pública de títulos de tres maneras diferentes:

Mediante el consumo detectado por la biblioteca: una fuerte demanda de un título puede permitir a los gestores de la biblioteca digital comprar más licencias del mismo. A diferencia de los libros de papel, que necesitan de días o semanas para su adquisición, la reacción a la demanda es muy rápida –si los procedimientos administrativos lo permiten puede medirse en horas- y la compra de licencias puede reaccionar rápidamente a la demanda.

Mediante la selección directa de los usuarios: una opción a explorar es que se destine una parte del presupuesto para que los usuarios seleccionen qué libros comprar de entre el catálogo digital disponible. Es importante establecer criterios de selección porque sería fácil caer en “un usuario, un libro” y de lo que se trata es de que la comunidad detecte títulos que al gestor de la biblioteca digital le pasan por alto o no considera importantes.

Mediante la compra particular de los usuarios: es habitual que las bibliotecas rechacen las donaciones de libros de papel, no porque no los quieran, sino porque no tienen recursos para mantenerlos en su sistema –custodia, conservación, indexación, etc. Eso no sucede con el libro digital, ya que se convierte en muy poco espacio en disco mientras que su indexación es automática y sus costes de mantenimiento tienden a cero. Deberíamos abrir la puerta a que los usuarios adquirieran licencias por su cuenta y las donaran a la biblioteca pública digital.

El préstamo digital todavía encierra más preguntas que respuestas pero sus potenciales ventajas invitan a probarlo. Si de veras creemos en un sistema público que garantice el acceso de contenidos de calidad a todos los ciudadanos mediante la gestión eficiente de los recursos sin tener que transferir dichos servicios a la iniciativa privada, la creación de bibliotecas digitales públicas es imprescindible. Con ellas y con la red de bibliotecas físicas, tenemos bibliotecas para rato.

Algunos enlaces interesantes:
http://www.ub.edu/blokdebid/es/content/una-ojeada-la-estrategia-de-los-libros-digitales-las-bibliotecas-publicas-de-los-estados-uni
http://antinomiaslibro.wordpress.com/2013/11/04/venta-digital-a-bibliotecas/
http://bid.ub.edu/es/30/devicente.htm
http://www.universoabierto.com/11206/%C2%BFcual-es-el-modelo-de-negocio-de-compra-de-libros-mas-adecuado-para-una-biblioteca/
http://gredos.usal.es/jspui/bitstream/10366/122174/1/eb6-Plataformas%20de%20prestamos%20de%20libros%20digitales.pdf
http://bid.ub.edu/es/30/gonzalo.htm

Posted by Bernat Ruiz Domènech

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6 Comments

  1. […] ¿Deben prestar libros digitales las bibliotecas públicas? Si nos atenemos a su definición y al rol social que desempeñan, la respuesta sólo puede ser afirmativa. Si entendemos la biblioteca como servicio integral más que como almacén el préstamo de libros digitales es todavía más coherente: el ebook es más un servicio que un objeto. ¿Cómo debe ser la adquisición y el préstamo del libro digital en la biblioteca?  […]

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  3. Si me hablas de “préstamo” digital yo me siento de repente como un ser de Andrómeda que cae de repente sobre la tierra: ¿qué sentido tiene prestar algo que es ubicuo? ¿qué sentido tiene prestar algo que es accesible por defecto? ¿Qué sentido tiene prestar algo que flota de máquina en máquina sin que nada lo frene? Si a préstamos le llamamos un sistema que no aloja archivos en un dispositivo y se leen desde nube (es decir, cuando cierras la máquina, a diferencia del dinosaurio, ya no lo tiene ahí) hablamos de dos modelos: pago por uso (tiempo y/o unidad) o descarga que se autodestruye o cierra en un tiempo determinado. El primero puede pasar especialmente por una usabilidad de la leche (la tarifa plana baratita tendría más éxito), el segundo directamente produce la risa. El mundo se transforma por una tecnología que llamamos digital y que trae un bien extraordinario para la humanidad: acceder a los libros ya no es lujo, es simplemente materia prima que flota. Los taxistas lloran por el infame sistema de licencias a precios irracionales porque les ha costado el tiempo de no ver crecer a sus hijos trabajar millones de horas para pagar su coste, seguramente yo también lo haría. Pero lo cierto es que nada en el mundo va a detener que allá donde haya un vehículo vacío, un tipo dispuesto a llenarlo y alguien que se sube se haga. Los libros ya están prestados. Cuesta mucho, como a los taxistas, tomar nota de esto y que los fabricantes de tacos de papel cosidos y engominados aprendan a gestionar sus tiempos para comerciar con otra cosa o de otra forma.

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