RBA

Poco podía imaginar Ricardo Rodrigo, presidente de RBA, que censurar el semanario satírico “El Jueves” iba a levantar tanto revuelo. Por si el cabreo del respetable y la grave crisis de reputación no fueran suficientes, el grupo editorial se expone a un riesgo mayor que puede afectar sus ventas. La decisión que ha tomado Xavier Vidal en su librería Nollegiu es una muestra.

Nollegiu es una de las nuevas librerías que están naciendo en Barcelona con la voluntad de vender libros de una forma diferente pero entroncada con la librería de toda la vida. Es una sala de estar con cafetera incluida al alcance de los clientes y rodeada de libros. En palabras del propio Vidal, Nollegiu –que en catalán, irónicamente, tiene la doble acepción de “no leáis” y “no leéis”- su librería es un probador de libros. Podemos entrar, coger un libro, sentarnos un rato en uno de los sofás y, si no nos acaba de convencer, podemos devolverlo e irnos. A eso debe añadirse una agenda cultural que sólo deja un día libre, el lunes, único día de cierre. Sí, Nollegiu abre en domingo.

Xavier Vidal ha decidido dejar de exponer libros de RBA. Dejará de mostrarlos en estantes y escaparate. Él lo cuenta de esta manera en el blog de la librería (traducción de Iniciativa Debate):

[…]

Es por esto que Nollegiu ha decidido que a partir de hoy no tendrá libros de RBA expuestos mientras no haya una explicación del grupo y/o una rectificación pública.

Somos conscientes de que esto causa un perjuicio a los autores de primera fila, algunos de los cuales figuran en las listas de los más vendidos. La librería ha decidido hacerlo basándose en los criterios de orden y gestión que dan identidad a un espacio que pretende ser el fomento de la cultura sin ningún tope al derecho a la libertad de expresión.

Entendiendo que los perjudicados también son los lectores: pedimos disculpas por esta decisión que no satisface a nadie, tampoco a nosotros. Si algún lector pide un libro de dicho grupo, lo pediremos porque el lector y el autor no tienen la culpa.

Añade Vidal que esta decisión le reconforta consigo mismo y con la sociedad libre y democrática a la que como librero pretende servir.

¿Qué efecto directo tendrá esto en las cuentas de RBA? Nulo. Menos que despreciable. Pero el valor de ciertas decisiones está en otra parte. Xavier Vidal va al meollo de lo que implica ser librero que, entre otras muchas cosas, es decidir qué libros ofrece a sus clientes. Él ha decidido que no puede vender libros de una empresa que maltrata de forma directa, descarada e impune el derecho democrático a la libertad de prensa y de expresión y que cree que no debe dar ningún tipo de explicación. El valor de Vidal es mayor porque nadie le obligaba a hacer eso.

Vidal ha decidido que ciertas cosas merecen trazar una delgada pero firme línea roja y puede hacer que nos preguntemos por el papel de aquellos que sí tienen el poder para afectar a las cuentas de RBA, al puñado de grandes libreros y a la miríada de medianas y pequeñas librerías. No hablo de Casa del Libro, ni de El Corte Inglés, ni de la FNAC, ni de Amazon; no vivo en los mundos de Yupi. Hablo de todos aquellos que alguna vez se han llenado la boca con palabras altisonantes, con ideas como la excepción cultural, el papel insustituible del librero, el valor de la prescripción para la construcción de una biblioteca personal, el papel de la librería en una sociedad culta e informada y un largo etcétera. Si un gran grupo editorial ataca la libertad de expresión a pleno día y a la vista de todos, y aún así aquellos que pueden hacer algo deciden no hacer nada… ¿para qué vender libros? Mejor quemarlos, ¿no?

Hablo de Laie, de La Central, de todas las librerías bajo el grupo Bestiari, de la cooperativa Abacus, por poner sólo algunos ejemplos relevantes; hablo de las nuevas librerías abiertas recientemente y de todas aquellas que luchan desde hace muchos años; hablo de los libreros que estos días llenan El Retiro en la Feria del Libro de Madrid. Si hoy no es el día de usar su poder agregado de compra y prescripción para enfrentarse a los enemigos de cierta forma de entender la sociedad –y en esa forma caben (casi) todas las ideologías- yo me pregunto: ¿cuándo lo será?

Siempre he defendido que vender libros con vocación cultural no debe estar reñido con la prosperidad del negocio y que para dicha prosperidad es necesario, entre otras cosas, combinar los libros de alta rotación con los de fondo. Para muchos libreros eso suele implicar una dieta de sapos comerciales de difícil digestión pero de fácil compensación: abren la persiana mes tras mes, año tras año. Lo que no es necesario es comerse todos los sapos vengan de donde vengan. Es cierto que nuestra democracia y libertad de expresión y de prensa reciben agresiones solapadas de otros grupos mediáticos y editoriales pero si no trazamos una clara y delgada línea roja ante la flagrante impunidad no mereceremos decir que trabajamos en la cultura.

Ser librero, vender libros, comerciar con ideas es, poco o mucho, una forma de hacer política. La sola selección de los títulos a la venta es un espejo de la sociedad que el librero desea. Podrán hacerse muchas concesiones pero nunca todas. La política es el gobierno de la poleis, es nuestra implicación como ciudadanos en la res publica. Los libreros siempre han presumido de poder influir en la formación cultural y cívica de la sociedad. Tienen ante sí un momento decisivo para demostrar que son imprescindibles.

Actualización: la librería Gigamesh ha anunciado en su página de Facebook que también deja de vender libros de RBA.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor