ATZAR1

Cuando una industria –cualquier industria- deja en manos de otra su desarrollo tecnológico, pierde las riendas de su futuro. Cuando una industria –como la del libro- rinde armas a escala global a quien otrora fue un simple proveedor de herramientas, es que ha perdido el norte. Cuando una industria –ciega de hibris por un esplendor de más de quinientos años- sufre la más profunda idiocia, se enfrenta a su Götterdämmerung.

Aparecieron tecnologías –Internet- que mandaron a casa a los fabricantes de enciclopedias de papel. Surgieron modelos de negocio disruptivos –Amazon- que pusieron en jaque a parte de la cadena de valor analógica del libro. Millones de autores empezaron a autopublicarse, cuestionando el tradicional papel de intermediación del editor. Millones de lectores y sus opiniones han socavado los cimientos del mandarinato cultural de los críticos literarios. Centenares, miles, de errores de la propia industria del libro no han podido impedir que nada de esto sucediera –es imposible parar el mar con las manos- y han entorpecido la adaptación fluida a estas nuevas realidades.

Adobe Digital Editions (ADE) y su DRM es, tecnológicamente hablando, lo peor que le haya podido suceder a la edición digital, al menos a toda aquella que no está enclaustrada –¿protegida?¿refugiada?- en ecosistemas cerrados como el de Amazon o en entornos controlados como el de Kobo. La primera versión de ADE era una auténtica pesadilla, tal como ya comenté hace unos tres años. La segunda mejoró un poco, aunque seguía provocando sudores fríos y malos ratos. Con la tercera la cosa debería mejorar mucho por aquello de la experiencia acumulada, un mercado más maduro y tal. Pues más bien no.

Pongamos que un lector posee un e-reader libre, fuera de plataformas como Amazon, Kobo o similares. Pongamos que ha ido actualizando ADE en su e-reader de la versión 1.0 a la 2.0 y que su proveedor de e-books –normalmente las plataformas distribuidoras, pero hay otras opciones- ha hecho lo mismo. Hasta aquí no habrá tenido muchos problemas. Para saber qué sucede con ADE 3.0, veamos lo que dice Juan Luis Chulilla, que conoce mejor el aspecto técnico del asunto, en su blog:

[…] si tienes un ereader compatible con ADE 2.0 o inferior, seguirás pudiendo leer los libros que has comprado. El problema será que, en cuanto tu proveedor de ebooks adopte la nueva versión de ADE, no será compatible con los ereaders que no son actualizables. Y si actualizaras tu ereader, no podrías leer los ebooks que has comprado y que has protegido con la versión anterior de ADE.

Desbarajuste. Inseguridad técnica. La experiencia de usuario y lectura, a paseo. Dinero tirado. Inesperados costes de adaptación de varios actores de la red de valor por gentileza de Adobe. Automáticamente, todo aquél lector de libros digitales que hasta hoy se hubiera resistido –heroica y estoicamente- a formar parte de plataformas, jardines y ecosistemas cerrados se encontrará al pairo. A ese esforzado lector le pueden pasar tres cosas: que tenga que tirar su e-reader y comprarse otro, que pueda conservar su e-reader pero no pueda leer algunos o todos sus e-books y, aunque no estoy muy seguro de ello, que ambas respuestas sean posibles a la vez.

¿Cómo ha podido suceder esto?

La decisión de Adobe parece muy, muy, muy estúpida si no se tienen en cuenta los pasos que el gigante del software ha seguido. Si los tenemos en cuenta veremos que su decisión sólo es bastante estúpida. ADE 1.0 y 2.0 tienen una serie de debilidades que permiten saltarse el DRM con relativa facilidad. Sin entrar mucho en detalles técnicos –que por otro lado no domino completamente; si hay algún experto en la sala, que levante la mano- ADE 3.0 soluciona (sic) las mencionadas debilidades. Hasta ahí, comprensible. El problema es que, para conseguir tamaña robustez –ya oigo a un montón de hackers partiéndose de risa- han tenido que romper la compatibilidad con las dos versiones anteriores. Según las fuentes consultadas –que saben más que yo, como Goodereader o Brave New World, entre otros- una de las intenciones de Adobe es que ADE se conecte a Internet para comprobar que, efectivamente, el libro tiene autorización. Eso no lo haría una sola vez –la primera- sino siempre. Este sistema hace años que Adobe lo aplica con su software, del mismo modo que los fabricantes y distribuidores de juegos lo adoptan como forma de prevenir la piratería. Lo cierto es que para software y juegos funciona, aunque en el Reverso Tenebroso de Internet circulan copias pirata perfectamente funcionales.

¿A quien ha consultado Adobe para tomar tan valiente decisión? A Sony. Sólo ha hablado con Sony, uno de los primeros fabricantes de e-readers que nunca ha tenido ni mucha suerte ni demasiado acierto y que ya ha empezado a enajenar su negocio en favor de Kobo. Al parecer Adobe no ha consultado a ninguno de los grandes de la edición y tampoco lo ha hecho al consorcio IDPF, ese que desarrolla EPUB con notable parsimonia y en el que están los mencionados grandes y… sí, también está Sony. ¿Para qué usar el foro de discusión idóneo cuando se pueden tomar decisiones de tapadillo y dejar al resto con el culo al aire?

Bueno, al resto, no. Esta medida no afectará a Amazon, Kobo, Apple, Google, Barnes&Noble y posiblemente tampoco a plataformas algo menores como Casa del Libro / Tagus (aunque eso no lo tengo yo tan claro), porque estos actores tienen sus propias herramientas de DRM, o bien no usan ninguno. A parte de a los clientes, esta medida sólo afectará a todo el resto. Principalmente a tres colectivos:

A los esforzados fabricantes independientes de dispositivos. La mayoría nunca ha estado especialmente inspirado y, los que sí, han durado muy poco a causa de las dificultades de financiación. Ahora se encontrarán con un dilema: si actualizan el firmware de sus dispositivos, dejarán a sus clientes sin poder leer los libros antiguos. Si no lo hacen… bueno, entonces puede que sus clientes no puedan comprar libros. Eso, sin olvidar los equipos de los fabricantes ya desaparecidos, para los cuales no hay ni actualización, ni servicio técnico, ni niño que les llore.

A los esforzados editores pequeños y medianos. Estos están hasta el gorro de tanto cachondeo. Han editado pocos o muchos e-books, han lidiado con la insuficiencia de los formatos EPUB1 y EPUB2, han asumido costes de conversión de libros y ahora ven que sus ventas pueden verse perjudicadas por una decisión de un tercero a la que asisten como convidados de piedra. Bueno, ni como convidados: sólo de piedra.

A los grandes de la edición. En su mano estuvo, al principio y durante mucho tiempo, no perder las riendas de su propia industria; nunca han tomado la iniciativa, yendo siempre a remolque. Adobe ha sido siempre un proveedor de la industria editorial, no lo olvidemos. Cualquier empresario sabe que si pasa a depender de sus proveedores pierde el control de su negocio; una cosa es trabajar codo con codo con ellos en cuestiones de desarrollo, estableciendo sinergias y otra muy distinta enajenar, dolosa y negligentemente, aspectos estratégicos. Los grandes parecen haberlo olvidado y han permitido que los proveedores pasen a ser intermediarios vitales.

La pequeñez de los grandes

El papel de las majors en la IDPF es una muestra clara de lo que digo. Su desinterés en la fabricación de e-readers, otra. Su pereza al asumir y aplicar conceptos como la experiencia de uso, de compra y de lectura también lo demuestra. La falta de desarrollo de herramientas que digitalicen completamente el flujo de trabajo –workflow para que todos me entiendan- es otro síntoma; es cierto que algunas grandes editoriales tienen herramientas ad-hoc pero es sintomático que la propia Adobe no se haya sentido impelida, presionada, invitada a solucionar el problema, es decir, a ejercer de proveedor para toda la industria y a ofrecer una herramienta sencilla, versátil y accesible. Y que nadie me hable de sofisticados mamotretos que cuestan decenas de miles de euros, porque no se trata de eso. Eso ya existe y lo usan los que pueden permitírselo. Y no, InDesign tampoco es la respuesta.

Juan Luis Chulilla afirma que Adobe se ha disparado en el pie. Es cierto. Esto puede desacreditar el DRM a ojos de muchos que ya estuvieran dudando de su utilidad o, en todo caso, el DRM que funciona sobre el Content Server de Adobe y ADE. De hecho, la reacción suscitada tras el anuncio del gigante del software ha hecho que éste corrigiera levemente el rumbo; si primero afirmó que la actualización se aplicaría como un rodillo en julio de este año, más tarde ha moderado su posición, diciendo que la actualización sería voluntaria. Da lo mismo. Muchos ya se han asustado y han tomado buena nota.

Algunos dicen que la maniobra de Adobe no tiene tanta importancia pues actualmente el negocio en abierto del libro digital, aquel que no depende de ninguna plataforma, sólo representa un 5% del total de ventas digitales en todo el mundo. Que sea mal de pocos no debe consolarnos; lo preocupante es el efecto estructural en el mercado porque refuerza la posición de los constructores de jardines y deja al pairo –o amenaza con hacerlo- a los que siguen creyendo, trabajando y luchando por un mercado digital abierto y realmente estándar.

Hay otras derivadas interesantes: si realmente el objetivo de Adobe es que los dispositivos se conecten a la red cada vez que abramos un libro digital para comprobar que tenemos el derecho a leer lo que hemos comprado –una opción que muchos editores verán con buenos ojos en su trastorno obsesivo-compulsivo con la piratería-, el libro digital pasará a ser software a todos los efectos. Lo de menos será su contenido, pues su comportamiento, prestaciones y experiencia de uso, será el de cualquier software. Pero esa no es la derivada más importante: hoy en día existen muchos e-readers que no necesitan conexión 3G, pues para cargar contenidos les basta con la Wi-fi de casa del usuario o un simple cable. Si fuera necesario estar siempre conectado a Internet para poder leer, los primeros beneficiados serían las operadoras de telefonía móvil. Recordemos que la Internet móvil no es neutral, como sí lo es –todavía- la que viaja por cable. Pero, más importante: si un e-book se comporta ya completamente como software y para leer tengo que estar siempre conectado… ¿para qué quiero descargarme nada si ya lo puedo leer en la nube? Que todavía no sea rentable no implica que nunca lo sea.

Sea como fuere, no perdamos la ocasión de aprender lo que este caso nos enseña. No olvidemos el núcleo de nuestro negocio, que no sólo consiste en trabajar bien un contenido, sino en asegurarnos que nadie se enseñorea de un nodo vital de la red de valor, dando al traste con todo el esfuerzo de selección, edición, experiencia de venta, uso y lectura; es decir, no perdamos el contacto con nuestros clientes. Mejor aún, que aquellos a quien nunca les interesó, muestran algo de preocupación por conocerlos.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

15 Comments

  1. Como espectadora, no deja de sorprenderme la cantidad de errores que se están cometiendo con todo lo relacionado con el libro digital. No soy una experta en el tema, ni mucho menos, pero me sorprende que gente que sí debería serlo o, al menos conocer bien el mundo del libro y todo lo relacionado con él, caiga en errores que sólo les acaban costando dinero.

    1. Bueno Rosa, creo que el problema es de enfoque: como la digitalización del libro es algo que ha venido de fuera del libro, hasta que se ha superado la incredulidad, el rechazo y la resistencia activa y pasiva, ha pasado mucho tiempo durante el que se ha permitido que otros actores ajenos al libro tomaran posiciones estratégicas. De ahí la situación actual.

      Pero claro, que sea explicable e incluso humanamente comprensible no implica que deba disculparse.

      Gracias por tu comentario!

  2. Resultaría divertido comprobar que el interés por obligar a un dispositivo a estar conectado para comprobar la licencia del archivo pudiera resultar en la caída del formato de DRM de Adobe por lo expuesto en el penúltimo párrafo, si el usuario ya está conectado, bien puede hacer uso del libro desde la nube del proveedor sin necesidad de DRM. Estaremos expectantes.

    1. Hola Damián,

      Pues sí, yo creo que es una interesante paradoja que acabaría con su propio negocio.

      Gracias por tu visita y tu comentario!

  3. La vida es una sucesión de experiencias casi todas equivocadas, ciertamente, pero de imposible escamoteo, irreversibles como es el caso del DRM.
    Nadie lo quiere, más que un encriptador es un controlador de los movimientos que haces con tu libro (un espía en el ordenador de tu casa), ni los editores, ni los fabricantes, ni los vendedores de ereaders, ni el cliente final que es el lector y comprador, propietario del libro electrónico, el cual no entiende que es el DRM ni quiere el DRM. ¿Porqué mi libro electrónico del que he pagado una cantidad en euros es del señor DRM se preguntarán los lectores/propietarios del libro? Si yo compro un libro impreso en mi librería de siempre, mi librero y amigo no me preguntará absolutamente nada sobre mi vida privada, ni tan siquiera se preguntará donde vivo, no se le ocurrirá pedirme mi número de teléfono móvil, ¡que osadía!, y por supuesto no me pedirá el número de mi D.N.I. Tampoco me exigirá pagar con tarjeta electrónica de pago o de crédito, al contrarío, estará encantado de pagarle en metálico y de esta manera se ahorra la comisión de la entidad bancaria, me dará las gracias y me regalará un bonito punto de lectura para mi libro.
    .
    ¿Entonces quién nos impone el DRM?
    .
    Fabricantes de software como Adobe para ganar dinero y molestar a toda la cadena, empezando por el mismo autor y acabando con el lector.
    .
    Adobe dice: “Si quieres alguna vez invertir dinero, invierte en Adobe, porque Adobe nunca pierde”

    http://jaimejaner.blogspot.com.es/2011/03/drm-what-drm.html?q=adobe

    1. Hola Jaime,

      Al final, el DRM, nos lo impone el editor y muchos de los autores, que es a los que se ha conseguido asustar con el fantasma de la piratería, un fantasma que, como el mago de Oz, mete ruido pero es un enano. Pero, como sabes, poco a poco el DRM va cayendo en desuso o se van adoptando formas más amables de DRM.

      Gracias por tu visita y tu comentario!

  4. Y con esas nos quedamos, Bernat. Los ereaders que no tengan conexión wifi pasan a ser inútiles si se adopta esto, cuando lo que se sabe ya es que su ritmo de reposición es mucho menor al no aportar novedades significativas desde hace años.

    Si quieres abrir un libro fuera de cobertura wifi, también te quedas tirado. Y es lo que dices, que tiene bemoles: para eso lo mejor es obviar a Adobe y colocar el libro sólo en la nube. Bueno, “sólo”: si el ebook se cachea en un navegador, no puede ser invulnerable a su extracción.

    Adobe lo que está tratando de hacer con mucha torpeza es asegurarse y mejorar una línea de negocio, sin importar los efectos para los usuarios y las editoriales. Usar ADE nunca fue sencillo, transparente o siquiera amable. Yo ni lo intenté, la verdad, porque lo que leo lo suelo encontrar en Amazon.

    Y precisamente Amazon confía un poco más en mí y no se china tanto con la posible copia no autorizada. Saben de sobra que su DRM es eliminable, pero no les preocupa aparentemente. Con un Kindle 1 vas a poder seguir leyendo los nuevos ebooks que compres, mientras no tengas más de cinco dispositivos asociados. El costo que supone la copia no autorizada lo asumen sobradamente sabiendo que la mayoria de los usuarios van a caer una y otra vez en la copia por impulso facilitada por el one-click.

    Es lo que hay. Me parece que la han cagado hasta el corvejón. Imagino que no soy el único usuario que prefiere un jardín cerrado que funcione y no me tome por un delincuente a una plataforma pretendidamente abierta y que me deja en la estacada. Y de sony mejor no hablar, que hace años que tenían que haber rodado las cabezas de todos los responsables de librié/reader. En vez de preocuparse por lo del always connected, tendrían que haberse mirado en el espejo de Amazon y buscar una experiencia transparente y sencilla.

    Además, queda pendiente lo que puede ocurrir cuando el DRM se vuelve obsoleto. Pongamos que dentro de 20 años el DRM de Amazon se deja de usar. ¿Qué me ocurre a mí y a mi biblioteca de ebooks de Amazon? ¿Alguien tiene el cuajo de decirme que no la pueden heredar mis hijos?

    Cuanto más lo pienso, más me parece urgente pensar en un esquema open source de DRM

    1. DRM open source puede ser tan engorroso y crackeable como cualquier otro. ¿Sabemos cuánta piratería ha evitado el DRM? ¿La evita de hecho? Seamos serios, el DRM no hace más que tocar las narices al usuario legítimo, que es el que paga. Sin embargo, por quien nos preocupamos y a quien prestamos atención es a aquellos que no pagan… ¿?

      1. Hola Feidor,

        Yo creo que el DRM no evita la piratería, si acaso la incentiva. Todo cabreo causado por las trabas a un consumo racional de lo adquirido provoca un movimiento de igual fuerza en sentido inverso que promueve saltarse las normas. Es cuando nos llaman ladrones, sin serlo, cuando perdemos las trabas morales al pirateo: si ellos ya suponen que lo hago, si me tratan como si lo hiciera… al menos voy a disfrutar de las ventajas de hacerlo.

        Aún así, yo nunca me he bajado un libro gratis que estuviera protegido por copyright, pues he procurado comprarlos en plataformas que no me tocaran las narices. Otra cosa será cuando cambie de proveedor, pero bueno… ese será mi problema, claro.

        Gracias por tu visita y tu comentario!

  5. Los formatos nunca se pierden, siempre existirá y existe la tecnología para recuperarlos, un ejemplo lo tenemos en que hoy en día podemos visionar imágenes de principio del siglo pasado en películas y adaptadas al digital, al igual que los antiguos formatos como cintas, vinilos y otros…
    La información nunca se pierde, existe tecnología para recuperarla, si no no tendríamos historia.

  6. Poco puedo decir sobre Adobe y sus decisiones que no se haya dicho ya. la perspectiva más inquietante es precisamente la que tiene dos vertientes: por un lado un mayor control del #ebook por parte de un tercero (ni editor, ni autor, ni lector). Si el control siempre es discutible el control descontrolado aún más; la necesidad de establecer una conexión perpetua (que es uno de los mecanismo de control), pero que además coloca la lectura en manos de las compañías telefónicas (de nuevo un tercero, que no es ni editor, ni autor, ni lector). De este riesgo ya hablé en varias ocasiones y parece que a nadie importa demasiado, era implica dejar la industria cultural en manos de sujetos ajenos a tal industria, perder control y posición estratégica, abdicar de los derechos de lector y, si se me apura de ciudadano.
    Adobe ha hecho una mala jugada de imagen, sin duda, pero mucho peor para el mundo editorial: va siendo hora de poner enmarca alternativas, aunque sean minoritarias.

    1. No tengo ninguna duda que, o bien surgirán alternativas minoritarias para aquellos que tengan ciertas cosas claras, o bien habrá formas de funcionar que caerán en desuso por mala imagen, mala prensa y mal funcionamiento. Sigue siendo hora que la propia industria se tome en serio estas cosas, pero vaya… no parecen muy dispuestos.

      Gracias por tu visita y tu comentario!

  7. […] Adobe iacta est, de Bernat Ruiz Domenech […]

  8. […] – Cuando una industria –cualquier industria- deja en manos de otra su desarrollo tecnológico, pierde las riendas de su futuro. Cuando una industria –como la del libro- rinde armas a escala global a…  […]

Comments are closed.