FORMACIÓN1

Recientemente he empezado a colaborar, como profesor, en el Máster en Edición Digital de IPECC – Universidad de Alcalá. La experiencia me ha ayudado a meditar sobre la conveniencia de este tipo de formación y el papel que debe –o debería- tener en el desarrollo digital del sector del libro. Confieso que al iniciar las clases no tenía claro el papel de este tipo de másters deben cumplir. De hecho ni siquiera tenía claro que yo sirviera para eso…

La formación editorial en competencias digitales está en un estado todavía más embrionario que la misma edición digital; siendo la edición un oficio, aquellas competencias susceptibles de ser transmitidas deben tener un mínimo de rodaje antes de poder formar parte de un corpus de conocimiento. A este argumento se acogen todos aquellos que cuestionan la simple existencia de másters y postgrados en edición digital; argumentan que el estado de indefinición –incluso de indeterminación- de la digitalización editorial sólo permite ofrecer formación técnica muy centrada en ciertas herramientas. En parte tienen razón.

La segunda vez que me interesé por la digitalización del libro tuve que auto-formarme (la primera fue en 1996, cuando intenté llevar a cabo un proyecto teórico de fin de carrera; el libro digital era más una especulación que una realidad, lo de la teoría del diseño era algo a lo que sólo se dedicaban unos pocos raritos, demasiado escandinavos para este país y la idea no fue bien vista por la escuela de diseño en la que cursé mis estudios). Afortunadamente –o no, a saber- he sido un mal estudiante pero un buen autodidacta toda mi vida. Al principio casi no había oferta formativa de ningún tipo. Pronto aparecieron cursos técnicos básicos sobre la materia que complementaban la visión general que ofrecían los congresos, mesas redondas y otros certámenes como FICOD, LIBER y otras ferias. Sólo más tarde aparecieron postgrados y algunos de ellos se convirtieron en másters. Los mimbres de toda esta oferta eran muy endebles.

Asistí a algún que otro curso. Llegó un punto en que empezaba a tener la sensación de no aprender nada relevante en ellos. Eso, lejos de ser un pecado de inmodestia, demuestra que el ritmo al que aparecen las novedades no casa del todo bien con el establecimiento de un plan de estudios previsible, por modesto que este sea. Parece un argumento de peso para no cursar ningún tipo de formación y limitarse al autodidactismo. Es posible, pero creo que la formación en competencias digitales, sea básica, técnica o avanzada, es cada vez más necesaria. Por dos motivos:

  • Economía de aprendizaje Ser autodidacta requiere un trabajo enorme de criba y descarte. En las fases iniciales uno avanza a tientas, sin saber si lo que hace le será útil o bien le llevará a un callejón sin salida conceptual o tecnológico. Es necesario procesar grandes cantidades de información para conseguir conocimientos útiles. El tiempo transcurrido entre el inicio del aprendizaje y la sensación que uno empieza a comprender algo es muy largo. Y ojo, porque estoy hablando de la sensación. El autodidacta nunca está seguro de lo que sabe, todavía menos si la disciplina –esta palabra creo que todavía es prematura- está en sus primeros balbuceos. Es un aprendizaje a ciegas. Obviamente es una tarea en la que hay cómplices, amateurs, diletantes –como el que suscribe- que están algo más adelantados. La formación, por provisional que sea, permite recorrer en un tiempo mucho más corto la curva de aprendizaje y hacerlo sobre bases más sólidas –por endebles que sigan siendo- que las de los primeros diletantes, esos que todavía no son especialistas, acaso sólo lleven cierta ventaja al resto.
  • Esquema de pensamiento Uno de los mayores problemas de enfrentarse a un cambio de paradigma es que no puede ser superados con los esquemas existentes. Algo que he observado desde hace tiempo –y que impartir las clases me ha confirmado- es que cuanto más central o estratégico es el puesto que un profesional ocupa en la cadena de valor del libro analógico, cuanto más imprescindible parece ser, menos dispuesto se muestra en aceptar el nuevo paradigma. No tiene nada que ver ni con la inteligencia, la edad, ni con la (in)capacidad de aceptar las novedades; profesionales muy conservadores en su propia disciplina son personas perfectamente capaces de adoptar todo tipo de innovaciones. Creo que el problema radica en una trampa de sesgo de confirmación: todo a su alrededor les devuelve la imagen que su trabajo es como siempre, que el sector no ha cambiado y que no hay motivos para moverse. No se trata de incompetentes o incapaces (dejaremos el Principio de Peter para otra ocasión), han logrado ocupar puestos relevantes o, como mínimo, confortables en sus organizaciones. El problema es que suelen prestar atención a lo que confirma sus prejuicios y a desechar aquello que amenaza sus esquemas. Bueno, eso lo hacemos todos en algún momento u otro, es una estrategia defensiva lógica: si uno se replanteara constantemente su lugar en el mundo –para el caso, en la profesión- la vida sería insoportable.

Los postgrados y másters en edición digital permiten acelerar la adquisición de nuevas competencias a la vez que cuestionan los esquemas. Lo importante es cuestionarlos, no tanto dibujar otros esquemas; todo es muy volátil todavía, ahora la foto siempre saldrá movida. Es necesario introducir la duda donde hay un sólido convencimiento asentado por años o décadas de experiencia y siglos de costumbre y tradición. En esta fase inicial de la edición digital puede ser casi más importante hacer dudar y mostrar otros caminos que aportar un fugaz conocimiento que, en cualquier caso, es ya ubicuo. Pienso que el conocimiento debe servir para romper el sesgo de confirmación y construir algo nuevo con nuevos esquemas.

Nos enfrentamos a un dilema: cuanto antes empecemos a cursar formación en edición más obsoletos serán los conocimientos adquiridos pero más valioso será haberse librado del sesgo de confirmación y las viejas ideas que éste protege. En un momento en el que no sabemos qué ocurrirá lo mejor que podemos hacer es descargarnos de prejuicios que nos impidan pensar con agilidad. Quien quiera participar de la innovación y acelerar su aprendizaje puede optar por la formación en edición digital. Quien quiera seguridades y conocimientos sólidamente asentados debe alejarse de la edición, tanto de la digital como de la analógica. Al fin y al cabo todo es lo mismo o lo acabará siendo. Pero nunca será como ha sido siempre.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

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6 Comments

  1. […] La formación editorial en competencias digitales está en un estado todavía más embrionario que la misma edición digital; siendo la edición un oficio, aquellas competencias susceptibles de ser transmitidas deben tener un mínimo de rodaje antes de poder formar parte de un corpus de conocimiento. A este argumento se acogen todos aquellos que cuestionan la simple existencia de másters y postgrados en edición digital; argumentan que el estado de indefinición –incluso de indeterminación- de la digitalización editorial sólo permite ofrecer formación técnica muy centrada en ciertas herramientas. En parte tienen razón.  […]

  2. […] – Recientemente he empezado a colaborar, como profesor, en el Máster en Edición Digital de IPECC – Universidad de Alcalá. La experiencia me ha ayudado a meditar sobre la conveniencia de este tipo d…  […]

  3. […] Bernat Ruiz Domènech defiende que la formación en competencias digitales, sea básica, técnica o avanzada, es cada vez más necesaria. Por dos motivos: por economía y por esquema de pensamiento. A desarrollar ambas ideas dedica el artículo.[Im. ansermon.blogspot.com]  […]

  4. […] Bernat Ruiz Domènech defiende que la formación en competencias digitales, sea básica, técnica o avanzada, es cada vez más necesaria. Por dos motivos: por economía y por esquema de pensamiento. A desarrollar ambas ideas dedica el artículo. [Im. ansermon.blogspot.com]  […]

  5. ¿Merece la pena que llamemos libro al libro? Es decir, seguimos hablando del soporte y no del contenido. Y eso es quizá la madre del cordero. Sí, sí sabemos lo que va a pasar: que el continente (la novela, el ensayo, la biografía…) van a continuar. Qué más da sobre qué soporte. También sabemos que los autores van a publicar nos guste o no, con más acierto o con menos (eso no cambia tanto) y nos da lo mismo en qué soporte lo hagan. Por último, también sabemos que el éxito es improbable y de causas desconocidas de antemano, por lo que la mayoría de los autores y los contenidos pasan sin pena ni gloria (y sin ganar un duro). Sabemos todo eso. Me parece que no es poco. Y sabemos algo más: que todos los contenidos serán accesibles estemos donde estemos. El problema de los transportistas de papel encuadernado y sus almacenistas es irrelevante.

  6. Lo mejor que podemos hacer es descargarnos de prejuicios que nos impidan pensar con agilidad. Brillante. Te sigo e invito: http://diariodeunperdedordotcom.wordpress.com/

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