MIMAMAMEMIMA

Mi hermana tiene un problema. Su hijo mayor, mi sobrino que ahora cumplirá nueve años, no lee; no le gusta. Ella es consciente que obligarle a leer no es lo más recomendable y prefiere persuadirle. Por eso ha llegado a un acuerdo con él: leerá un poco cada día pero podrá escoger el libro que más le guste.

Mi sobrino le ha dicho que vale, que quiere leer Harry Potter –supongo que empezará por el primer libro de la saga- y que, además, quiere hacerlo en el e-reader que yo le regalé a mi hermana. Yo creo que el reto más importante no es que lea, sino conseguir comprobar que efectivamente lee, entiende lo que lee y es capaz de expresarlo; le recomendé que cada día, tras la lectura, escriba lo que ha entendido. Si para ello abre un blog, casi mejor, porque pondrá en valor su trabajo, podrá compartirlo, lo introducirá –si quiere- en el mundo del fanfiction y puede –sólo puede- que por esa vía también refuerce su gusto por la lectura. A ella todo esto le plantea unas cuantas dudas:

  • ¿No es mejor que empiece leyendo en papel? Está todo el día conectado a cosas…

  • ¿No es más educativo escribir a mano? Se supone que ya tendrá tiempo de empezar a usar teclados…

  • ¿Es bueno que lea Harry Potter? ¿No hay lecturas más recomendables?

Una cuestión de objetivos y prioridades

¿Qué quiere conseguir mi hermana? inculcar el gusto por la lectura a mi sobrino pero, todavía más importante, mejorar su capacidad de comprensión de lo leído. Ese gusto y esa habilidad están en el cerebro de mi sobrino y no tienen una manifestación motora directa. Las habilidades que pueda desarrollar mi sobrino para leer, entender lo leído y escribir de forma coherente lo comprendido no dependerán de las herramientas que use para ello. Nadie quiere enseñar a mi sobrino a usar un libro de papel, ni a usar un lápiz de grafito o un bolígrafo para escribir. Mucho menos se pretende mejorar su caligrafía –a partir de ciertas edades es una soberana tontería. La mejora de la caligrafía, tanto en niños como en adultos, vendrá de la mano de las aplicaciones de reconocimiento de escritura manual para tablets como, por ejemplo, Penultimate. Deberíamos mandar al museo las proverbiales plantillas de Mi mamá me mima y mi papá fuma en pipa –o sus equivalentes modernos y políticamente prístinos con papás presuntamente mimosos y mamás presuntamente no fumadoras. Nada mejor que un software de reconocimiento de escritura manual para conseguir una caligrafía aceptable: si no lo haces bien lo que escribas no servirá para nada, tengas 9, 19, 49 o 99 años.

A mi hermana le gustaría que mi sobrino empezara leyendo en papel y que, más tarde, empezara con el digital. Es una forma de pensar muy extendida pero no tiene ningún sentido. Mi sobrino ha nacido digital; con cinco años sabía usar el mando de la tele mejor que cualquiera de los adultos de la familia, el iPad no tenía secretos para él y no se podía poner un móvil a su alcance porque se ponía a llamar al primero que pillara y no era un accidente. Mi sobrino quiere leer en un e-reader porque en su mundo es la elección lógica.

A mi hermana le gustaría que mi sobrino empezara a escribir en papel y que, más tarde, pasara a usar teclados. El problema es el mismo, con el añadido que si queremos convertir el texto en papel –simple texto muerto- en un texto social, deberemos pasarlo a limpio. Sí, ya sé que eso de pasarlo a limpio puede ser un proceso interesantísimo que le obligaría a rumiar dos veces lo escrito, pero queremos mejorar sus habilidades lectoescritoras sin convertir todo esto en algo odioso. Que nadie se equivoque: no queremos que sea frívolo y divertido. No lo será. Pero sí queremos que vaya tomando un hábito y es imprescindible que no lo odie. Inculcar un hábito sin generar aversión exige mucho tacto.

Que mi sobrino use un teclado para escribir es la elección lógica, del mismo modo que yo no usé plumas de ganso para escribir en la escuela, sino bolígrafos y plumas estilográficas infantiles, las herramientas más modernas de mi época –y que nadie mencione las máquinas de escribir mecánicas, porque estará confundiendo la velocidad con el tocino. Obviamente tampoco se trata de desterrar para siempre las herramientas analógicas de escritura, pero sí de entender que cada cosa tiene su lugar y su momento. Para el objetivo propuesto lo mejor es que escriba en un teclado.

Finalmente, Harry Potter. Seguro que hay lecturas mucho mejores. Confieso que nunca me ha gustado la literatura infantil y juvenil, especialmente esa que tiene una declarada intención didáctica y moralizante; desde pequeño vi la trampa y el cartón de una tramoya concebida para la forja del carácter (sic). Suficientemente didáctica y moralizante es ya la escuela como para convertirlo todo en una moraleja. Me patina si Harry Potter es la antiliteratura, si es demasiado comercial, si hay lecturas infinitamente mejores: es lo que mi sobrino ha pedido, se adapta perfectamente a las habilidades que queremos desarrollar y puede ser una puerta de entrada a lecturas más correctas (sic). O a lo que el cuerpo le pida leer, lo que suele ser mejor si se trata de pasar un buen rato leyendo.

Por último, un aviso a los apocalípticos que creen que los niños suben tontos, lerdos, débiles mentales y no son capaces de salir de las maquinitas: mi sobrino tiene una hermana pequeña, de casi siete años, a la que le gusta mucho leer y escribir. Ambos han sido educados en la misma casa, por las mismas personas y crecen en el mismo ambiente. No metamos a todos los nativos digitales en el mismo saco. Niños remolones ante la lectura los habrá siempre. Y niños que se aficionan tarde -o nunca- a ella, también. En eso no hay nada nuevo bajo el sol.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

12 Comments

  1. Hola , no se que decir aunque es muy interesante el post, pero creo que si le gusta leer asi por que no, lo importante es que lo haga, es lo mismo que dicen por mi tierra, un niño que esta comiendo los garbanzos uno a uno y con la mano, y lo recriminan pero le dicen se lo come no pues dejale asi mejor que coma que no coma, con la lectura creo que es igual, es mejor que lea, y no creo que sea conveniente lo de escribir llegara un momento que lo atosigueis, y eso puede ser perjudicial y el momento de lectura puede ser que lo odie.

  2. Si os obsesionáis con que lea y lo forzáis conseguiréis que lo odie. Lo importante es que lea, sea lo que sea y sobre todo lo que le guste. Con nueve años lo normal es que lea tebeos, luego pasará a comics y luego, una vez que tenga el habito, él solo pasará a los libros.
    El medio no es importante, que lea en un tablet o en un movil si le apetece, lo importante es el contenido, no el continente.
    Os hablo desde mi experiencia propia y la de mis hijos como padre.

  3. Muy buen post Bernat,felicidades,te/os adjunto enlace en el que escribí en su día sobre los “nativos digitales”, por ejemplo, tu sobrino:
    http://www.boolino.com/es/blogboolino/item/31

  4. Buen día, la mejor manera de inculcarle a un ninio el amor por la lectura es leerle desde que nace. Yo a mi hija de 10 anios siempre le leí y cuando ella aprendió leíamos entre las dos. Ahora es una gran lectora. Saludos

  5. No me malcriéis al niño, hombre. Dejadlo así, y que se meta en política

  6. […] – Mi hermana tiene un problema. Su hijo mayor, mi sobrino que ahora cumplirá nueve años, no lee; no le gusta. Ella es consciente que obligarle a leer no es lo más recomendable y prefiere persuadirl…  […]

  7. A mi hijo de once años no le gusta leer, nunca le gustó. Sin embargo, le apasiona que le cuenten historias, tanto a través de la lectura, de las canciones, de las películas, de los videojuegos con tramas intersantes… No sólo eso, sino que asimila esas historias en todas sus dimensiones, desde la anécdota hasta las conclusiones abstractas, pasando por el vocabulario.

    Es decir, que tiene madera de gran lector… si no fuera por que también tiene un problema óptico y neurológico que le dificulta mucho el acto físico de leer y, por ende, también el de escribir.

    Tardamos algún tiempo en descubrirlo (a través de estos y otros síntomas) y ahora estamos intentado solucionarlo con ayuda de un neurólogo, un optometrista y una logopeda. Lo malo es que ha perdido los “mejores años” para coger el hábito de leer, pero no pierdo la esperanza, algún día, cuando no le cueste tanto esfuerzo, estoy segura de que llegará a disfrutar leyendo, aunque sea en un libro electrónico.

    Mientras tanto, yo le sigo leyendo en voz alta, como cuando era analfabeto, que también es una buena forma de disfrutar de la lectura y un pretexto para (yo) releer los clásicos infantiles y juveniles con un enfoque nuevo (el de mi hijo).

    Conclusión: a los padres de todos esos niños a los que “no les gusta leer”, les recomiendo que no descarten un problema físico. A lo mejor no es que no les guste, sino sencillamente que no pueden.

    1. Tengo una tía que no leía ni por error, pero alrededor de los 60 cayó en sus manos un libro que le enganchó y ahora es una lectora apasionada. Siempre es tiempo para aprender y encontrar aficiones.

      1. Qué bonita anécdota, Mireya. En efecto, como casi todo con los niños (y con los adultos, al parecer), es cuestión de poner las cosas a su disposición, sin imponérselas, para que puedan acercarse a ellas cuando llegue el momento. Mi hijo tiene varios dispositivos de lectura y gran variedad de textos a su alcance, y estoy convencida de que cuando esté preparado hará uso de ellos espontáneamente.

    2. Apreciada amiga/madre, existen dispositivos de lectura que admiten archivos que combinan la lectura visual con la voz, es decir los archivos en “audio libro”, son muy interesantes y para niños son ideales. Espero que te sirva esta información.

      Saludos.JJDM

      1. ¡Gracias, Jaime! En efecto, los usamos para las lecturas “académicas” (muchos libros de texto incluyen ahora un CD con los fragmentos literarios grabados). Para las lectura “lúdicas”, leemos en vivo y en directo algún miembro de la familia. Y no es ningún sacrificio, sino un placer; de hecho, a menudo se suma el hermano mayor, que lee sin problemas.

  8. […] Bernat Ruiz Domènech defiende la importancia de la escritura como motor que genera y despierta motivaciones hacia la lectura.  […]

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