– Imagen: M. C. Escher

A raíz de mi último artículo en el que hablaba de la (in)visibilidad del editor, una lectora me ha mandado un e-mail en el que me comenta que se ha sentido ofendida por mi alusión a la figura profesional del conversor digital. Dicho profesional, en pocas e inexactas palabras, se encarga de tomar el archivo InDesign del libro –u otro formato de partida- y transformarlo en un formato como, por ejemplo, EPUB. En mi artículo dije lo siguiente:

[…] En una cruel ironía ha aparecido un nuevo personaje en los créditos de los libros: hoy en los ebooks, en vez del impresor, vemos al conversor digital, un parásito tecnológico que se aprovecha de la inmadurez industrial del ramo que, en vez de darle la vuelta a su proceso productivo, lo parchea para seguir navegando en un barco que achica cada vez más agua.

Hoy me toca hacer de Defensor del Lector de mi propio blog, leer críticamente lo que escribo y darme un tirón de orejas. Expondré la posición de la citada lectora aunque, al formar parte de un correo privado, me limitaré a mencionar sus iniciales. Dice J.O. en su e-mail:

[…]

Quiero decirte que algunas de las personas que nos dedicamos a hacer epubs somos profesionales del sector muy preocupados por ofrecer a los lectores buena calidad en sus ebooks, incluso hemos desarrollado programas como un diccionario para evitar errores que eran frecuentes en el proceso de conversión como blancos entre sílabas, etc. Creo que en alguna medida estamos llenando un espacio que las editoriales (al menos en Argentina) no tienen de momento, que es el del editor digital, aquel que conozca los dispositivos, que sepa las posibilidades que le ofrece esta nueva plataforma, etc. Y además es frecuente que tengamos la posibilidad de mejorar la edición en el proceso de conversión digital pues el proceso de armado nos obliga a rastrear notas al pie, muchas veces encontramos algunas que no figuran, etc. Hacemos un trabajo interesante, trabajamos con el texto y lo que nos mueve es poder seguir leyendo.

[…]

Tiene toda la razón. Los profesionales de la conversión digital –en adelante, conversores- llevan a cabo una labor que no se aprecia lo suficiente y que se paga peor de lo que merecen. Posiblemente no usé la mejor de las expresiones y comprendo que J.O. se haya sentido ofendida. Para desfacer el entuerto expondré lo que pienso de la actual posición profesional de los conversores y por qué usé la expresión “parásitos”.

Un buen profesional con un mal empleo

El de conversor digital es una figura profesional que es muy necesaria, pero no para el uso que se le da. A los buenos profesionales se les puede emplear mal, y este es el caso. Los conversores deberían dedicarse a convertir el fondo editorial elaborado mediante procesos productivos que tenían o han tenido como objetivo imprimir un libro de papel. Para el resto, lo que debe hacerse es poner el proceso digital en el centro, de manera que el archivo EPUB, AZW o Mobi, ya salga de la editorial en perfecto estado de lectura.

Como sabemos, en la mayoría de las editoriales las cosas no funcionan así. No es un problema de dimensiones: pequeñas editoriales recién creadas han nacido siendo sólo digitales y, por lo tanto, ya están al otro lado. Mientras, grandes grupos planetarios, pese a contar con recursos para ir reconvirtiendo su proceso editorial, no parecen moverse demasiado. Se mueven, sería injusto decir lo contrario. Pero se mueven poco, demasiado poco.

A los conversores se les emplea mal porque se les emplea al final de un proceso productivo que no tiene como objetivo la salida de un libro digital, sino la de un libro de papel. Por eso se les llama conversores. Por eso su posición –que no su actitud ni su validez profesional- es parasitaria: medran en un lugar en el que no tendrían nada que hacer si las editoriales los emplearan allí donde rendirían más, convertir el fondo de papel en fondo digital.

A nadie se le ocurriría fabricar un coche con motor de gasolina para, acto seguido, abrir el capó y cambiárselo por uno eléctrico y, sólo entonces, venderlo. Del mismo modo que cada tipo de vehículo necesita un desarrollo técnico distinto y un proceso de fabricación propio, el libro digital no puede ser fruto del parcheo de un libro de papel, porque su filosofía de uso es diametralmente opuesta.

Cradle to cradle y el libro como servicio

En mi artículo de hace dos días también dije algo que a más de un editor le puede haber puesto los pelos de punta, aunque no me consta ninguna reacción en ese sentido:

También podría ser simple inercia: el editor profesional aparece en el siglo XVIII […] y suele ir asociado al de librero e impresor, un lujoso 3 en 1 que será la delicia de los directores financieros cuando se den cuenta que un buen editor de mesa bien digitalizado es capaz de hacer las tres cosas.

Un editor de mesa deberá ser capaz de llevar a cabo su actual labor pero también cerrar un EPUB, AZW o Mobi en condiciones, mientras está atento a su comportamiento comercial en el punto de venta que corresponda, porque nadie como él conocerá mejor el producto y el cliente al que va dirigido. El editor pasará a ser el responsable del ciclo vital del libro, acompañándolo en toda su vida comercial. ¿Significa que el editor estará solo ante el mercado? No, siempre necesitará del concurso de expertos en otras materias, pero en las distancias cortas, en las decisiones más cercanas al terreno, a pie de trinchera, su experiencia digital deberá ser preponderante. A la estructura de las editoriales hay que darles un vuelco, simplificándolas y eliminando eslabones jerárquicos. Hay que dudar, hay que equivocarse al hacerlo, y aprender, para hacerlo mejor.

Para conseguir esta cuadratura del círculo editorial será imprescindible el desarrollo de herramientas informáticas que, o bien no existen, o bien están en su infancia tecnológica. También será necesario que las editoriales comprendan que su producto necesita de un cuidado que podríamos incluir en el concepto de cradle to cradle, de la cuna a la cuna, según el cual un producto repite su ciclo vital una y otra vez. Pese a ser una idea proveniente de la fabricación de productos de consumo como los televisores o las lavadoras, su adaptación a algo tan líquido como el libro digital es muy apropiada. Si hasta ahora el proceso empieza en el editor y acaba en la recicladora de papel o en la mesa de saldos, el nuevo proceso debe basarse en el ciclo vital del ebook: del editor al editor. Un ebook se mantiene siempre joven y puede actualizarse y mejorar sus prestaciones ad infinitum. Un ebook es un producto en desarrollo constante, en venta constante, en revisión constante. Un ebook es un servicio.

Al profesional de la conversión digital le espera un futuro brillante, pues cuando las editoriales pongan al libro digital en el centro de sus procesos productivos aún quedarán millones de títulos en papel por digitalizar. Será un trabajo de lustros que deberá hacerse muy bien, un trabajo que los conversores pueden hacer mejor que nadie porque nadie como ellos entiende lo que sucede cuando un libro de papel se convierte en un libro digital. Por eso es absurdo mantenerlos como simple salida de un modo de trabajar que ha quedado obsoleto.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

One Comment

  1. Tienes toda la razón. La mitad de mi trabajo consiste en explicar a los editores como cambiar sus modelos de producción para que el eBook esté presente desde el inico, entre otras cuestiones de producción, para no pagar varias veces por lo que debería ser un único proceso de edición, con diferentes profesionales, pero con un flujo de trabajo inteligente.
    Gracias por tus reflexiones

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