Decía cierto anuncio de perfumes que en las distancias cortas es cuando un hombre se la juega; hacía obvia referencia al acercamiento que el macho emprendía hacia la hembra pero nos servirá para ilustrar lo que les sucede a ciertos intelectuales cuando, tras una juventud de gris y plúmbea dictadura se exponen a una madurez de líquida y mutante democracia. En el ejercicio de la libertad de expresión, algunos intelectuales se la juegan.

Hay lecturas que prefiero dejar en barbecho mental el tiempo necesario para formarme una idea más o menos clara del asunto. A finales del mes de Julio leí, en JotDown, un artículo de Félix de Azúa; podría haberse titulado Elogio del Gasógeno y la Caspa, pero si se ha hablado de él es porque el autor metió la pata al imputar a José Luis Sampedro unas ásperas palabras en memoria de la madre del Presidente del Gobierno que nunca dijo ni escribió. En un par de horas se habían acumulado muchos comentarios de lectores bastante mejor informados. El autor tardó algunas horas más en rectificar y, cuando lo hizo, volvió a cubrirse de gloria. Veamos qué escribió exactamente:

Aclaración del autor: El lector habrá observado que en ningún momento he mencionado al señor Sampedro en el artículo. Esto es así porque no confío en absoluto en las informaciones de la Red, aunque la carta supuestamente de Sampedro me llegó a través de uno de los mejores editores de España, digno de toda confianza. Dicho lo cual, me alegro de que no sea Sampedro el autor de la falsa carta, primero por el bien de Sampedro, persona honradísima, y segundo porque el caso nos vuelve a demostrar el peligro de las informaciones de Internet y su necesidad de regulación, algo contra lo que lucha constantemente la mafia reticular. Por cierto, al ametrallarnos de mensajes los bondadosos internautas no han hecho sino difundir la calumnia entre aquellos que no hubieran identificado al personaje. Para mí, todo nombre propio de la Red es un nombre ficticio. Y desde luego le pido excusas a Sampedro si he podido dañarle más que el verdadero autor de la calumnia.

No confía en las informaciones de la Red pero escribe en un blog. Es cierto que Félix de Azúa no menciona a Sampedro pero su identidad parecía deducible. No es eso lo más relevante: en este sencillo párrafo vemos cómo un intelectual reputado puede mostrar su rigidez mental a causa de un cambio de escenario. ¿Por qué?

a/ La cultura depende del abolengo: Félix de Azúa, como todos sus contemporáneos, debe su formación a un sólido esquema cartesiano de inmutables categorías. Para él un proletario es alguien pintoresco a quien compadecer en su ignorancia, mientras que uno de los mejores editores de España es digno de toda confianza, diga lo que diga. Recuerda a aquellos que decían que lo que sabían era cierto sólo porque lo habían leído en un libro. Aunque nunca se han dejado de imprimir burradas –ya los romanos editaban tonterías- sí es cierto que hasta no hace mucho para conseguir que te publicaran había que pasar unos filtros y cumplir unos cánones culturales; sólo se imprimían memeces acordes con el canon, pero memeces al fin y al cabo.

b/ La Red es caca y sus moradores son el Hombre del Saco: la Red es un lugar sin estructura, sin centros ni categorías preestablecidas, no es ordenado como un dieciochesco jardín francés. En la Red sólo se puede hacer camino al andar y, a diferencia de lo que recomienda Machado, al volver la vista atrás vemos el camino que seguramente volveremos a pisar. De la Red sólo conocemos aquello que hemos hollado, su topografía no es previsible; al contrario, el paisaje cambia constantemente. Para alguien como Félix de Azúa debe ser lo más parecido a un infierno intelectual en el que sabios y lerdos, cultos e ignorantes, viven a ras del mismo suelo sin poder elevarse lo más mínimo por encima de la masa.

c/ El vil populacho no puede publicar lo que le apetezca: si el primer punto nace del prejuicio y el segundo de la incomprensión, el tercero es fruto del miedo. Es el miedo de muchos que le han precedido, pero es una emoción que lo sitúa al otro lado de la trinchera en la que él siempre ha militado. Tener miedo de la voz del populacho es cosa de emperadores, reyes absolutistas, dictadores sanguinarios de todos los colores, políticos autoritarios, consejeros delegados inseguros y directores financieros autistas. También lo es de sus adláteres intelectuales y otros cooperadores necesarios; lo que sorprende es ver a Félix de Azúa entre estas huestes.

Cuando dice que el populacho no puede publicar no está diciendo que no tenga autoridad intelectual para hacerlo, extremo con el que yo estaría parcialmente de acuerdo en ciertos casos sin que ello diera permiso a nadie a prohibir nada; no, lo que quiere decir es que debería recuperarse el imprimatur eclesiástico, la censura previa franquista y, supongo, el Tribunal de Orden Público. De otro modo no comprendo como sería posible satisfacer la necesidad de regulación que él pretende.

Durante los últimos años he podido leer biografías, autobiografías y testimonios de intelectuales autocalificados de izquierdas –y algunos de derechas– que estuvieron muy en boga durante la segunda mitad del siglo XX. Félix de Azúa pertenece a ese grupo. Mientras el enemigo fue colosal, inmóvil, gris, dictatorial y franquista, no tuvieron ningún problema en articular su discurso contra él. El objetivo no se movía y no era necesaria mucha puntería ¿Puede que contra Franco algunos vivieran mejor? No lo sé, pero parece que no han sabido adaptarse al nuevo marco político, intelectual, tecnológico y conceptual, una nueva realidad que ya no es fija, cartesiana y predecible, que ya no mantiene a cada cual en el lugar que se supone le corresponde. Muchos intelectuales del siglo XX eran defensores acérrimos de la libertad de expresión y creían de veras que al pueblo había que desasnarlo para hacerlo más libre mediante un proceso pautado y previsible: para ascender de la mugrienta y marginal baja cultura a la sofisticada y elitista alta cultura había que pasar por una serie de ritos de paso –bachillerato, universidad, lecturas imprescindibles, frecuentar ciertos círculos, hacer la pelota a las personas correctas, pensar adecuadamente- que llevaban al novicio a abrazar el canon cultural imperante. De ese modo, ser alguien implicaba integrarse en una élite, defender el statu quo cultural. No se podía ser alguien sin pasar por el tubo cultural elitista, un tubo en manos de muy pocos.

Ya Umberto Eco lo apuntó en 1964 en su Apocalípticos e Integrados –¡Félix de Azúa tenía sólo veinte años!- McLuhan también dijo algo sobre el asunto, y los años ochenta y noventa vieron tesis cada vez más arriesgadas pero más acertadas de lo que se avecinaba. ¿Dónde estaban los intelectuales que ahora exigen controlar la Red? ¿Qué lecturas tienen pendientes desde hace casi medio siglo? ¿Qué no han entendido, de qué se sorprenden y de qué se quejan? ¿Qué tiene de coherente atacar una férrea dictadura en el pasado y querer imponer una oligarquía cultural en el presente? Intelectuales con el pie cambiado están convirtiendo la defensa del canon cultural en su Batalla de Cavite particular, una derrota asegurada en la que ellos caerán con valentía y orgullo como defensores de una forma despótica de entender la cultura, porque para ellos más vale honra sin barcos, que barcos sin honra.

Que parte de la intelectualidad española caiga en este ridículo muestra su incapacidad de razonar en profundidad y de comprender lo que sucede. Que casi ninguno de nuestros más reputados intelectuales haya escrito nada demasiado relevante sobre el cambio que vivimos es sintomático. Cuando digo relevante me refiero a comparable con obras de sus contemporáneos anglosajones. Para pensar con valentía sobre el asunto no se necesitan fuertes inversiones ni conocimientos de física cuántica: debe uno limitarse a darle a la mollera sin prejuicios y con el atrevimiento de salir de la trinchera. El mundo pasará por encima de todo aquél que se quede en su trinchera mental.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

15 Comments

  1. Magnífico post y ejemplo de que la intelectualidad no ha muerto: lleva muerta mucho tiempo, un zombi que en vez de cerebros come espacio innecesario en estanterías. Y que somete a lavado de cerebro a quinta tras quinta de universitarios de humanidades… a cambio de nada

    1. Cierto, pero mantengo la esperanza (ejemplos hay) que no todo es oscurantismo disfrazado de erudición y que todavía los hay que se son capaces de un discurso claro y útil. Por ejemplo: Daniel Innerarity.

  2. Es algo similar a lo que sucede con la práctica totalidad de los “tertulianos”. Saben de todo, hablan de todo y jamás les escucharás decir yo de este asunto no sé o no conozco y por tanto no opino. Al final la sensación que queda es que les viene grande.

    1. Hola José Luis,

      Similar, pero peor: al fin y al cabo ya sabemos qué es una tertulia, ya decodificamos de qué va la cosa. Pero ciertos intelectuales hablan desde una autoridad que durante muchos años no pudo ser discutida y, precisamente cuando lo es (lo es desde hace tiempo) piden que se controle la libertad de expresión. Lo que precisamente me sorprende es que les vanga grande: se supone que se ganan la vida pensando, yo sólo puedo hacerlo cuando el trabajo me lo permite.

      1. Por eso tú no eres un “intelectual”: trabajas. Creo que son cosas incompatibles. 😉

  3. Hola Bernat,

    Molt be que tornes a escrire sovint. Sobre lo que comentas en el articulo: es cierto que hay un deje en intelectuales-editores-opinadores que antes tenian de facto el monopolio de la libertad de expresion(por el mero hecho de que ellos y solo ellos accedian a los medios de produccion industrial que permitan reproducir su opinion) y que ahora estan molestos porque cualquiera puede trabajarse una reputacion on-line. De alguna forma consideran invasores a los que “sin ser nadie”, se atreven a opinar.

    Esta claro, tal y como dijo Martin Gomez en el curso de la UPF al que asistimos, que las jerarquias se estan rompiendo, quedan subvertidas. No obstante, si creo que seria necesario cierta orientacion…no considero que el mero numero de seguidores que tenga un sujeto sea determinante para dar veracidad a una opinion, por ejemplo.

    Frente la antigua forma de legitimacion debe aun surgir otra, seguramente otras, que sirvan para asentar el nuevo paradigma tambien en el plano del pensamiento. El creciente desprestigio de la prensa, del que hablas bastante en tu blog, es sintomatico en este sentido.

    Se trataria de, entre todos, proponer nuevos modelos.

    saludos!
    Antonio

    1. Hola Antonio,

      Incides en un punto importante: la veracidad en el nuevo modelo de relación on-line y, especialmente en redes sociales. Es cierto que el simple número no da la razón, pero sí indica una conexión con el público. Eso no lo acerca a la “verdad”… pero hace que cierta verdad, cierta visión, sea refrendada por mucha gente. Corremos el riesgo de caer en el relativismo absoluto, como aquellos que defienden que decir que el hombre no llegó nunca a la luna es una verdad igualmente defendible que aquellos que, con las apabullantes pruebas en la mano, afirman lo contrario. Sería como impugnar la ley de la gravedad porque en mi “verdad” ésta no existe, para descubrir, tras tirarme por el balcón, que no creer en algo tangible no lo elimina, no lo hace menos cierto. Cierta dosis de relativismo es necesario a modo de parachoques o paracaídas intelectual, del mismo modo que la duda es sana siempre y cuando no sea eterna o, siéndolo, no anquilose el comportamiento. En este nuevo modelo de relación de redes sociales será imprescindible ir con el coco más ilustrado, preparado y abierto que antes.

      Gràcies un cop més pels teus comentaris!

      Fins aviat,

      Bernat

    2. Hola Antonio,

      Ante todo, disculpa que haya tardado en responder. Estoy de acuerdo contigo en que el simple número no basta para cualificar a nadie, pero para eso necesitamos ciudadanos que sepan pensar y que, antes que nada, quieran pensar. Tener unos intelectuales (todos podemos serlo a nuestra escala) y unos medios de comunicación veraces y comprometidos también depende de nosotros.

      Tienes razón, hay que proponer nuevos modelos. De hecho ya están surgiendo y este mismo intercambio de opiniones en este blog, o el hecho que hayas decidido abrir tu propio blog, ya genera nuevos modelos. Estamos al principio, todo es mutable, tienen que cambiar muchas cosas y mucho de lo que hoy es nuevo y damos por sentado será distinto dentro de pocos años.

      Gràcies pels teus comentaris!

      Bernat

  4. […] Y recordemos lo que decía no hace mucho un intelectual como Félix de Azúa: […]

  5. […] Y recordemos lo que decía no hace mucho un intelectual como Félix de Azúa: […]

  6. […] sistema anterior, en el que egregios editores dictaban qué era la calidad y que merecía publicado(este tema ha sido eficazmente tratado por Bernat Ruíz)pero tampoco considero justo este modelo  aparentemente democrático de selección de contenidos […]

  7. […] sistema anterior, en el que egregios editores dictaban qué era la calidad y que merecía publicado(este tema ha sido eficazmente tratado por Bernat Ruíz)pero tampoco considero justo este modelo  aparentemente democrático de selección de contenidos […]

  8. […] sistema anterior, en el que egregios editores dictaban qué era la calidad y que merecía publicado(este tema ha sido eficazmente tratado por Bernat Ruíz)pero tampoco considero justo este modelo  aparentemente democrático de selección de contenidos […]

  9. […] que nada cambie. En esta definición encajan pensadores otrora fértiles –como Félix de Azúa, de quien hablé hace tiempo- pero también periodistas con mando en […]

  10. […] anterior, en el que egregios editores dictaban qué era la calidad y que merecía publicado (este tema ha sido eficazmente tratado por Bernat Ruíz) pero tampoco considero justo este modelo aparentemente democrático de selección de contenidos […]

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