El pasado 25 de abril, hablando acerca de lo mal que los periódicos habían tratado la noticia del cierre de Megaupload y el encierro de sus promotores, dije:

Ya he dicho en varias ocasiones que sigo muchos blogs, ya deben ser más de sesenta, y que sólo leo la prensa de forma esporádica […]. Algunos de dichos blogs los escriben periodistas, pero la mayoría no. Casi todos los blogs que sigo están admirablemente comprometidos con lo que dicen. Hay auténticas autoridades en ciertas materias, blogs por los que alguien debería pagar –yo lo haría por un buen puñado de ellos. La calidad en dichos blogs no está tan sólo en lo que dicen, sino en cómo lo dicen, en sus sólidas bases, en como comparten las fuentes, en el ingenio que demuestran al pergeñar sus historias.

Citarse a uno mismo es un poco feo, pero hoy lo hago con buena intención y por buena causa. Acabo de terminar la lectura de La estrategia del perro loco. Israel, Irán y la bomba nuclear, de Íñigo Sáenz de Ugarte. Lo compré en Amazon.com y lo leí con mi Kindle. La edición digital es sobria y espartana, eficaz. Más que suficiente para el caso. Pero no es de la edición del libro de lo que quiero hablar. Quiero hablar de periodismo.

La estrategia del perro loco son 16.000 palabras. Mucho más que un buen artículo, algo menos que un buen libro. El propio Sáenz de Ugarte duda al definirlo y lo mete en el socorrido saco del ebook. Es evidente que lo es porque no se edita en papel.

Con La estrategia del perro loco he tenido la oportunidad de pagar por el producto de uno de los blogueros a los que más admiro. La satisfacción personal por poder pagar es mía. Suya será la satisfacción de ver que el público –su público, no el de ningún periódico ni editorial- responde y compra. Compra para leerle en un formato mucho más largo que al que nos tiene acostumbrados en su blog Guerra Eterna. El precio es irrisorio en comparación con su excelente contenido: 1,96 euros. El doble sería un precio más justo. Al menos yo lo pagaría.

El blog es muy importante en mi decisión de compra. La primera vez que llegué a Guerra Eterna me leí de un tirón unos diez artículos. Cliqué en el autor para saber quién había detrás. Resultó que había un periodista con una dilatada experiencia en toda clase de medios. Saberlo fue una información que me permitió encuadrar –que no encasillar- a Sáenz de Ugarte en ciertas coordenadas. Si Sáenz de Ugarte hubiera resultado ser portero de discoteca, enfermera de la Seguridad Social o conductor de autobús –por poner tres ejemplos muy alejados de su auténtica labor- no hubiera cambiado un ápice mi valoración sobre sus contenidos. A uno pueden timarlo una vez, quizás diez veces. Pero llevo siguiéndolo desde hace un par de años y es evidente que sabe de qué habla. Por eso compré su ebook.

Si me hubiera encontrado su libro en la lista de los más vendidos de Amazon, o hurgando en el apartado de Historia –cosa que hago con cierta asiduidad- sin saber nada del autor, hubiera pasado por encima sin hacerle caso. El tema, según como, cansa. Cansa en la prensa –por lo superficial y previsible- y cansa en el trato que le dan ciertos analistas –por lo abstruso y espeso. No es que huya de esto último, pero prefiero estresarme la sinapsis con otras cosas. Sáenz de Ugarte tiene la virtud de ser claro, conciso y muy ilustrativo. Son 16.000 palabras muy bien aprovechadas. En pocas horas me hice una idea bastante general de la cuestión. De haber invertido el mismo tiempo en leer sobre el tema en la prensa, no me hubiera cundido lo mismo.

¿Importa que Íñigo Sáenz de Ugarte sea periodista? Forma parte de la trayectoria que le ha permitido escribir lo que escribe, haciéndolo como lo hace. Es relevante. ¿Sáenz de Ugarte hubiera podido escribir lo que ha escrito si no fuera periodista? Rotundamente sí. Una trayectoria vital diferente le podría haber llevado a desarrollar parecidas habilidades, alcanzando similares conocimientos. ¿Hubiera tenido Sáenz de Ugarte el mismo éxito de no ser por su blog? Lo dudo mucho, lleva mucho tiempo picando piedra, fidelizando lectores. Vayámonos olvidando de las condiciones sine qua non en lo que a la gestión del conocimiento se refiere. Olvidémonos de las biografías de vía única y mente estrecha. El periodista dice, acerca de su blog:

Si un blog permite a un periodista escribir sin necesidad de que se lo manden y siempre sobre lo que a él le apetece, supongo que lo normal es que nunca puedas o debas parar.

Y posteriormente, agrega:

A fin de cuentas, para eso son los blogs. Para escribir de lo que quieras.

Todo aquél que escribe un blog lo defiende con su nombre y su reputación, aunque lo haga bajo pseudónimo. Eso ya le obliga a observar cierta prudencia –que no a amilanarse- y a enmendar sus errores públicamente. Al periodismo de blog, al microperiodismo, le espera un interesante futuro, pues a poco que los lectores sepan discernir encontrarán una fuente informativa inagotable y de cierta calidad. Y a poco que los autores cuiden su vehículo de expresión, ganarán algún dinero con ello. Incluso si ese no era –no suele serlo- su objetivo inicial.

Los periodistas de un periódico no pueden escribir siempre sobre aquello que les apetezca, pero parte de la pérdida de credibilidad de la prensa escrita está en su manifiesta falta de frescura. Cuando uno tiene la sensación de estar comprando un montón de notas de agencia bien maquetadas por algo más de un euro, sabe que no tardará en dejar de comprar el periódico –esa sensación precedió a mi abandono. La estrategia del perro loco es aquello que nos gustaría poder comprar más a menudo a los que apreciamos el periodismo con mayúsculas. Ese periodismo que los grandes medios se están dejando perder. El periodismo no está en crisis. Los periodistas no están en crisis. Los medios sí lo están. El problema es que arrastran a muchos de los que están dentro…

 

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

One Comment

  1. […] siempre me ha aportado algo nuevo, siempre sin pagar un duro. Como dije cuando hablé del libro La estrategia del perro loco de Íñigo Sáenz de Ugarte, para mí es un placer poder pagar a cambio de un trabajo que ya sé […]

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