Hace unos días leí en el blog @ntinomiaslibro que el bloqueo al millón seiscientos mil libros españoles retenidos en la aduana argentina desde el 15 de Septiembre había llegado a su fin. Para ampliar la noticia busqué en webs de organismos oficiales argentinos. Nada. En el ministerio de cultura de España. Nada. En la Federación de Gremios de Editores de España. Ni rastro. En prensa española. Muy poca cosa. Sólo en la prensa argentina encontré suficiente información para pergeñar este artículo.

El texto oficial citado en @ntinomiaslibro es el siguiente:

Acta acuerdo entre el Poder Ejecutivo Nacional y la Cámara Argentina de Publicaciones

En el día de la fecha se realizó en la Secretaría de Comercio de la Nación, la firma del Acta Acuerdo, entre el Poder Ejecutivo y la Cámara Argentina de Publicaciones, para lograr establecer un equilibrio entre las importaciones y exportaciones desde el corriente mes de octubre del 2011 al mes de septiembre del año 2012.

El Acta fue firmada por la Ministra de Industria de la Nación Lic. Débora Georgi, el Secretario de Comercio Lic. Guillermo Moreno, el Secretario de Cultura Sr. Jorge Coscia y el Presidente de la Cámara Argentina de Publicaciones Sr. Héctor Di Marco.

Las editoriales y distribuidoras agrupadas en la Cámara Argentina de Publicaciones, se comprometen en dicho plazo a incrementar la impresión de libros en nuestro país y a la vez tratar de aumentar las exportaciones.

El Lic. Guillermo Moreno se comprometió a liberar en las próximas 48 horas, el material que se encuentra retenido en las aduanas, perteneciente a las editoriales que se sumaron al acuerdo firmado por la Cámara.

Manuel Gil, autor del blog citado, posee prestigio suficiente como para no ponerlo en peligro sin saber el suelo que pisa, por eso sorprende no haber encontrado nada en ninguna web oficial que sustente su versión. Sí encontré dos artículos del diario argentino Clarín –uno en política, otro en sociedad– fechados el 21 y el 30 de septiembre. Otra noticia en el diario digital cronista.com, fechada el 29 de Septiembre, hablaba de liberación paulatina afirmando que, según la Cámara Argentina de Publicaciones, la situación estaba lejos de normalizarse. En el suplemento iEco, también de Clarín, apareció el día 29 un interesante artículo de fondo hablando de los porqués del bloqueo y otro artículo ilustrando el enfrentamiento entre la industria gráfica argentina y las editoriales españolas. Con posterioridad di con un post en el blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires en respuesta al de Manuel Gil y muy crítico con este. Finalmente, un artículo en El País fue una de las escasas referencias españolas a la noticia.

Al parecer los libros fueron liberados a cuentagotas durante el mes de octubre. Algunos envíos estuvieron retenidos una semana, otros quince días y unos pocos hasta más de un mes. Recordemos el último párrafo de lo vertido en el comunicado:

El Lic. Guillermo Moreno se comprometió a liberar en las próximas 48 horas, el material que se encuentra retenido en las aduanas, perteneciente a las editoriales que se sumaron al acuerdo firmado por la Cámara.

A la firma del documento todavía había libros retenidos que tardaron dos días más en ser liberados. Total: hasta 50 días tardó el bloqueo en resolverse, del 15 de septiembre al 2 de noviembre. En el mismo párrafo se deja bien claro que sólo se libera el material de aquellos que hayan firmado. Habrá que convenir que, para ser un gobierno, su comportamiento es algo mafiosillo porque en Argentina los libros importados están libres de aranceles. Esta impresión se refuerza si tenemos en cuenta lo vertido en el que posiblemente sea el artículo más interesante sobre la cuestión, el de iEco, donde se describen situaciones como esta:

[…] Los editores cuentan con detalle las reuniones, los planes, la proporción de libros que imprimen afuera, los motivos por los que lo hacen y hasta la inexistencia de números serios que midan qué parte de la producción editorial argentina se imprime en el exterior. Pero el nombre, no. Ni ninguna alusión que pueda identificarlos. Hace una semana lo explicaba una editora […]: “Cuando esto les pasó a los de línea blanca –electrodomésticos–, a los que protestaron les cayó la AFIP” [el equivalente argentino a nuestra Agencia Tributaria], advertía. Eso, según dos editores, ya habría pasado con una editorial que alzó la voz.

O como esta:

En esas reuniones, los editores recibieron la recomendación de imprimir acá. En algunos casos, se entendieron situaciones especiales […]. A otros les pidieron un plan para cambiar el balance entre lo que importan y lo que hacen acá. “Tenemos 80 por ciento de importados y un 20 de producción local”, explicaba un editor. Habla de cientos de miles de libros. “Ya estamos pensando en editar acá”.

Ley del silencio, temor a represalias, reuniones con funcionarios que exigen planes que ninguna ley ni decreto parece refrendar. Todo eso sucedía con una montaña de papel impreso esperando pasar la aduana. En mi barrio a eso no lo llamamos negociación. El nombre para eso es chantaje. Puede que sea un chantaje vestido de gala, pero está feo actuar a punta de aduana. No creo que eso encaje en ningún tratado internacional de comercio, por mucha laxitud que promuevan.

Pero…

nos estaríamos equivocando si acusáramos a Argentina de ser un Estado delincuente. Sería muy fácil, desde una injustificable superioridad moral europea que algunos insisten en abanderar, achacar todo este desaguisado al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Tras ver cómo ha ido todo, tras entender que las cosas no deberían hacerse de esta manera, hay que comprender por qué se llega a estas situaciones y qué parte de culpa tiene la industria editorial española. Industria que, por cierto, no ha abierto la boca. ¿A qué se debe su silencio?

Los españoles hemos españoleado demasiado en Suramérica y en especial en Argentina. Creyendo que todo el monte hispanoparlante allende el Atlántico era orégano y sus gobiernos neoliberales de los años noventa del pasado siglo un remedo de caciques tribales dispuestos a intercambiar sus valiosos recursos por cuatro baratijas, les mandamos tantos Cortés y Pizarros como tuvimos ocasión. Lo sucedido en Argentina sobrepasa el bochorno y equipara a nuestras multinacionales con los corsarios de tristes épocas. No digo piratas porque, a diferencia de éstos, los corsarios operaban bajo patente de corso del rey; desde finales del pasado siglo nuestros prebostes empresariales se han dedicado al asalto y desvalijo de la riqueza albiceleste con el patrocinio del gobierno español, el disimulo del argentino y la avaricia de los directivos de la peor calaña que ambos países han dado al mundo. Baste recordar el triste caso de Aerolíneas Argentinas que, funcionando razonablemente bien a principios de los noventa, casi se quedó sin aviones y en bancarrota tras la deficiente gestión de Iberia y la delincuente gestión de Grupo Marsans. O lo que ocurrió con YPF, la compañía pública petrolífera argentina, que fue vendida por un plato de lentejas a Repsol. O las prácticas ajenas a toda ética de Telefónica que, no contenta con cobrar precios abusivos a sus compatriotas españoles, cobraba -¿sigue cobrando?- unos precios tan altos a los argentinos que por poco detiene la expansión de Internet en ese país y, por ende, su progreso, por no hablar del pésimo servicio. Podríamos seguir con los bancos y otras muchas empresas, la lista es suficiente como para que uno se sorprenda de que muchos argentinos sigan llamando Madre Patria a España.

Tras este resumen de lo bien que lo hemos hecho los españoles, tras este repaso a los muchos amigos que debemos habernos granjeado tras dispensar tan esmerado trato a países con quien se supone que compartimos tantas cosas, tras haberlos tratado casi tan mal como los EEUU han tratado siempre a su Patio Trasero –qué suerte que sólo tengamos un espionaje de chiste y un portaaviones de juguete – ¿de veras podemos ir por ahí dando lecciones de buen comportamiento al gobierno argentino? Yo creo que no. Lo que han hecho me parece objetivamente mal, pero no sólo lo encuentro subjetivamente justificado, lo que me sorprende es que no lo hayan hecho antes.

Estupideces para todos

Carlo Maria Cipolla se divertiría con el caso -recomiendo la lectura de Allegro ma non troppo-, pues esta es una situación muy estúpida. Aquí la estupidez, como en la lotería de Navidad, está muy repartida. Diríase que ha caído en lugares donde no hacía puñetera falta, pues ya iban bien servidos. Dos son los principales cuadros de esta galería demencial:

a/ Colonialismo editorial español: la gran industria editorial española recoge las tempestades del ventoso trato colonial dispensado a los lectores suramericanos. Se les han endosado las sobras de lo que España no compraba, con los meses de retraso y manoseo que eso conlleva. Se les ha vendido bajo políticas de precio erráticas: en ocasiones se les somete a la ley del precio del libro de aquí, de modo que para ciertas depauperadas economías unos sencillos libros son artículos de lujo. Se han hecho muy pocos esfuerzos por imprimir allí y de eso se queja el gobierno argentino y su industria gráfica; de hecho, la ineficiencia en el sistema editorial español es tan escandalosa que, aunque quisieran hacerlo mejor, de la noche a la mañana no podrían. Se ha tratado a un mercado de centenares de millones de clientes como si fuera una extensión colonial del imperio cultural español (sic).

Eso incluye la negativa a editar y traducir libros desde allí, con el peregrino argumento que el castellano suramericano es ajeno y extraño al peninsular; doy fe que las exquisitas ediciones mexicanas del Fondo de Cultura Económica –por poner sólo un ejemplo- no adolecen de ningún problema de léxico, como tampoco lo hacen las traducciones argentinas que he leído. Un ejemplo palmario: ¿fue alguna vez necesario traducir las viñetas de Mafalda, llenas de argentinismos, para que fueran comprensibles en España? Nunca. Irónicamente, entre los libros retenidos en la aduana argentina había libros de Mafalda y otros álbumes de Quino con todos los dialectalismos en su lugar. Dos generaciones de españoles crecieron viendo dibujos animados y series de televisión con doblaje puertorriqueño y ¿ahora se supone que debemos ofendernos por ver impreso papa en lugar de patata y ellos no pueden enojarse por ver cómo sus libros se llenan de coger en vez de agarrar o tomar? ¿Es el castellano más nuestro que suyo?

Estoy de acuerdo con el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires cuando dicen:

En primer lugar, estos tipos se acuerdan del libre comercio cuando les conviene, porque a la vez que lo reclaman, le piden a la administración de su país que intervenga en su favor cuando otros países defienden sus propios intereses como corresponde. Eso, en castellano, se llama incoherencia.

Pues tienen toda la razón. El sector editorial español vive, en parte, de la sopa boba, de la complacencia y el patrocinio de la administración, sea estatal o autonómica. Si con la crisis hay mucho menos dinero para comprar libros que nadie quiere leer, pagar suscripciones que nadie quiere pagar y engordar con subvenciones las actividades culturales de más de cuatro vividores, menos dinero habrá para descubrir América por enésima vez. Ahora que las editoriales anglosajonas empiezan a descubrir el castellano, con este panorama vamos dados.

b/ Cortedad de miras del gobierno argentino: el ejecutivo argentino pretende potenciar su industria gráfica en pleno cambio de paradigma, cuando la industria gráfica española se encuentra en franco retroceso a causa de la digitalización y la crisis financiera. No es un asimétrico duelo de pobres, no es un reto entre impresores argentinos y españoles, de lo que estamos hablando es de quién se quedará con los despojos de la edición en papel. Lo que el gobierno argentino parece no ver –o lo ve pero no le importa- es que el recorrido de una fortalecida industria gráfica argentina será forzosamente corto, de modo que los esfuerzos bien poco rendirán a su país. Mejor le iría invirtiendo talento y dinero en tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y en la reconversión industrial de su industria gráfica, ahora que es pequeña. También es posible que, a medida que se digitalice la demanda en España, acabe siendo más rentable imprimir directamente en Suramérica. Sería, en cualquier caso, un epílogo, no una victoria.

Dejando de lado las muchas o pocas simpatías que el gobierno de la señora Fernández de Kirchner pueda inspirarme, es muy posible que Argentina necesite unos años de protección arancelaria para despertar, cuando no resucitar, su tejido industrial. Debe reconocerse que el esfuerzo del gobierno argentino parece destinado a no gravar con impuestos la importación de libros y a la vez dar de comer a sus impresores, conjugación nada fácil y en mi opinión encomiable. Tiempo habrá para volver a abrir sus mercados al exterior, aunque sería deseable que las inversiones se realizaran en industrias culturales con algo más de futuro que las imprentas. Nunca dejaremos de imprimir papel –tampoco en Argentina- pero cada vez imprimiremos menos libros.

Es este un problema complejo y demasiado manoseado. Hay demasiada historia en la relación editorial entre España y Suramérica en general, y con Argentina en particular, como para resolverlo en 50 días. Ni en 500. Acaso 5.000. Me gustaría pensar que la digitalización es una oportunidad para todos, para leernos y tratarnos mejor. El Atlántico no necesita puertas. No se las pongamos en ninguno de los dos lados.

 

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

17 Comments

  1. Uhm, déjeme aportar un argumento más.
    Hace ya bastantes años las editoriales españolas empezaron a imprimir ahí. Sí, en sudamérica. Resultaba más barato enviar un CD que un barco cargado con ejemplares desde aquí.
    Pero sucedió algo: Editoriales latinoamericanas sacaban libros exactamente iguales a los de las editoriales peninsulares, pero bajo su sello. Y más económicos.
    Visto el panorama de robo, las editoriales decidieron enviar los libros impresos. ¡Espero que el tratado incluya la protección de la propiedad de los libros!

    1. Hola Elrohir,

      Es cierto, la piratería (esta vez en papel) fue uno de los problemas que las editoriales españolas se encontraron en Sudamérica. Pero dudo que la solución sea mandar los libros impresos desde España, pues un libro impreso puede copiarse exactamente igual y, de hecho, la piratería en papel sigue siendo un problema allí, no sólo para las editoriales españolas, también para las sudamericanas.

      Uno debe tomar la decisión de vender allí o no vender. Esa decisión debe tomarse en función de muchos factores, entre ellos la seguridad jurídica. Hace muchos años en España también había mucha piratería en papel (eso antes incluso de la aparición de los CDs o la edición con herramientas digitales), pero no recuerdo que los editores españoles imprimieran en Francia.

      La piratería es tan antigua como el libro impreso. Ya en el siglo XVIII era perseguida por la ley, castigada por penas de cárcel en lugares como Francia. Pero con imaginación, leyes, valentía y paciencia, esa lacra se fue superando. También deberíamos preguntarnos por qué había (y hay) tanta piratería en Sudamérica.

      Como dije en mi artículo, la relación editorial entre España y Sudamérica es muy compleja. Tienes razón en lo que dices y te agradezco la colaboración.

      Bernat Ruiz

      1. Si no recuerdo mal, las primeras leyes de derechos de autor (o de editor, más bien) internacionales surgieron porque en Nueva Inglaterra “pirateaban” a autores como Dickens más rápido y más barato (solo hacía falta que llegara un libro, no un cargamento) de lo que podían conseguir los editores británicos con sus exportaciones al Nuevo Mundo. Si he puesto “piratear” entre comillas es porque los derechos de autor no se extendían de GB a EE.UU., con lo que era totalmente legal.
        Por aquel entonces no era cosa solo de reenviar un correo, había que meter un libro recién salido de imprenta en un barco y atravesar un océano. Y aun así, era un gran negocio.

        Conclusión: donde hay una necesidad, hay una oportunidad de negocio. Si no la cubres tú, lo harán otros.

  2. Los libros retenidos en Aduana no eran todos de manufactura española (muchos estaban impresos es en China y otros países del Sudeste Asiático), aunque sí probablemente de editoriales españolas. Desde hace un tiempo que se ha estipulado en Argentina que para poder importar hay que exportar una cantidad similar. Esto ocurre con todo tipo de productos: automóviles, reproductores de mp3, juguetes y también libros. En general los importadores arman alianzas con exportadores y se resuelve gran parte del problema. Si bien, es es cierto que hubo errores lamentables (la retención de la revista Orsai), en otros casos se trató de respetar un principio proteccionista. Hablar de atentar la libertad de expresión es tan absurdo como decir que se atenta contra la libertad de transitar porque no se deja importar autos así porque sí.
    Algunas cositas más:
    -Gran parte del mercado editorial argentino está manejado por empresas españolas o multinacionales (RH Mondadori, Planeta, Alfaguara, Ediciones B). A eso se le suma la importancia más cultural que comercial de sellos como Anagrama, Tusquets y otros menores. En ningún caso, como bien dice el artículo, se han preocupado por hacer traducciones legibles para el mercado latinoamericano mostrando un profundo desprecio por los lectores de la región.
    -Los gobiernos nacional y de la ciudad de Buenos Aires (de signos políticos opuestos) compran anualmente cientos de miles de ejemplares de libros a las editoriales españolas y locales para repartir entre chicos y familias necesitadas o en escuelas públicas y Bibliotecas Populares. Las españolas envían su ganancia a las sedes centrales sin ningún tipo de restricción. Parece lógico que por lo menos se les pida que utilicen mano de obra local para imprimir sus libros aunque esto disminuya en parte su ganancia final.

    1. Hola Sergio,

      Estoy de acuerdo en todo lo que comentas, incluido lo absurdo de llamar a lo que ha pasado un atentado a la libertad de expresión. Es un problema industrial y comercial. La libertad de expresión no tiene nada que ver.

      Como tú dices, parece lógico que el comportamiento de los grupos editoriales más grandes sea compensado con medidas proteccionistas. Cierto es también que otros muchos artículos se han visto sometidos a medidas similares, pero eso no obsta para que las cosas deban hacerse de otro modo. Aún así, tal como dejo claro en el artículo, comprendo la actitud del gobierno argentino.

      Gracias por el aporte y tus opiniones,

      Hasta pronto,

      Bernat Ruiz

  3. Este asunto hay que enmarcarlo en una política no exclusivamente de protección industrial del gremio gráfico argentino, sino también en una nueva política cultural y lingüística, apenas en ciernes, cuyo acto más relevante ha sido la creación del Museo del Libro y la Lengua… de los Argentinos en Buenos Aires, de cuyo acto inaugural fue excluida cualquier representación española, y la celebración (en estos días) de un congreso dedicado también a las lenguas argentinas (entendiendo como tal el castellano y lenguas amerindias). Este hecho va de la mano de una reanudación del antiguo debate sobre la propiedad idiomática, actualizado por el muy desigual reparto de lo réditos derivados de las industrias vehiculadas en castellano/español. Incluso Clarín, medio nada favorable al Gobierno Kirchner, publicó en su revista cultural (de gran tirada y difusión en toda América Latina) todo un número dedicado a la cuestión, muy enfocado en el aspecto económico y las críticas a la política española sobre la promoción exterior del español y la expansión de sus industrias relacionadas; un número del que en España apenas se hizo mención. Lo tenéis indizado y enlazado aquí:
    http://addendaetcorrigenda.blogia.com/2011/090301-n-clarin-especial-de-quien-es-el-castellano-.php
    En Argentina, justamente el Club de Traductores Literarios llevan años de lucha para que los editores, agentes y autores cobren conciencia de cómo los beneficia vender los derechos de traducción por territorios y no por lenguas, de modo que existan para un mismo título varias versiones en diversos castellanos, capaces de competir entre sí. Y no sería nada de extrañar que de pronto se diera la noticia de acciones estratégicas orientadas al mercado del e-book procedente de Argentina, ancladas también en concepciones nacionales de la lengua. Al tiempo.

    1. Hola Silvia,

      Lo sucedido recientemente con la lengua castellana y el comportamiento vergonzoso de la RAE es algo que creo que ha sonrojado a cualquier hablante con dos dedos de frente. Pero es un síntoma, un triste síntoma, de lo que tú precisamente apuntas: se ignora otro castellano que no sea el de España. Lo irónico y a la vez lo triste de la cuestión es que buena parte de la edición española se realiza en Catalunya… donde sí tenemos (o se supone que tenemos) ciertas sensibilidades hacia las diferencias lingüísticas, aunque sea en cuanto a las variantes dialectales de un idioma, porque tenemos una lengua distinta del castellano (el catalán) que también sufre lo suyo.

      Lo que puntas sobre las ediciones por territorios y no lenguas: es una posible solución. Otra sería deslocalizar la edición por dominios lingüísticos comunes, algo que deberían llevar a cabo las mismas editoriales… el problema es que no tienen ningún estímulo para ello, al menos no comercial. Dudo que se pueda legislar de forma eficaz sobre el tema (se podría, pero creo que sería un brindis al sol).

      Espero que lo que comentas acerca del libro digital en Argentina se cumpla, pues vamos necesitados, en España también, de una oferta editorial alternativa en castellano a la dominante, la española. Que nadie crea que lanzo piedras sobre mi tejado, el estado de retraso digital en España se debe a la ausencia de una competencia seria. Necesitamos competencia para poder crecer. Sería interesante que dicha competencia procediera del otro lado del Atlántico. Lo digital lo hace más fácil y más barato.

      Gracias por este comentario y por los dos siguientes, me has dado trabajo para rato!

      Hasta pronto!

      Bernat Ruiz

      1. Gràcies a tu per la resposta, Bernat!
        Bé, canvio al castellà, perquè crec que els lectors d’aquest magnífic bloc ho agrairan.
        Desde hace 14 años soy formadora de editores. Esta nota tuya me llegó justo un día después de que estuviera comentando la relación entre el mercado editorial en castellano y las cuestiones relativas a la propiedad, identidad, estandarización y autoridad idiomáticas. Esta entrada, de hecho, me va a venir muy bien para seguir ilustrando el asunto.
        En esa sesión docente pude constatar una vez más de la falta no ya sólo de conocimiento interlectal, intracultural e intercultural entre España y América Latina, sino la ausencia de conciencia de que existe dicha ignorancia, particularmente entre los productores españoles, incluso entre quienes, como bien señalas, tienen más sensibilidad lingüística (los catalanes), y de lo que puede acarrear: que se legisle sobre la lengua, segregándola políticamente, a falta de leyes de protección de mercados localizados más eficaces. De esto tratamos 16 especialistas en un libro (“El dardo en la Academia”) que se está imprimiendo y que, pese al título, en realidad trata de todo aquello que acompaña a una lengua: ideología, identidad, geoestrategia, y mercado social y económico. El estado actual de las industrias de la lengua o relacionadas con la lengua se trata con pormenor, también, desde perspectivas americana y europea. Y hay motivos para vaticinar la segregación idiomática por decreto si no hay cesión de mercado y una política cultural y comercial exterior menos agresiva por parte de España. Los productores catalanes deberían ir tomando nota.

  4. Más ejemplos de los debates sobre la propiedad del idioma y su mercantilización a los que me refería, en una nota de la agencia de prensa alemana DPA, que circula en la prensa en alemán y en castellano:
    http://www.elpais.cr/articulos.php?id=57663

  5. Y finalmente, véanse, desde mitad de la noticia que enlazo, las intervenciones en las “Jornadas de la Lengua. La lengua de los argentinos. Historia y situación actual” dedicadas a lo que pueden propiciar las viejas y renovadas tensiones por la propiedad, identidad y explotación comercial de la lengua en la deriva de la industria y la traducción editorial argentinas: http://www.clarin.com/sociedad/insulto-traduccion-bellas-artes_0_592140876.html

  6. WOW! que interesante articulo! como argentino, leer semejante autocritica a la parte que le compete a las empresas españolas, es fuerte.
    Eso si, quiero comentar algo. Son las 48hs más largas del mundo. Porque hasta este semana (el acuerdo se firmo la semana anterior) todavía no había novedades, osea, 0 libros importados, para las editoriales pequeñas (se firmaron 2 acuerdos, uno para la CAP (las editoriales grandes, donde entran las españolas) y otro, mucho después, para la CAL (donde están las cerca de 2000 editoriales pequeñas).
    Osea, la CAL, nada. Todavía seguimos esperando.

    1. Hola Pablo,

      De este lado del Atlántico somos muchos los que nos avergonzamos del capitalismo de casino, amiguetes y chanchullos de algunos de nuestros más grandes empresarios. Precisamente este tipo de delincuentes de cuello blanco es el que nos ha puesto en las dificultades por las que ahora pasamos y los que han desvalijado Suramérica.

      En cuanto a lo que comentas de la CAL… como dice el dicho: Una de CAL y otra de arena. Yo ya no sé de donde sacar información mínimamente fiable. Ni en instancias oficiales españolas ni en las argentinas se encuentra nada, los editores españoles, silencio. Bueno… al final… que con su pan se lo coman. Esperpento es el apelativo más adecuado que encuentro para todo esto.

      Gracias por pasarte por aquí! Hasta pronto!

      Bernat Ruiz

  7. Y , con respecto al idioma, le falta la otra pata del colonialismo español.
    La de avalanzarse sobre los lugares que no tienen al castellano como idioma materno.
    La actuación del Instituto Cervantes en Brasil , por ejemplo, es de terror.
    Acá había escrito algo hace mucho tiempo
    Saludos.

    1. Hola Hugo,

      Un enlace muy interesante e ilustrativo. En España se sabe muy poco sobre todo esto. Aquí se da por descontado, por obvio, que el castellano -me resisto a llamarlo “español”, no es ni debe ser su nombre propio, pues lenguas en España hay algunas más- es una lengua con la cual los españoles hacemos lo que nos da la gana. De ahí la actitud prepotente de su Academia, su iberocentrismo y la utilización de un idioma común como propio.

      Una cosa es que un lugar sea la cuna de una lengua. Ese lugar es Castilla. Otra cosa es que ese lugar y el Estado que lo alberga se erija como su dueño. Nadie puede quitarle a Castilla la paternidad del castellano -obvio- pero eso no extiende ningún título de propiedad. Creo que la principal perjudicada es la lengua castellana, pues hay una pérdida de conocimiento cultural mutuo. Al convertir el castellano en mascarón de proa de la expansión española por el mundo, se excluye a muchos otros países, junto con sus culturas, que también lo hablan.

      Otro equívoco que se fomenta intencionadamente desde España: la equiparación entre lengua y cultura. Hablar la misma lengua -cada uno en su dialecto- nos da cierto marco común, pero no iguala nuestras culturas. No por ello son la misma cultura. En España hay la idea equivocada que un habitante de Burgos, otro de Caracas, otro de la Patagonia y otro del altiplano boliviano comparten cultura porque hablan la misma lengua. No es cierto. Comparten rasgos culturales de diversa importancia, pero eso tan manido, bucólico y hortera de “compartimos una cultura con latinoamérica” hace mucho daño a la relación entre todos los países que comparten el castellano.

      Finalmente, recogiendo tu comentario sobre el trato que los adalides del castellano como patrimonio español dan a otros lugares que no lo tienen como primera lengua: en la misma España el castellano ha sido usado como arma política y cultural, para erradicar de sus lugares de origen a lenguas todavía vivas como el catalán, el gallego y el euskera, y a otras ya desaparecidas, como el bable.

      El único que no tiene la culpa de nada es el castellano. Cuidemos de él, entre todos, sin mezclarlo en disputas políticas y económicas.

      Gracias por tu aportación y tu visita!

      Bernat Ruiz

      1. De hecho, la paternidad del idioma se la disputan también varias comunidades autónomas: La Rioja, Castilla-Léon y Cantabria. Todas ellas reivindican su condición de cuna del castellano en la promoción de sus estructuras de turismo idiomático y enseñanza a extranjeros. El condominio idiomático está reñidísimo incluso a este nivel. Y una lengua disputada por todos no puede dejar ya de mezclarse en disputas. A lo sumo, algunos trabajamos para que deje de monopolizarse la idea del castellano desde instancias oficiales y pueda pensarse en otros términos: respeto, sostenibilidad, equidad, no agresión y pluralidad.

  8. Cuando oí por primera vez eso de “licenciado” como título honorífico me hizo gracia. Decía “Buenos días, lisensiado” y me reía. Luego me saqué una carrera, se me quitó un poco el pavo y pensé que estaría bien que me llamaran licenciado, como creo que también hacen en Italia (¿con ingeniero también?), por otra parte. Ya al final, con mi MSc, me encantaría que me llamaran “maestro” para poder contestar “sí, ¿joven padawan?”. Lástima.

    Dicha la tontería, estoy más o menos de acuerdo con la protección de una industria hacia el exterior, pero no son maneras. Si la ley no prevé estos casos, entonces no se pueden hacer cumplir. Si se hace, es un chantaje con todas las letras. Espero que no penalicen las importaciones de particulares sin ánimo de lucro, eso sí.

    Por otra parte, me pregunto qué harán cuando los ebooks sean el modelo de negocio principal de las editoriales. Supongo que intentarán evitar la compra a e-librerías españolas forzando a las editoriales españolas a firmar acuerdos con e-librerías argentinas, probablemente limitando la oferta. Espero, si este es el caso, que al menos establezcan precios adaptados al mercado local y no impuestos con la Ley del Libro española.
    Por otra parte, ¿qué hará el gobierno con la infraestructura de telecomunicaciones? Al fin y al cabo, si en un futuro no hay una industria gráfica que proteger, lo suyo es proteger a los diseñadores web, programadores, centros de datos, pasarelas de pago, etc. ¿Obligarán también a que los servidores donde se alojan estas e-librerías sean albicelestes?

    La argumentación anterior la he reducido un poco hasta el absurdo para que se vea que el proteccionismo nacionalista no encaja en una economía 2.0, pero la idea de acuerdos comerciales “tanto entra, tanto sale” me gusta a priori. Preferiría que fuera ley en lugar de chantaje extralegislativo, eso sí.

    1. Hola Jordi,

      Tu reducción al absurdo acierta en el meollo de la cuestión: están protegiendo un sector que morirá por cambio de paradigma, mientras que la protección de la industria digital es incierta. Yo coincido contigo en que es preferible la ley al chantaje, pero también es comprensible la reacción del gobierno argentino.

      Gracias por volver por aquí!

      Bernat

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