Los responsables de los grupos editoriales RBA y G+J en España han decidido dejar sin derechos a los redactores free-lance que trabajan por pieza. Les piden, literalmente, que cedan todos los derechos sobre sus obras excepto los derechos morales. La renuncia a estos últimos no se la exigen porque son inalienables por ley. Pero si pudieran, incluso estos les quitarían.

El hecho lo denuncia la Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP) en su página web, donde incluyen algunos fragmentos del contrato con el que RBA y G+J vandaliza a sus proveedores de contenidos más indefensos. Recomiendo la lectura de los citados fragmentos si uno quiere indignarse a fondo. Aquí sólo reproduciré el pasaje más indecente:

En caso de no recibirse el presente contrato [firmado, se entiende] con la suficiente antelación para que pueda procederse a su pago al vencimiento convenido, se aplazará al siguiente…”

Edificante. La traducción para el sentido común es:

O tragas o no cobras. Tú verás, tengo cola llamando a mi puerta para trabajar por la mitad de lo que te pago a ti.”

En mi casa a eso lo llamamos extorsión o chantaje. No entraré en los aspectos legales de la cosa, aunque intuyo que transgreden alguna que otra ley sobre propiedad intelectual y derechos de autor. Sí entraré en los aspectos morales y sobre todo digitales del asunto.


Derechos de autor y digitalización

Como he comentado en otros artículos, creo que el actual modelo de derechos de autor está periclitado. No lo está por antiguo y centenario, sino por desfasado y obsoleto. Si un marco referencial no sirve para moverse en un nuevo entorno, no hay que cambiar de entorno –no se puede-, hay que cambiar de marco.

Alguien poco avisado podría pensar que esta cesión absoluta de derechos por parte de los autores free-lance de RBA y G+J nos acerca a una Internet de contenidos compartidos en abierto y regidos por Creative Commons. Sería lógico pensar que, a partir de ahora, RBA y G+J usarán la montaña de contenidos libres de derechos –para ellos- para cederlos graciosamente a su público.

Sería lógico en un mundo normal. Pero recordemos que no lo es. RBA y G+J no pretenden desvalijar al autor para nutrir graciosamente el intelecto del populacho. Lo que quieren es poder sacar mayor tajada a unos contenidos que ya pagan a precios de risa. En la Edad Media a los sometidos a tan divertido sistema se los llamaba siervos de la gleba. Tenían todas las obligaciones, casi se morían de hambre –algunos tenían la poca delicadeza de morirse- y no disfrutaban de casi ningún derecho.

Que una empresa quiera renegociar su trato con los proveedores es lícito. Se enmarca dentro de la lógica adaptación al mercado. Pero una negociación debe ser provechosa para ambas partes aunque ese provecho sea asimétrico, de lo contrario no es una negociación. Una parte puede ganar más que la otra, pero si el trato final resulta mejor para ambas partes que el acuerdo precedente, poco se podrá reprochar. RBA y G+J no hacen eso, al contrario, ponen delante de las narices de sus proveedores más débiles –los redactores free-lance– un documento que deben firmar si quieren seguir cobrando. No pueden objetar nada, no pueden pedir más a cambio de ceder sus derechos, no pueden pedir un cambio en la relación laboral, nada de nada. Obviamente la FeSP les recomienda que no firmen, que se pongan en manos de un abogado y que resistan. Sería deseable que así lo hicieran pero, tal como está el patio, ¿alguien les puede reprochar de veras que firmen y callen para seguir pagando el techo bajo el cual duermen? Yo no.

Las editoriales se resisten numantinamente a cambiar un ápice su marco referencial para adaptarse al nuevo entorno de digitalización de la cultura, pero toman una medida draconiana que les garantice el control absoluto de los contenidos en la Internet 2.0. El mundo analógico está lleno de estas realidades asimétricas, pero si algo tiene la nueva realidad digital es que tiende a la simetría relacional. Si antes primaba la restricción y la propiedad, a partir de ahora primará la difusión y la gestión inteligente de los contenidos. Inteligente implica abandonar el uso de la fuerza bruta.


La doble moral de RBA

Al enterarme de esta noticia he visitado la web de RBA para conocer su versión. Siempre es prudente saber qué dice del asunto el supuesto malo de la película. Como de costumbre, no he encontrado nada. Digo como de costumbre porque la transparencia de las editoriales en Internet es inexistente y suelen confundir prensa por propaganda –cierto alemán tullido, moreno y bajito, famoso en los años 30 y 40, estaría contento- ya que sólo hablan de lo bonitos que son. Ofrecer un dossier de prensa donde muestras tu mejor rostro no impide emitir una simple nota de prensa para desmentir que dicho rostro es de piedra.

Como soy de talante curioso –meto las narices donde no debería y así me va- me he dado un garbeo por la web. Hete aquí que he encontrado algunas perlas que hacen todavía más sangrante el caso que nos ocupa. Agárrense que vienen curvas:

a/ En la Presentación ya nos dan en la frente: “Pensando en las personas”. Supongo que la frase completa, sin elipsis, debe ser la siguiente: “Pensando en las personas que compran y pagan nuestras publicaciones religiosamente y sin rechistar”. Hay que suponer que el resto de las personas les importan un bledo, especialmente si son proveedores. Quizás ni tan siquiera las consideren personas.

b/ La segunda agresión a la inteligencia viene del Presidente del Grupo RBA, Ricardo Rodrigo , que nos dice: “Nuestro mayor capital son, justamente, las ideas. Y las personas que las construyen”. Pues a juzgar por sus actos, tratan bastante mal a su mayor capital… si yo fuera accionista estaría algo preocupado.

c/ Donde RBA se luce de verdad es en lo que dice sobre su trato con los proveedores. Según ellos, su relación con los proveedores se define por ser: “Próxima. Eficiente. De calidad. Así es la relación con nuestra red de proveedores gracias a los valores del Grupo RBA, que impulsa un estilo de trabajo ágil, transparente y respetuoso”. Sin duda, tan próxima como la que un mafioso dispensa a sus amedrentados protegidos. Eficiente como sólo puede serlo una máquina fríamente calibrada. De esa calidad humana que todo psicópata dispensa a sus víctimas, sin tener en cuenta sus sentimientos ni sus necesidades, sin empatizar en absoluto. La palabra valores suena a necedad en su boca, mientras su alusión a la transparencia y el respeto chapotea en lo tristemente patético y grotesco.

G+J tiene la decencia de mostrar un perfil mucho más discreto y neutro. Al menos en su web no se llena la boca con un montón de cosas de las que no puede vanagloriarse.

Junto con la prensa, las grandes editoriales de nuestro país han decidido que lo mejor que pueden hacer para cuadrar balances en esta época de cambio es cargarse su capital humano, sea despidiéndolo, sea precarizándolo. No niego que a veces sea necesario optimizar plantillas, pero de ahí a cometer ciertos abusos hay un trecho bastante largo. Comportarse de forma mafiosa con quien te sirve la materia prima podía funcionar en las minas de carbón inglesas del siglo XIX, puede que sirviera en la España de los años 50 del siglo XX, pero hoy en día intuyo que, tarde o temprano, pasa factura. La prensa se está empezando a dar cuenta que su problema es de producto y que cargándose al experimentado y capacitado amanuense de turno se está suicidando, pues ni a tiros remontan sus resultados. RBA y G+J parecen no querer aprender en cabeza ajena. Con lo barato y fácil que es.

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor