Leo en La Vanguardia que Edicions 62 es la primera editorial que recurre a la impresión bajo demanda para distribuir su fondo descatalogado. Leo, también, que de momento pondrá a la venta unos cien títulos mediante este sistema. Leo, finalmente, que el plazo de entrega es de 20 días –ya veremos que son más.

Edicions 62 no es la primera editorial española ni catalana que hace esto. Ya hace años que algunas pequeñas editoriales llevan a cabo iniciativas parecidas para dar salida a títulos cuya demanda es reducida pero generan ventas en un goteo constante, por no hablar de negocios basados en la autoedición. ¿A quién debemos achacar el error en la atribución de la primacía? Para salir de dudas accedo a la web de Edicions 62, donde hallo un apartado de prensa. Husmeo en él pero no doy con ninguna nota de prensa con la noticia. De hecho no encuentro nada llamado nota de prensa, pues dividen sus comunicados en dos imaginativas categorías: Dossiers e Impactos. Si Edicions 62 ha remitido a los medios una nota de prensa, ésta no ha sido publicada en web. Un poco feo. También he dado con la web del servicio propiamente dicho, se trata de IPE62. Ahí tampoco aparece nada. No me queda más remedio que concluir que el periodista ha hecho mal su trabajo de contraste y que ha accedido a la información mediante viaje astral o intervención mediúmnica –nunca reveles tus fuentes en asuntos de vida o muerte como este.

Vayamos al meollo del asunto. La iniciativa de Edicions 62 es interesante por su relevancia. No es la primera, pero sí es la primera de las grandes en España. Aunque no he podido ver ningún ejemplar impreso, las características publicadas en su web hacen pensar en una calidad modesta, pero digna. Las cubiertas exhibirán un diseño estandarizado, básicamente tipográfico, a dos tintas. Se nota el buen oficio editorial. Hasta ahí, trabajo bien hecho. Hasta ahí… pero todavía falta un buen trecho.

Los aspectos operativos son pobres. Cuatro cuestiones son las que no veo claras:

a/ El precio será el mismo que el de un libro de imprenta. Pero la calidad no es la misma. La rústica es fresada, no cosida. Las cubiertas van sin solapa e intuyo que sin plastificar. La impresión bajo demanda requiere –hasta donde yo sé- de unas tintas y unos papeles para la impresión en digital cuya durabilidad es peor que la de los procesos Offset. Ergo, la calidad es inferior, pero el precio es el mismo. Deben haber externalizado la producción, pero deben haber negociado fatal los precios a largo plazo.

b/ El plazo de entrega es de 20 días. ¿Tres semanas? ¡No! hay que leer bien la letra pequeña, porque en IPE62 hablan de ¡20 días hábiles! O sea, cuatro semanas. Un mes. Absolutamente inaceptable para cualquier estándar de venta de productos de consumo. Metámonos en la cabeza que un libro sólo es un producto de consumo y su sacrosantidad no debe darse por supuesta.

c/ Se encarga en la librería. No es que se pueda encargar en la librería, es que sólo se puede encargar allí. Es decir, la cosa va como sigue: entro en la web de IPE62, encuentro el título que quiero, me lo apunto en un papel, voy hasta una de las veinte librerías –encima, pocas- que atienden el servicio, lo pido y, al cabo de un mes, vuelvo a buscarlo. Puedo elegir entre el transporte público, el privado, ir a pie o en patinete, pero de las dos visitas a la librería nadie me libra.

d/ Muchos libros son de edición reciente. No se trata de libros raros, antiguos, de autores oscuros –bueno, algunos sí. Encontramos ediciones de hace un par de años o poco más, incluso ediciones de este mismo año 2011 y autores relevantes –al menos comercialmente- como Saramago. ¿Qué están haciendo? ¿Están abriendo su desván de obras descatalogadas –como nos dicen- o en realidad optan por una forma alternativa y más sostenible de editar tiradas cortas? es lícito e interesante hacerlo así, lo que no es lícito es esconderlo.

Yo vivo en un siglo diferente al de los directivos de Edicions 62. Para ellos, es de vital importancia proteger al librero. En el mío, es de vital importancia no putear al cliente. Para ellos, es de vital importancia no hacerse daño con los experimentos. En el mío, quien no arriesga nada, nada gana o, como decimos en catalán: qui no s’arrisca, no pisca (quien no se arriesga, no pilla). Poner en marcha un sistema tan analógico es tener muy pocas ganas de hacer que las cosas funcionen mejor. Obligar al cliente a pasar por la librería de ladrillo dos veces, someterlo a un plazo de espera tan largo, es disuadir a muchos y espantar a los que podrían caer en la compra por impulso. Supongo que nadie, absolutamente nadie, en Edicions 62 ha pensado en el potencial de ventas que un sistema de impresión bajo demanda con pedidos vía web y envío a domicilio podría tener. Es posible que alguien lo haya pensado, pero claro… no vamos a quedar mal con el librero. Supongo que ninguno de esos prebostes del envasado ha tecleado “Josep Pla” en el eMule. Encontrarán todas sus obras, a una calidad decente y en varios formatos.

La dependencia de los libreros de la que adolecen las editoriales es un síntoma esclerótico. El cambio de paradigma acabará con el librero tradicional, pero no tiene por qué acabar con aquellos editores que sepan reconvertirse. La reconversión empieza por diversificar los canales de venta. Los libreros de papel no pueden boicotear a las editoriales que lo hagan, porque viven de ellas. O las grandes editoriales tiran de los libreros, o éstos no se moverán nunca. Otra cosa son los distribuidores… pero en este caso deberíamos retroceder un par de siglos para hablar de ellos en propiedad y con ellos con sentido común.

El gremio del envasado de contenidos de este país viaja en un barco que creen insumergible. Es noche digital cerrada y no ven el iceberg tecnológico que tienen delante. Van a toda máquina, a lo suyo, a su bola, negando la posibilidad para ellos remota: que el cambio de paradigma los hunda.

 

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

4 Comments

  1. Para mí, eso que hace Edicions 62 no es impresión bajo demanda, aunque quizá me equivoque de terminología. Impresión bajo demanda es ir a una librería, seleccionar un libro de un catálogo digitalizado que contiene títulos de muchas editoriales, meter unas monedas y ver cómo el libro cobra forma ante tus ojos. En un rato, lo tienes en tus manos todavía calentito. El precio debería ser como mucho el mismo que un libro tradicional, teniendo en cuenta, como bien dices, que te llevas un producto de calidad inferior, pero que compensa por la comodidad de llevártelo al momento.

    Y ya, si eres inteligente y tal, ofrecerás unos extras por un módico precio: personalización de nombres de personajes (para libros infantiles, regalos para cumpleaños y tal), elección de portada (incluso insertando tu propia imagen vía pendrive, también útil para regalos), mezcla de relatos cortos / artículos para componer un tomo único, etc. Por supuesto, también puedes dar la opción de encargar lo mismo desde casa vía web y que recibirlo al día siguiente sin coste adicional pues te evitan la librería como intermediario. La impresión bajo demanda puede mejorar la impresión tradicional en muchos aspectos.

    Esperar un mes para una impresión es totalmente absurdo. Desde luego, ante ese modelo de negocio, lo único que les espera es un fracaso absoluto. Luego llorarán, se quejarán de la piratería y exigirán ayudas al gobierno.

    1. Efectivamente Jordi, es impresión bajo demanda, pero sin ninguna -o casi ninguna- de sus ventajas. Puedo entender que por muy distintos motivos logísticos y de costes no puedan poner una máquina ODM en decenas de librerías. No veo ningún problema en que lo centralicen, es un modelo discutible, pero si se hace bien sería un modelo viable. El problema es que se han limitado a ver las ventajas para ellos, sin aportar nada al cliente. Hay opciones comerciales parecidas que te mandan el libro a casa en tres, cinco o siete días. Ellos ni eso: tras un mes, debes volver tú a la librería. Como muy bien dices, mañana llorarán.

      1. Ya, esas máquinas son carísimas, no se pueden poner en todas las librerías. En otros países (EEUU y Australia) son las propias librerías las que hacen la inversión, no la editorial. De hecho, no le veo demasiado sentido a que una editorial se meta en este negocio. En una universidad también tienen sentido estas máquinas, así se imprimen todos los apuntes de un curso, o el libro de prácticas, o el libro del profe ese que se niega a aprobarte si no has pasado por caja.
        En países gigantes y con una densidad poblacional bajísima como Australia, esta tecnología tiene mucho sentido porque así te evitas los problemas de transportar toneladas de papel de un sitio a otro.

        1. Sólo tiene sentido que una editorial haga esto si lo vende directamente al cliente, es decir, se lo gestiona on-line y se lo manda a casa. Entonces tiene sentido centralizarlo sin poner máquinas en las librerías. Pero querer estar a la vez en misa y repicando (imprimirlos uno a uno pero usando el canal tradicional) es pillar lo peor, no lo mejor, de ambos mundos.

          Son interesantes los dos ejemplos que has puesto, dos países muy grandes, como EEUU y Australia, enormes y con problemas de distribución que, efectivamente, se solucionan en parte con las máquinas ODM.

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