Hace algo más de un año asistí, en Madrid, a las primeras Jornadas Técnicas de ANELE: La transformación de los hábitos de lectura y escritura: el impacto de las nuevas aplicaciones disponibles en los centros educativos. Organizadas por ANELE y conducidas por Javier Celaya (dosdoce.com), incluían un grupo muy interesante de conferenciantes. Percibí mucha desorientación y, en general, un desconocimiento profundo del verdadero potencial de la digitalización de las aulas. El desconocimiento estaba, sobretodo, entre el público, pero las palabras de algún que otro ponente también eran preocupantes. Este año no he podido asistir a la segunda edición de las Jornadas Técnicas pero, por las noticies que no dejan de surgir sobre el asunto, sospecho que la digitalización en el aula es el vagón de cola de la digitalización del libro en España -y España el vagón de cola del libro digital del Primer Mundo.

Recientemente ha sido noticia, en Catalunya, que la Consejería de Educación de la Generalitat ha decidido cerrar el acceso, desde el aula, a las redes sociales y a las páginas y programas de intercambio de archivos. De entrada, no parece que eso sea ningún problema. Parece de sentido común, no? Bueno, sorprende la forma de comunicar tal decisión. Dicha comunicación responde a una cadena de hechos muy sencilla, pero muy interesante:

a/ El periódico catalán de reciente aparición ARA realizó una encuesta en Internet para que sus lectores opinaran. Ya sabemos la validez y el sesgo que una encuesta virtual puede tener, pero no deja ser una encuesta.

b/ La pregunta era la siguiente (original en catalán): ¿Debería bloquearse Facebook y otras redes sociales en los ordenadores portátiles de los alumnos en horas de clase?

c/ De los 1.367 votos, el 81% dijeron que sí, porque opinan que Facebook distrae, el 11% dijo que se puede educar con las redes sociales, pero los maestros no están preparados para hacerlo, el 3% dijo que con Facebook también puede aprenderse mientras que el 5% restante opinó que la escuela no puede alejarse del mundo real.

No por patillera la encuesta deja de tener su interés. Y no por previsible deja de arrojar datos interesantes. Los lectores del periódico debían optar por una de las cuatro respuestas y, sin ser un prodigio de la demoscopia, éstas estaban escogidas con cierto conocimiento del asunto. Lo interesante, para mí, no es el 81% de negativa frontal; lo interesante está en ese 19% que, de un modo u otro, defiende la presencia de las redes sociales en el aula. Pero lo más sorprendente del caso fue la forma que los responsables públicos usaron para comunicar su decisión de cierre de Facebook: lo hicieron con un comentario en el hilo de discusión de la encuesta. En concreto, el comentario de Xavier Kirchner fue el siguiente (original en catalán):

Lo que se ha hecho no es cerrar para todo el mundo el acceso a las redes sociales de los ordenadores del proyecto eduCAT1x1, [nombre del proyecto de digitalización del aula en Catalunya] sino dejar la prohibición como opcional a criterio de los centros, como siempre ha sido, pero con el valor por defecto “cerrado”. Si un centro quiere abrir el acceso sólo tiene que pedirlo al SAU del Departamento de Educación.

La razón para hacerlo no es ideológica, es pragmática. Casi un 10% del tráfico de los centros a Internet corresponde a URLs de redes sociales. Estamos trabajando para aumentar el ancho de banda de la conexión de los centros a Internet, pero la que hay actualmente es insuficiente en muchos casos. Para mejorar la situación intentamos limitar todo tipo de tráfico que no corresponda a finalidades claramente educativas.

Personalmente opino que es necesario educar al alumnado en el uso competente de las redes sociales y otros servicios que nos ofrece hoy en día Internet, pero también debemos admitir que no es este un trabajo fácil…

Jugoso comentario. Hagamos un somero análisis párrafo por párrafo:

Primer párrafo: lo vertido en él no reviste nada especial. Dejar el interruptor en on o en off no es algo relevante, pero pone de manifiesto el optimismo de los gestores del asunto y, por qué no, su amplitud de miras. Dejarlo abierto por defecto es un gesto de confianza que, de entrada, se agradece. Que hayan decidido cerrarlo no es, en si mismo, un problema, aunque en el tercer párrafo veremos que sí lo es, pero por otros motivos.

Segundo párrafo: como contribuyente y como ciudadano de este país a un servidor se le ha caído la cara de vergüenza. ¿De verdad uno de los principales motivos ha sido que el ancho de banda no da para más? ¿quien dimensiona y dota de recursos los proyectos? ¿de veras la Generalitat de Catalunya -o cualquier otro gobierno autonómico español- no puede ejercer suficiente poder de compra como para obtener un servicio de primera en sus aulas a un coste razonable? Pero no es un problema de recursos económicos. Es un problema de caja mental, de prejuicio, de falta de visión, tal como vemos en el…

Tercer párrafo: Xavier Kirchner dice que es necesario educar al alumnado en el uso competente de las redes sociales. ¿Se refiere a ese alumnado que hace años que usa las redes sociales? ¿Los mismos niños y jóvenes que les dan mil vueltas a la gran mayoría de sus profesores? ¿esos futuros ciudadanos que no mañana, sino hoy, ya viven conectados más tiempo del que viven desconectados? No somos nosotros, simples inmigrantes digitales, los que debemos decirles cómo usar algo que ellos conocen mucho mejor. Si acaso nuestro papel está en conseguir aprovechar todo el potencial que esos recursos ofrecen, diseñar qué debe ofrecerse, ofrecérselo, fijarnos en cómo lo usan y mejorarlo.

Hasta que los puestos de decisión de los departamentos de educación no sean ocupados por auténticos nativos digitales, el aprendizaje digital en el aula será algo provisional, resuelto a base de parches. Acostumbrémonos a gestionar la educación como una conversación, no como una lección magistral, de lo contrario daremos palos de ciego e iremos parcheando lo innecesario, mientras las piezas importantes andarán hechas jirones. Hasta hace muy poco el conocimiento en el aula iba en una sola dirección: del maestro al alumno. Hoy en día esa asimetría se está difuminando rápidamente, no sólo porque el acceso a la información de cualquier chaval es apabullante, sino porque ¡sabe usar las herramientas de aprendizaje mucho mejor que su maestro! Ya no importa la tiza, el boli, el papel, el cuaderno o el lápiz. O entendemos como piensan, o les defraudaremos.

De hecho estoy seguro que les estamos defraudando. Nos ven usar la tecnología de una forma tan primitiva que por fuerza deben sentir vergüenza ajena: mira al tipejo ese, va de que lo sabe todo, y se lía con el mouse. ¿Vamos a decirles nosotros, inmigrantes digitales, cómo se usan las redes sociales?

Deberemos rumiar muy mucho qué recursos dedicamos no a la educación, sino a educar a los educandos. No me refiero a formarlos una vez salen de Magisterio: ¿es necesario montar cursillos a troche y moche a profesionales que viven de enseñar y que, por lo tanto, deberían ser capaces de aprender ellos solos? ¿es necesario enseñar cómo funcionan las redes sociales u otros muchos recursos, cuando basta con la simple práctica para entender el asunto? Me refiero, sobretodo, al nivel que exhiben los maestros de primaria y secundaria que actualmente salen de la Universidad.

Una vez tenemos muy claro que a los alumnos no vamos a ganarles la partida tecnológica, ¿cual podemos ganar? ¿qué podemos hacer por ellos? Podemos trabajar con ellos, codo con codo, en la mejora de los contenidos, en su forma y en su fondo. Debemos quemarnos las pestañas y las neuronas en nuevas narrativas, en nuevas formas de explicar lo mil veces explicado, no para que atiendan en clase, sino para que aprendan en clase. Un niño no atiende si no aprende. Y ningún niño aprende si le aburres, al menos no en un sistema como el nuestro en el que no es posible aterrorizar al alumnado con castigos corporales para captar su atemorizada atención. Ya que la letra no puede entrar con sangre, deberemos hacerla entrar con imaginación. Imaginación que ya falta en las editoriales de libros de texto -sienten el mismo pánico hacia el libro digital que el resto de editoriales- imaginación que falta en la administración -¿de veras responsables de más de cincuenta años viven en un mundo mental preparado para ello?- imaginación que falta cada vez que los gobiernos confeccionan sus presupuestos anuales.

Esto no es Finlandia, no lo es por muchas razones. La principal: demasiados políticos y líderes sindicales de la enseñanza no entienden que el auténtico esfuerzo que Finlandia hace está en la formación y prestigio del que enseña, no una vez está en el aula, sino mucho antes, eliminando de la ecuación a los aspirantes a maestro que son mediocres. Hasta que nuestros líderes no aprendan esto, nuestros niños y jóvenes aprenderán poco y mal.

 

 

Posted by Bernat Ruiz Domènech

Editor

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